Acostumbrarse

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En la actualidad, vivir con el pobre estado de animo que Namjoon sentía era agobiante, cansado y triste. Despertar en la casa solitaria que había comprado, con pocos muebles, polvorienta y crujiente se había vuelto parte de su rutina desde hacia unos meses. Las ventanas pintadas de rojo de sorprendían de vez en cuando, pero ya no le asustaban, al igual que con el resto de cosas se había acostumbrado.

Esta vida se trataba de acostumbrar. Si te acostumbrabas a lo que sea que se pusiera en tu camino podrías vivir tranquilamente.

Aun cuando su sanidad mental no es la mejor, y sus ganas por salir a convivir con la sociedad no parecen nacer; Namjoon se levanta con el pie derecho, dispuesto a vivir su vida de la misma forma que la vivió en su juventud. Se baño y arreglo lo mejor que pudo para verse lo suficientemente presentable.

Al salir de casa no pudo evitar casi quitar la sonrisa de su rostro al ver las manchas de pintura esparcidas por todo su patio delantero. Rojo pintaba su puerta, rojo pintaba su entrada, rojo pintaba sus ventanas y rojo pintaba su pasto y plantas.

Rojo, rojo, rojo y rojo.

Aun así, solo cerro la puerta y camino hasta su auto. Viejo y sin estilo, aburrido. Y las manchas de pintura roja que lo cubrían no lo hacían ver mejor. Con la mente decidida a vivir el día sin sufrir, Namjoon limpio el parabrisas lo mejor que pudo y arranco el auto.

A parte de levantarse tarde, su entrevista de trabajo fue aun mas tarde. Todo su día la pasaría esperando saber si lo aceptarían en su nuevo trabajo o no. Pero no importaba, él estaba emocionado por hacerla y que lo aceptaran. No había escogido un lugar concurrido ni ruidoso, mucho menos elegante; pero no había sido por que no quisiera, simplemente no tuvo la oportunidad de ser aceptado ahí.

El único ruido en el pequeño local eran las teclas de las computadoras siendo apretadas, los ventiladores que giraban y de vez en cuando las conversaciones telefónicas que los empleados hacían. Alrededor de 9 empleados en el local de reservaciones de vuelo trabajaban, seguirían siendo nueve con Namjoon dentro y si descontaras a la jefa del lugar.

— Kim Namjoon. — Llamo una voz desde el cuarto trasero a los escritorios. El castaño se levanto, nervioso y tembloroso y se dirigió al lugar bajo las miradas interesadas de sus próximos a ser compañeros de trabajo.

Lo primero que hizo fue entregarle a la mujer sus hojas de currículo. Ella puso atención y paso sus ojos por la primera hoja, masticando chicle de manera ruidosa y chocando sus largas acrílicas moradas con la mesa de vez en cuando.

— Cielos, has hecho bastante. — Bufo. Bajando el currículo y rascando su ruloso y corto cabello naranja. Tenia maquillaje morado exagerado y labios rojos y sobre lineados. — Escúchame Kim, a mi no me importa quien eres o que hayas hecho. A mi me basta con que sepas archivar y documentar. — Dijo. Namjoon soltó todo el aire que tenia dentro de sus pulmones y se relajo.

— O-Oh. Si, yo pudo hacer eso. Me parece genial. — Dijo, trabándose en algunas palabras por el nerviosismo.

— Bien, entonces te veo el lunes. — Le dijo. Namjoon se levanto alegre y salió del local, no sin antes ignorar la mirada extraña que le dio la mujer.


Camino a su auto, no muchos pasos de distancia del local, se topo con dos señoras.

— Parece que te estas divirtiendo. ¿Te esta yendo bien? — Pregunto una, la que parecía menos anciana de las dos. Con una sonrisa malvada en su rostro.

— ¿Disculpa? ¿Te conos- — Namjoon fue interrumpido por una cachetada rápida que le dejo sin habla. Pero ya estaba acostumbrado, y lo único que logro expresar fue sorpresa.

— Espero que te pudras en el infierno, maldita escoria. — Dijo al borde de las lagrimas la mujer, caminando abrazada de la otra anciana que parecía consolarla. Aun con su mano en la mejilla Namjoon se dio la vuelta, ignorando al hombre que insistía en saber si estaba bien.





Llego a su casa por la tarde, cuando el sol estaba dentro y lo único que había fuera era lluvia. No hizo nada mas que recostarse, sin olvidar dejar colgados en el porta abrigos, su chaqueta y sus ganas de vivir.

Recostado en la cama, con la cabeza hacia la ventana lo único que recordaba eran las voces de niños pequeños, de un hombre cariñoso, y de un adolescente gruñon. Todas preguntándole sobre cuando regresaría a casa, que lo extrañaban. Aun lado, en la mesa de noche, varias hojas de cuaderno, arrugadas y olorosas a perfume de hombre, se sentaban expuestas. Las letras de estas habían sido leídas una y otra y otra vez por Namjoon, tantas veces que podría recitarlas de memoria; letra por letra y en orden cronológico.


Prefiere cerrar los ojos. Cerrarlos a cualquier hora del día para evitar seguir viviendo esos momentos. Cerrarlos cuando su nueva jefa le pide hacer mas trabajo del que debe o puede hacer en los días que tiene las tardes libres; cerrarlos cuando camina por los fríos y melancólicos pasillos del edificio que mas odia visitar; cerrarlos cuando escucha la puerta tras de ella abrirse; cerrarlos cuando frente a ella tiene a la persona que ha ido a visitar y a dos policías mas vigilándoles conversar.

Cerrarlos para lograr acostumbrarse y así vivir tranquilamente; pero por mas que intenta, no se puede acostumbrar. No cuando recuerdos de la peor tarde de su vida siguen apareciendo en su cabeza.


Y todo lo que puede ver es rojo.























Probablemente este será la historia mas seria que voy a escribir jsjsjs

Tenemos que hablar de Taehyung (+ bts)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora