🌼 Day 4 🌼

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Yo tenía cuatro años cuando el hedor de los cadáveres y la sangre añeja me caló hasta la médula

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Yo tenía cuatro años cuando el hedor de los cadáveres y la sangre añeja me caló hasta la médula. Mi padre me tomó de la mano y me arrastró hasta el lugar pestilente en el que muchas personas dieron su último respiro y yo, aunque hubiera querido resistirme, no pude echar pie atrás.

A los trece años, me hice un íntimo amigo de la sangre, su fragancia metálica no se despegó nunca más de mi nariz, su color carmín me tiñó las manos y me salpicó la máscara cuando aniquilé a toda mi gente bajo la luz de la luna escarlata.

Y hoy no sé si son los retazos de los muertos en mi conciencia los que sueltan ese olor repulsivo o si son mis pulmones repletos de vidrio molido los que me anegan con ese olor nauseabundo que ya no quiero volver a sentir. Pero no se va, se arraiga a mis células, se mete debajo de mi piel y se arrastra por mis venas, todo lo que huelo es sangre, todo lo que veo son cadáveres y todo lo que escucho son gritos de agonía.

No sirve que cierre los ojos y me cubra los oídos con las manos, intentando bloquear los gemidos lastimeros que se repiten en mi mente como un bucle sádico. Es inútil que esconda la cabeza debajo de la almohada y me haga un ovillo suplicando que todo se acabe.

Nada termina y sé que me lo merezco, así que dejo de soltar ruegos miserables. Me quedo callado escuchando sus reclamos, sus insultos y sus rencores, salgo de mi escondite y permito que los ojos de todos los que maté me desnuden con sus miradas denigrantes y llenas de odio.

Me lo merezco, sé que me lo merezco.

Lucho por respirar, por mantenerme con el aire suficiente en los pulmones para seguir observándolos y seguir escuchando su odio, tengo que grabarme en la memoria cada frase hiriente que quieran dedicarme. Los gritos de mi propia conciencia me inundan la cabeza y se mezclan con los de mis víctimas, los escucho murmurándome en el oído, culpándome.

Asesino, traidor, inhumano, asesino, traidor, inhumano, asesino...

Las palabras se repiten una y otra vez, las voces giran a mi alrededor y los dedos fríos de los muertos se cuelan por debajo de mi ropa para clavarme las uñas en la piel y rasguñarme a su antojo, dejándome la espalda y los brazos cubiertos de arañazos que sangran.

El hedor de la sangre se intensifica.

Respiro sangre, me atraganto con ella cuando mis pulmones se apretujan en mi pecho y me obligan a toser el cúmulo de líquido espeso que se niega a subir por mi tráquea. Me asfixio con ella, con la pestilencia que expele, con las voces atormentándome y con las manos que me tiran el pelo y me sacan lágrimas.

🌼ShisuIta Week 2021🌼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora