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El entorno está saturado. El aire viciado y la conglomeración te impiden ver a detalle lo que se suscita a escasos metros de distancia. Pero lo sabes, estás consciente de lo que ha pasado.

“Mierda, joder…”

Te abres paso, lentamente, cual autómata. Ajeno al bullicio y a la opresión en tu pecho. Ignoras el fuerte martilleo en tus sienes, te enfocas y obligas a tus pies a dar un paso a la vez ya que sientes que, de ir más de prisa, caerás irremediablemente.

Un tropiezo, solo otro más de cientos que has cometido en su vida.

Tu mente se encuentra obnubilada en ese momento. Tus ojos se sitúan en la silueta inerte que descansa delante de ti. De pronto, miras en torno tuyo, algunos lloran, otros tantos gimen por lo bajo, la minoría tienen los ojos vidriosos o murmuran palabras ininteligibles a tus oídos.

¿Estás bien, muchacho?

Deberías apartarte

Y lo haces. Porque tu mente se ha desconectado y ya no comprendes lo que está pasando…
**

Las rosas son rojas
Las violetas azules
Tengo insomnio y pesadillas
Así que tomo pastillas…

Das vueltas por la habitación, de izquierda a derecha, primero pasos lentos, cortos y premeditados, después sientes deseos de correr, pero te reprimes, llevas las manos a tu rostro y frotas con desespero tus mejillas hasta dejarlas de un suave tono carmín.

¿Qué ha pasado?

Tu subconsciente grita y reclama por respuestas, empero, no vas a dárselas, porque hacerlo conlleva aceptar el hecho y tú no quieres.
Esta muerto. Si, si, ha muerto. Se ha suicidado, lo ha hecho antes que tu, y ni siquiera le tomó demasiado tiempo.

¿Cuánto estuviste fuera?

¿Cuánto demoraste en cavilaciones banas mientras se decidía a ponerse la soga en el cuello?

¿Minutos, horas?

Ahora dudas. Tienes la mirada perdida y te tiemblan los labios. Inconscientemente cierras las manos en puño.

Sin embargo y, a pesar de todo, no lloras. No puedes hacerlo. Nunca en tu vida has llorado, tus ojos no albergan lágrima alguna. No eres como el resto. No eres capaz de reflejar tus penas y canalizar tu dolor mediante el llanto. Solo eres un yerro más dentro de la sociedad, hueca, superficial, materialista.

Oyes pasos a tus espaldas. Das rápidamente vuelta, esperando encontrar a alguien allí, no obstante, estás solo. Tu mente te está jugando malas pasadas.

¿Existe dios?

Te cuestionas en medio de tu desespero. Surgen mil dudas, todas te atacan a la vez y sin piedad alguna.

¿Dios creó al hombre o fue este quien dio vida al primero en su afán por aferrarse a la salvación tras la muerte?

Parpadeas cuando el sabor metálico inunda tu boca. Sin percatarte, y en medio de tu crisis existencial, has estado mordiendo tus labios con insistencia. Gruesos hilos escarlata descienden por tu mentón, trazando un recorrido irregular por tu cuello para, finalmente, ser absorbidos por la tela de algodón de tu playera blanca, impregnándola.

Desistes, te sientes cansado física y mentalmente. Alguien importante ha muerto y no hiciste nada por evitarlo. No estuviste allí para salvarle.
El tormento y la culpa serán tu castigo. No necesitas que nadie te lo diga, lo sabes, lo procesas en milésimas de segundo.

¿Duele?

No. Te repites la misma respuesta una y otra vez hasta convencerte de ella, no importa que sea una mentira. Algo dentro de ti se ha roto y no sabes qué es.

Tu respiración se ha normalizado, dejas de aferrar la tela frontal de tus pantalones y decides sentarte a una orilla de la cama. Felicitaciones, oyes vítores imaginarios.

Querido amigo, te has quedado solo.

Eres tan egoísta, aun a estas alturas que, no te interesa saber nada más...

Y entonces una idea se enciende en tu interior. La adrenalina bulle por tu sistema sanguíneo cuando haces caso al impulso y te pones de pie.

Aun no es tarde. Puedes detener el sufrimiento antes de que acontezca y te consuma. Puedes expiar la culpa y reivindicarte, pero el camino fácil suena mejor ¿verdad?

Si, joder, mucho mejor.

Sin darte cuenta caminas hacia el cuarto de baño. El botiquín pende sobre el lavabo y tú no dudas un solo segundo en abrir la puertecilla para hacerte con los múltiples frascos que hay dentro. Aspirinas, barbitúricos, analgésicos, anti inflamatorios, opiáceos. Todo sirve.

Viertes un puñado de cada medicamento en la palma de tu mano. Te miras momentáneamente al espejo...ya no ves nada.

Apuras el primer puñado, y bebes un poco del grifo.

No es suficiente. Necesitas mas, muchas más para cumplir tu propósito.

No te mides, esta vez es el frasco entero. Sientes como las capsulas se atascan en tu garganta.

Más agua.

Más pastillas.

Todo da vueltas. Estas mareado tras cinco largos minutos de espera. Te aferras al lavabo con ambas manos. Tu ritmo cardíaco se acelera gradualmente, la respiración empieza a faltarte.

Es jodidamente doloroso. Duele, al fin sientes dolor, pero no es el tipo de dolor que hubieses añorado.

Te estás muriendo. ¿Puedes sentirlo?

Alguien ha entrado a la recámara. Ya no puedes fijar bien la mirada, solo es una sombra que te conduce a algún sitio.

¿Qué es? ¿Quién puede ser si estas solo?

No consigues entenderlo. Duele cada vez más, tus rodillas han empezado a temblar sin causa aparente. Tu cuerpo entero se agita violentamente. Convulsionas.

Ah, cada vez más cerca. Pronto dejaras de existir y lograras tu objetivo.

Pese al dolor y el cuadro convulsivo, sigues consciente. Puedes sentir perfectamente el agua deslizarse por tu rostro. Te han empapado para que reacciones.

¿Por qué no te dejan tranquilo?

En algún punto has meditado que no quieres morir. Es muy contradictorio todo.

Piensas en tus amigos. Ya no tienes, tú los alejaste, los perdiste, lo perdiste todo.

Resiste. Por favor, resiste.

Quieres responder pero tienes un nudo obstruyéndote la garganta. ¿Es este el final?

Esperas que sí. Anhelas que así sea. Nadie va a notarte si desapareces ¿Qué más da hacerlo ahora?

Lentamente dejas de luchar. La oscuridad empieza a rodearte y…dudas una vez más.

¿Es así como quieres terminar realmente? Solo un parásito más, una simple sombra. No has hecho nada relevante con tu vida. No hay nada atrás lo suficientemente importante. El pasado es una mancha difusa y presente y futuro pronto se extinguirán contigo.

Sientes el roce tibio en tus lagrimales, no puedes abrir los ojos, aun forcejeas contra la asfixia y las esporádicas sacudidas de tu cuerpo. No creíste que dolería tanto ¿cierto, cobarde?

¿Oyes el sonido de las campanas? No, no puedes oír nada, estas aturdido y empiezas a replantearte a cuantas personas has decepcionado a lo largo de tu vida. Cientos, ¿miles?

Quizá…ya no importa, pero la idea sigue envenenándote, no te deja tranquilo ni siquiera en tus últimos minutos de vida.

Las rosas están muertas
Las violetas floreciendo
Yo estoy en el hospital
Ellos dicen que estoy muriendo…

Dear DiaryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora