tres

1.5K 156 2
                                    

Tres.

[Febrero, 1999]

Mueve los pies con impaciencia por debajo de la mesa. Ha escuchado un rumor en los pasillos del ministerio y se muere por comprobarlo. Sin embargo, el departamento está vacío a excepción de otros cinco aurores que también desempeñan trabajo de oficina y saben lo mismo que ella.

Es decir, nada.

Se levanta abruptamente cuando escucha pasos retumbar por el pasillo. Toma la varita que descansa encima de su escritorio y sale de la oficina con el corazón latiendo al máximo de sus posibilidades.

Encuentra a Harry en la muchedumbre y lo jala del brazo para llevarlo a un lado. Él parece desconcertado y preocupado, pero guarda silencio para no llamar la atención del resto de brujas y magos que se dirigen, en orden, hacia sus respectivas oficinas. Ron se separa del grupo y va tras ellos.

—¿Lo encontraron? —pregunta Hermione cuando se detienen en una esquina oscura del departamento y está segura de que nadie puede oírlos.

Harry y Ron se lanzan miradas contrariadas.

—Parece que solo fue un rumor —pronuncia Harry con calma—. Rodolphus ni ningún otro mortífago estaban por allí y tampoco había rastros de magia oscura. Puede... que haya sido una broma.

—Para burlarse de su ineficiencia —espeta Hermione mientras se cruza de brazos. Está enfadada, molesta, furiosa. Le parece una injusticia que ella tenga que quedarse atrás mientras Harry y Ron están en el frente, en toda la acción. ¡Ella ha hecho cosas igual de increíbles! ¡Es Hermione Granger, maldita sea!

—Sí, tal vez.

—Los vamos a atrapar, Hermione —interviene Ron—. Lo haremos, no pueden esconderse por siempre.

Hermione les lanza una mirada furibunda y se da media vuelta. No quiere estar cerca de ellos, no quiere verlos, así que se encierra en su oficina dando un fuerte portazo.

Ha pasado medio año desde el día en el que Urquart la condenó a encerrarse en una aburrida oficina a ordenar papeleo, leer informes aburridos y esperar, ansiosa, por nuevas noticias. Mientras ella estaba presa, en esas cuatro paredes de piedra, los aurores acorralaban a los restantes partidiarios de Voldemort y los enviaban a Azkaban. Pero no están ni cerca de atrapar a los Lestrange.

Y eso la enloquece.

Hermione había creído que Bellatrix no soportaría vivir en la clandestinidad, que mataría y torturaría, que daría señales de volver a las andadas, que aterrorizaría al mundo mágico, pero —por el momento— todas sus suposiciones son erradas.

Es obvio que la ha subestimado.

Estrella los puños en el escritorio y el tintero abierto se derrama encima de las hojas de pergamino, las plumas se esparcen por toda la oficina y las hojas manchadas cubren el piso. No le interesa el daño, así como tampoco se preocupa por averiguar quien se ha colado en su despacho. Las lágrimas de frustración han empezado a salir de sus ojos.

—Tu turno ha terminado. —La voz de Harry no denota ninguna emoción.

—No es cierto —responde Hermione fríamente.

—Lo ha hecho —replica Harry con voz firme y autoritaria—. Ron nos está esperando afuera. Vamos a cenar, yo invito. Vamos, arriba, no voy a aceptar un no.

—No tengo hambre.

—No me interesa.

Harry no se va y Hermione comprende que no tiene opción. Se limpia los ojos con el dorso de la mano y se pone, lentamente, de pie. Harry camina hasta la puerta y Hermione va tras él, rehuyéndole la mirada.

Ninguno se molesta en arreglar el desastre en el escritorio, así que lo dejan atrás.

[Julio, 1999]

Dos años han pasado desde el momento en el que alteró las memorias de sus padres para acompañar a Harry y Ron en aquel peligrosísimo viaje. Los extraña, añora su compañía y afecto, los quiere de vuelta, pero traerlos de vuelta complicaría sus planes, las cosas que quiere hacer, su venganza...

Los ama, pero, por el momento, es mejor tenerlos lejos. Así que se fuerza a olvidarlos, a desplazar sus memorias a segundo plano, a centrarse en su objetivo, su máxima ambición.

No puede hacer mucho encerrada en una oficina, así que se propone hacer una búsqueda por su cuenta, con la esperanza de encontrar algún rastro, alguna pista que la llevara al paradero de Bellatrix Lestrange.

Visita pocilgas, bares de mala muerte que están plagados de la peor escoria de la sociedad mágica, de grupos de carroñeros recelosos y magos y brujas de aspecto mortífero. Quiere respuestas, así que los amenaza, los arrincona, los soborna, pero, para su mala suerte, ninguno tiene idea de donde está.

Como si la mujer se hubiera esfumado en el aire.

[Octubre, 1999]

Sus manos tiemblan de emoción y furia mientras lee —por milésima vez en la mañana— el informe que narra el asesinato de un joven matrimonio muggle y su pequeño hijo. Ningún miembro de la familia tiene signos de violencia o crueldad, pero sus expresiones conservan el gesto de terror de antes de morir. Las autoridades muggles encuentran el hecho muy extraño, pero los magos saben bien lo que pasó.

Avada Kedavra.

La noticia causa un gran revuelo en la comunidad mágica. Asesinatos como aquel les recuerdan a todos los crímenes cometidos en el mandato de Voldemort, cuando las noticias de muertes y desapariciones de muggles adornaban las primeras planas de todos los diarios. La gente susurra e intercambia información por todo el ministerio, los rumores de avistamientos de conocidos mortífagos pasan de boca en boca.

Y Hermione se siente inútil e impotente.

La mitad del departamento de aurores se ha movilizado hasta allí, en busca de pistas o rastros de magia oscura. Harry y Ron forman parte de ese grupo, están en primera fila, mientras que Hermione espera, ansiosa, por nuevas noticias.

La angustia la está matando.

Escucha pasos retumbar y sale disparada de su oficina. De inmediato, reconoce a Harry y Ron y salta sobre ellos. Los dos se ven cansados y agotados, pero no le importa. Quiere saber, quiere saber...

—¿Qué encontraron? —pregunta con frenesí.

Harry respira hondo y mete las manos en los bolsillos de su túnica.

—Tres muggles muertos con signos de magia —responde con cansancio—. No tenemos idea de quién puede estar detrás, pero los policías han recogido algunos testimonios interesantes.

—¿Qué? ¿Qué cosa?

—Una mujer de cabello oscura fue vista por los vecinos hace unos días —interviene Ron. Hermione deja de sentir a sus piernas—. Es una forastera, como ellos dicen, así que es la principal sospechosa. Aunque, ya sabes, ninguno se explica como es que los mató.

—Bellatrix... —susurra Hermione.

Harry se encoge de hombros.

—Sola, aparentemente.

Hermione oculta su emoción de sus amigos, pero insiste en recolectar de sus labios toda la información posible.

Cuando su turno termina y es, al fin, libre, no va a casa como siempre hace. Se desvía del camino a propósito y visita el pueblo en el que se ha efectuado el crimen. No le cuesta encontrar la casa, las puertas y ventanas están tapiadas con tablas, pero se las arregla para entrar con magia.

Bellatrix ha estado allí y esa, quizá, sea su oportunidad para encontrar pistas que la conduzcan a su paradero.

Pero no hace más descubrimientos de los que han hecho, horas antes, los aurores. La diferencia, sin embargo, es que ella está resuelta a no rendirse.

***

Pateticamente corto, lo sé jajaja. 

La caza | BELLAMIONEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora