II

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Escribo porque no puedo dejar de llorar. He recordado que escribir solía tranquilizarme, y bueno, heme aquí otra vez.

Si, si, me he estado sintiendo desastrosamente solo y aislado aquí dentro. No me queda nada ni hay nadie a quien recurrir.

No me gusta estar aquí, porque pienso constantemente en mi hermana. En como se suicidó, en cómo nadie la ayudó.

Un día estaba bien, y al siguiente ella...bueno, sólo lo hizo y ya.

¿Ayudaría saber por qué lo hizo?

Lo ignoro. Todos piensan saber la razón y se culpan los unos a los otros.

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A veces no sé cómo ser yo mismo. Así que tengo que ser alguien más, pero entonces, cuando intento ser yo mismo de nuevo, ya no puedo. Y es allí cuándo se desencadenan mis crisis de identidad.

Mientras yo imagino una realidad, los demás viven en otra.

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En ocasiones uno se encierra en su propio mundo de fantasía; quizá como alternativa de evasiva y escape, quizá por cobardía, o tal vez, porque solamente no hay otra manera de que esto funcione (La vida, me refiero). Y por mucho tiempo esa burbuja lo era todo, era suficiente y más, pero de pronto dejó de serlo.

Una mañana te despiertas y simplemente te llamas nada, te ves en el espejo y no ves nada, a tu alrededor ya no hay nada.

¿Sabes?

De golpe te has quedado sin nada.

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¿Te has preguntado qué es lo peor que te puede llegar a pasar?

Las personas a menudo suelen pensar en la muerte como respuesta a esta simple incógnita. En lo personal, discrepo con ello.

Lo peor que a ti te puede llegar a pasar es el hecho de tener que lidiar con un intento frustrado de suicidio para, posterior a ello, vagar en un limbo sin retorno llamado 'amnesia'.

Imagina vivir cada día de tu miserable y fútil existencia no sabiendo quién eres porque no recuerdas quién eras antes de ello. Añádele las interminables pesadillas y la corrosiva culpa fluyendo por cada una de tus arterias porque no pudiste salvar a tu propia hermana. Sazonalo con una pizca de trastorno de identidad disociativo cada vez que te aludan y/o te mires en el espejo.

Bon apetit!

... allí tienes la respuesta.

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La analogía de que soy como el fuego no es tan absurda, o al menos no lo es para aquellas escasas personas que han llegado a desarrollar vínculos afectivos hacia mi persona.

La verdad es, que si creo ser como el fuego en cierta forma. A qué no adivinas por qué? Bueno, pues porque destruyo todo lo que tocó. Y si, es una metáfora, pero no deja de ser auténtica.

Y al igual que el fuego, tengo que aprender a controlarme o en última instancia deberé apagarme.

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Era el día de visita. Mi familia no vino a verme. Estuve esperándoles las dos horas sentado junto a la fuente de tortugas.

No puedo hacer amistades aquí porque se que las perderé eventualmente y, además, mi estadía será breve. Las noches no las siento. Me pregunto si mi hermana estará viéndome en estos momentos.

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Siento como si estuviera de vuelta en el colegio cuando salgo al patio. Por dos horas, todo es receso. Y como tal, hay maestros por doquier, vigilando, atentos a todo lo que haces.

Dear DiaryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora