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«Defíneme qué es provocar.»

―Brisa.

-Estúpida Angie.- Gruñí caminando para coger mis libros de la próxima clase.

Abrí mi casillero y bufé con la cabeza dentro, para que nadie viera ni sospechara el lío que tenía en mi interior. Miré alrededor. Tenía una que otra cosa, fotos adheridas de mi gata, recortes de revistas de moda y un par de libros que nadie, excepto yo, sabía que había leído. La gente seguro pensaba que yo no sabía leer, o si sabía, mis autores preferidos eran E.L James y Jennifer Probs. Lo cierto era que todos estarían equivocados si pensaban eso, porque a pesar de mi título de perra, yo no pensaba sólo en sexo. Y claro está, mis libros favoritos eran escritos por Nicholas Sparks. Realista y cursi, así era yo.

Cuando posé mi vista en una foto que sobresalía de las demás pegadas en la puerta del casillero, suspiré. Allí estaba yo de niña, con una coleta a cada lado de la cabeza, y refugiada entre los cálidos brazos de mi padre. Esos eran días felices y habían sido mis días de chica inteligente. ¿Quién creería que la ignorante Brisa había sido nerd en la escuela primaria? Por supuesto, si no fuese por aquella foto, yo lo negaría, definitivamente. 

Cerré la puerta y me recosté en ella. 

¿Cómo iba a hacer que ella, dueña de la sabiduría y la razón, me besara otra vez? No cabía duda de que ella era inteligente, y puesto que lo era se me había hecho difícil convencerla de besarme frente al resto del alumnado.

Caminé a los baños, cercanos a donde estaba, preguntándome una y otra vez cómo haría para concretar mi plan. Lavé mis manos, me miré en el espejo una vez más y suspiré. ¿Qué diablos me pasaba? Le resté importancia a mis pensamientos que no hacían más que rondar de un lado a otro con recuerdos del beso con Angie y salí de allí. 

Fue cuando abrí la puerta que sentí mi interior temblar. 

-Al fin te encuentro.- Dijo moviéndose inquieta. 

Dibujé una sonrisa de mentira en mi rostro. 

-¿Me buscabas? Qué romántica, ¿ahora me besarás?.- Le pregunté siendo totalmente sarcástica. 

Vislumbré su expresión convirtiéndose en piedra, y segundos después parecía enojada. 

-Venía a pedirte disculpas, pero eres...- Vaciló sin explicarse y volteó para irse.

¿Pedirme disculpas? ¿Por qué? Sentí ganas de golpearla y lo habría hecho, pero me abstuve al verla detenerse de espaldas a mí. Cuando volvió a mirarme, lucía pensativa.

-¿Por qué lo haces?.- Preguntó sin mover un músculo de la cara.

Mis recuerdos viajaron a velocidad luz y supuse que hablaba de mi conversación con Martina; sonreí.

-Si te refieres a tu novia, aclaro que ella me agrada. Es simpática y piensa que soy buena persona.- Me encogí de hombros.

-Marti no es mi novia y no es de eso de lo que te estoy hablando.- Se quejó.

-Oh.- Balbuceé confundida.-¿A qué te refieres entonces?.-

Su pechó se elevó mientras respiraba con ferocidad.

-Deja de hacerlo.- Pidió acercándose un paso. Sus pies chocaron con los míos.-Deja de provocarme.- Susurró con los ojos cerrados.

¿Yo la estaba provocando? 

-Defíneme qué es provocar.- Musité llevando una mano a su pecho. 

Al parecer la pillé desprevenida, porque al mero tacto ella se tensó y abrió los ojos. 

-Lo que estás haciendo ahora.- Dijo en voz baja. 

Sus ojos destellaron cuando se encontraron con los míos. 

Escuché un par de pasos a lo lejos, pero al parecer Angie no, porque en vez de alejarse, se acercó aún más a mi rostro. Nuestras narices se rozaron. 

-¿Qué quieres de mí?.- Balbuceó insegura. 

Sus labios temblaron y mi respiración se detuvo. 

-Quiero que tus malditos labios se posen sobre mis malditos labios y que nuestras malditas bocas encajen como un maldito rompecabezas.- Dije.

Al oírme, supe que no debería haber dicho mi pensamiento en voz alta.

-¿Qué se supone que...?.- Empezó a decir cerrando los ojos con fuerza.

-Bésame.- La interrumpí.-¿O es que acaso una nerd como tú no entiende el vocabulario de una perra como yo?.- La desafié.

Angie abrió los ojos, y cuando pensé que me besaría sólo apoyó su frente sobre la mía y me miró fijamente.

-Nunca...- Musitó y se detuvo. Por más de dos segundos reinó el silencio, y sin más llevó una mano a mi mejilla derecha.-Nunca vuelvas a decir que eres una perra.- Completó, y arrastrando su dedo pulgar por mis labios, retrocedió un paso.

Sentía mi cuerpo tembloroso, incluso mi estómago parecía revuelto.

Mi piel ardió cuando alcé la mirada y me encontré con Angie delante de mí. Por un momento lució aturdida, pero no pasó mucho hasta que sus dientes se apretaron y después me dejara allí sola. 

Como siempre lo hacía...

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bno emm aparezcoooo

Estúpida AngieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora