V.

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Chibs la obligó a levantarse temprano. Cada vez que escuchaba el rugir de un motor pasar por la única carretera que comunicaba con el motel, se le paraba el corazón un momento, hasta que comprobaba a través del cristal de la ventana que tan solo era un coche, un camión, o una moto que no era la de Abel.

Metieron en una bolsa un par de bollos y magdalenas que el motel les proporcionó por pasar la noche allí, y se fueron antes de que más gente les viese por aquella zona. Sabían que el modo de persuasión de Abel podía ser muy convincente, aunque eso no significaba que fuese legal, ni mucho menos.

Subieron en la moto y Amie se abrazó a su padre como un día lo hizo de Abel, pero ahora en vez de buscar estar junto a él, quería todo lo contrario. Alejarse de lo que un día parecía lo correcto, lo que le iba a dar la felicidad. Recordó cada palabra de la conversación, tal vez trato, que tuvo con el Presidente del club la noche que regresó a Charming. Sabía que ese era su hogar, corría por sus venas, así que quiso dejarlo claro desde un primer momento.

—Mi padre me contó al cumplir los dieciséis tu historia. La suya. La mía, al fin y al cabo. No quiero una vida como la que tuvieron ellos... Sabes más cosas que yo. Prefiero vivir siendo una ignorante. Pero con cierto límite... No quiero ser Tara, no quiero que seas Jackson... Prométeme que no irás por lo fácil, que no seguirás el camino ya hecho... Abel, mírame y dime que esto no se volverá un baño de sangre.

—Te prometo una vida ilegal dentro de lo legal.

Aquellas palabras parecieron convencerla en su momento. ¿Pero desde cuándo la palabra de un Teller inspiraba confianza? Nunca. Las promesas, los tratos, los acuerdos... Están para romperlos. Siempre ha sido y será así. Sabía que el club mantenía el tráfico de armas, pero se dijo a sí misma, que mientras no utilizasen el armamento contra alguien, todo podría seguir avanzando como lo hacía. Se intentaba convencer falsamente. La esperanza es fuerte, te sostiene cuando estás en tus peores, pero no es capaz de aguantar una bala tan fuerte como lo es la mentira. Y al final acaba bajo tierra, y tú bajo agua, hundido en el fondo, y no hay vuelta atrás.

Así estaba Amie. ¿Acaso podría haber sido capaz de dejar atrás todo lo que en su día sintió por Abel? Ni siquiera se imaginaba sin él, sin su familia, o sin el club. Pero sabía el camino que las mujeres de Hijos de la Anarquía seguían, y ella quería ser la excepción que confirmase la regla. Pero aún quería a Abel, y sabía que no conseguiría olvidarse de él nunca.

—¿Vas bien? —Chibs la sacó de sus pensamientos mientras seguía conduciendo por una solitaria autopista.

—No lo sé. —Amie mantenía los ojos cerrados, con la esperanza de que al abrirlos fuese a estar en casa, durmiendo en la cama, abrazada a Abel.

                              *  *  *

Se sentó presidiendo la mesa. Cada uno de los miembros del club clavaron su mirada en él, mientras Abel la mantenía perdida en algún punto de la capilla. No pretendía dar explicaciones sobre lo que había ocurrido el día anterior con Amie, pero sentía la necesidad de hacerlo. Como si los Hijos tuviesen que saberlo para que él sintiese que tenía el apoyo de todos, al menos su comprensión. Aunque físicamente Abel estaba en aquella mesa, sentado con los demás integrantes del club, su cabeza solo pensaba en encontrar a Amie y traerla de vuelta, o volver atrás en el tiempo.

—He llegado a pensar que el destino sí existe. Que todo esto estaba ya preparado para mí antes incluso de que naciese. Que las muertes de mis padres a mi tan temprana edad era un simple suceso que me ayudaría a madurar con más rapidez que los demás niños, para así ocupar esta silla lo antes posible y que fuese menor el tiempo entre la presidencia de un Teller y otra. Siempre hay un periodo de transición. Una etapa en la que todo parece perder sentido. Al club se le va todo de las manos. Y esta época siempre ocurre cuando ocupa la presidencia cualquiera que no es un Teller. O al final de la presidencia de este. John Teller tuvo todo bajo control hasta poco antes de morir. Entonces llegó Clay Morrow, con el que todo se disparó hasta que llegó mi padre. Y antes de la muerte de Jax el club se desestabilizó como nunca antes. Ha habido momentos en que he pensado que mi padre acabó loco, todo por culpa de este club. Murió también por los Hijos. Chibs tomó las riendas y perdimos la mayoría de los negocios, beneficios, negocios y relaciones. Y no digo que hiciese mal su trabajo. Solo digo que hay un destino escrito y que es imposible salirse de él. Al parecer, a mí me toca llevar al club por el buen camino hasta perder la cordura y que mi montaña rusa ya solo baje. Ayer Amie me dejó. Y creo que pronto voy a estrellarme.

I got this.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora