Su cumpleaños nunca fue algo tan especial para él. Era más como un recorderis anual de que seguía vivo. Sin embargo, en sus tiempos con la mafia, solía disfrutar silenciosamente los intentos de Chuuya por celebrar el aniversario de su nacimiento.
Esos días habían quedado atrás hace mucho, por lo cual este año no esperaba nada más allá de desear que nadie en la agencia se acordara qué día era. Por eso, cuando abrió su puerta esa mañana, se quedó viendo con confusión el bulto de cartón con un moño azul que le esperaba.
Miró a ambos lados sin hallar rastro alguno de que el autor de aquello estuviera por ahí. Sin más opción, metió la cajeta al apartamento y se sentó en la sala dispuesto a abrirla. Tan pronto la puso en el suelo y aflojó el moño, percibió que algo dentro de la caja se movió.
Dazai Osamu había visto y vivido de todo en sus ahora veintitrés años de vida, no se consideraba ni de lejos un cobarde...
Pero ninguna cajeta de ese tamaño que se moviera podría augurar algo bueno.
Se acordó de inmediato cómo la semana anterior se había topado por pura casualidad con Chuuya mientras probaba a vivir desde el punto de vista de un perro. El presentimiento que tuvo no le gustó para nada.
Estiró una mano hacia la dichosa caja de cartón y terminó de abrirla. Miraba de lejos el bulto y se asomó lentamente a ver su contenido. Una bola de pelos entre naranja y blanca salió disparada de la caja hasta meterse bajo la mesa de centro donde solía comer cuando tenía con qué. Como había estado haciendo frío, la tela del calentador estaba abajo y no podía ver qué había sido esa mancha que salió tan veloz.
Dazai juraba que se iba a morir ahí mismo cuando levantó el calentador y vio un perro pequeño con sombrero.
Observó con recelo al can y pudo notar que parecía más asustado de él, que él del perro, pero también enojado; de alguna forma su actitud a la defensiva le recordaba a alguien, por no agregar el feo sombrero.
— Si no fueras un perro, podría jurar que eras el petit mafia... Aunque petit si estás —en reclamo, el perro gruñó en su dirección y Dazai se alejó soltando la tela del calentador.
¿Cómo le explicaba a los de la agencia –propiamente hablando, a Kunikida–, que no podía llegar a trabajar porque tenía una pequeña plaga en su hogar que podría comerselo vivo? No, mejor no decir nada, igualmente no le iban a creer o hasta se burlarian de él por temerle a un perro tan pequeño...
Mientras lo meditaba, el perro se asomó lentamente de su escondite y acabó por salir de este, caminando lento pero seguro hacia el castaño. Dazai dio un brinco para alejarse al verle cerca y luego se sintió un poco mal al ver al chaneke bajar las orejas con tristeza.
— Bien, veré si hay algo que puedas comer, ¡pero no te me acerques, pequeña bestia!
Lucía ridículo. Pero le importaba un rábano, nadie iba a saberlo de todas formas. Se metió a la cocina y el perro le siguió por detrás sin acercarse tanto, igual de receloso que el castaño. Casi se podía percibir la mala cara del perro y un "¿en serio?" tácito en el ambiente, cuando Dazai puso una lata de atún recién abierta en el suelo. El perro se dio la vuelta y regreso sus pasos hasta la sala para subirse al sofá.
— No seas quisquilloso, Chibi, es todo lo que tengo, ¿a menos que comas hongos? ¿Los perros comen hongos?
Como si le hubiera entendido, el perro gruñó y le sacó la lengua, una clara negativa. Dazai no entendía que podía estar mal, el atún no estaba pasado, eso era seguro, ¿sería por la lata? Ignorando que obviamente lidiaba con un perro y no con un gato, recogió la lata y la volteó en un plato de los que tenía, volviéndolo a poner en el suelo. Pasó una larga hora y Dazai ya se estaba cansando de no poder salir de su propia casa por no saber qué haría la "bestia" mientras no estaba, tampoco podía estar a gusto en su sofá porque el perro se había adueñado del mueble y estar todo el día en la cama no estaba en sus planes.
De pronto el perro también se cansó de mirarlo feo desde el sofá y bajó de un brinco torpe al suelo. Se marchó a la cocina moviendo apenas la cola y Osamu se asomó muy apenas para verlo comiendo a fuerza el atún del plato. El castaño sonrió, pensando que el hambre seguramente lo había vencido. Como ya se había cansado, aprovechó que el perro estaba comiendo para acostarse en su querido sofá... Pero nunca esperó a quedarse dormido con una "bestia peluda" rondando en su hogar.
No supo cuánto tiempo había pasado, sentía calor y un peso asfixiante en su pecho. Entre abrió los ojos y buscó adormilado el origen del malestar que le impedía extender su siesta y unos cabellos naranjas le obstruyeron la visión.
— ¿...Chuuya?
Como si hubiera dicho las palabras mágicas que rompen un encanto, el perro, que hasta ahora había notado durmiendo en su pecho, comenzó a brillar y se transformó en el mafioso tan pronto que Dazai apenas lo pudo procesar. De pronto comprendió porque ese pequeño perro ensombrerado le resultaba tan familiar al igual que el pequeño sombrero feo que ahora también había vuelvo a la normalidad ahí tirado en el piso, al lado de la mesa.
Dazai no supo quién había dejado la caja, mucho menos quién sería el que había convertido a Nakahara en un can y si esto era producto de alguna habilidad especial, pero ya lo investigaría luego. Aprovechó que Chuuya no se había despertado y lo estrechó entre sus brazos volviendo a cerrar los ojos, después de todo, no había sido tan mal regalo de cumpleaños.
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Feliz cumpleaños a nuestro castaño suicida favorito. 💕
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𝗢𝗇𝖾-𝗦𝗁𝗈𝗍𝗌 𝗦𝗈𝗎𝗄𝗈𝗄𝗎
FanfictionUna recopilación de mis mini historias que hago para participar en concursos en la plataforma amino y que estaré compartiendo por aquí para vuestro deleite; en lugar de hacer muchos libros, re-perezoso yo hago uno solo, a. Las h...