🌼 Siete días de cursilerías sobre mis niños favoritos.
🌼 Link del evento: https://shisuitaweek.carrd.co/#prompts
🌼Pretendo cumplir con one shots diarios desde el 21 hasta el 27 de junio.
🌼 Con suerte algo de alegría, aunque no prometo nada, no s...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Pateo una piedra en cuanto salgo de ese edificio del demonio y mi jefe me mira desde dentro con el ceño fruncido y con los labios torcidos. Tengo la tentación de sacarle la lengua y renunciar en medio de un escándalo público, gritar a diestra y siniestra lo mal empleador que es, lo explotador de sus prácticas y lo mucho que odio su estúpida oficina.
Pero me obligo a cerrar la boca y soportar mis impulsos.
El desgraciado me sigue mirando, como si me estuviera tentando, casi puedo ver sus comisuras estirándose en una sonrisa grotesca. Pero me mantengo firme y me doy la media vuelta, echando a caminar en cualquier dirección. Lo único que deseo es alejarme de esa maldita jaula de concreto que me encierra todos y cada uno de mis días laborales.
Odio trabajar apresado en esas cuatro paredes.
Mis pies me dirigen hacia la calle paralela a la avenida central de la ciudad, como si mi corazón me guiara sin que mi cerebro lo notara. Desde mi posición puedo escuchar los ruidos de los autos, los gritos de los niños y los ladridos de los perros callejeros que se pasean libremente por las aceras como si fueran los dueños, esos últimos me causan una sonrisa y no puedo evitar seguir sus huellas para regalarles una caricia en el lomo y unos premios que siempre me guardo en el bolsillo.
Uno nunca sabe cuándo puede encontrarse con un amigable perruno por la calle, ¿no?
Sin saber cómo, me encuentro justo frente a aquel viejo colegio desgastado. Los niños corren como locos, se ríen y juegan entre ellos; las sonrisas le iluminan los ojos y yo los observo con un deje de nostalgia. Es como si pudiera vernos a nosotros hace tantos años atrás, jugueteando y soñando con comernos el mundo.
Cuando teníamos cinco años, nuestras expectativas tocaban el firmamento.
Tú querías ser doctor y yo, guiado por mis andanzas en la cocina de mi madre, planeaba convertirme en alguna clase de artista culinario. Fantaseaba con crear platos coloridos y hermosos, tan deslumbrantes y exquisitos que las personas los verían y se maravillarían ante tal obra de arte.
