Me besó con pasión. Salté y abracé su cintura con mis piernas, sin separarme de sus labios, sintiendo su erección. Me empotró contra la pared y más que quitarme la camisa, me la arrancó. Me levantó la falda, se sacó el miembro y me tomó con fuerza, de golpe, haciéndome chillar. Lo hizo con furia. Sentí que me rompía en dos, hasta que mi interior estalló en mil pedazos de placer. Caí al suelo, jadeando, sudando y temblorosa. Me cogió del pelo, tan fuerte como siempre, y me hizo tragar su semen.
Después, como si nada hubiera pasado, se sentó en el suelo a mi lado y me abrazó. Nos besamos, y al separarnos, durante un instante vi los ojos verdes de Neil.
-Nos habrá oído todo el vecindario-dijo Mike, riendo.
Me forcé a sonreír. Sentía que algo estaba mal. No tardaría en darme cuenta de que, en realidad, todo lo estaba.
Ese día falté al instituto, era miércoles. Llevaba sin ver a Neil tres días, y no le vi en la obra de su padre en frente de mi bar. Había pensado en llamarle, incluso una vez marqué su número, pero siempre me echaba atrás. Ese chico me gustaba, en dos días me había demostrado mucho, pero no quería causarle ningún problema y menos con el cerdo de su padre. Tal vez fuera mejor así, el amor nunca me había inspirado confianza.
Era más fácil acostarme con Mike, aunque después acabara odiándome a mí misma y despreciándole a él.
Pasaron las semanas, lentas, y cada vez me encontraba peor. Era un zombie: iba del instituto al bar, y del bar a casa. No quería ver a nadie, ni siquiera a Jane, y solo llamaba a Mike cuando la tentación de correr a casa de Neil parecía que iba a vencerme.
Hasta que un sábado, entró en el bar. Yo estaba sirviendo un café, y no pude evitar derramarlo. Pedí disculpas al cliente, se lo volví a servir y caminé hacia Neil. Estaba de pie en la puerta, mirándome serio. Me encantaba esa seguridad suya. A medida que la distancia entre nosotros se acortaba, el corazón me iba más deprisa. Salté a abrazarle y me apretó con fuerza contra sí. Busqué sus labios, pero estos me esquivaron, haciédome sentir estúpida.
-No me has llamado-dijo.
-No quería causarte problemas con tu padre-me aparté de él, avergonzada.
-Patrick te ha visto con el pelirrojo.
Se me paró la respiración y no supe que decir. Bajé la mirada.
-Solo es un amigo.
-Un amigo al que te follas en un coche en un parking.
Le abofeteé. Fue sin pensar, por la rabia, la culpa y la vergüenza, y al instante me arrepentí.
Neil me miró. No habia furia en su mirada, ni siquiera rencor. Sólo decepción. Dio media vuelta e intentó irse, pero le cogí por la manga de la camisa.
-Lo siento-rompí a llorar-. Han sido unas semanas horribles. Te necesitaba.. te necesito.
-Te fuiste sin despedirte-dijo, sin volverse para mirarme-, y luego ni me llamaste. Te tiraste a otro. Y esperas que crea que me necesitas..
-Yo...
-No-se volvió-. Tú nada. Eso es lo que somos. Y nunca fuimos nada, ni siquiera nos conocemos bien. Podrías tirarte a quien quieras, igual que yo. Soy un imbécil por creer que tú podrías llegar a...-bajó la mirada, sonrojado-a...
-Neil-sollocé-, sí que puedo. Puedo quererte, y es lo único que necesitamos. Los dos hemos sufrido mucho... sólo necesitamos tiempo... juntos.
-Estás loca-dijo, serio al principio, pero acabó sonriendo, devolviéndome a la vida.
Deslicé la mano por su manga para entrelazarla con sus dedos.
-Hoy, a las cuatro, ven a buscarme-sonreí-. Te prometo que esta vez lo haremos bien.
Asintió, me acarició la mejilla con ternura y se fue. Me volví y vi que toda la cafetería sonreía enternecida, mirándome fijamente.