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«Si tenerla lejos es doloroso, tenerla cerca es peor.»

―Angie.  

-Mierda.- Mascullé, cerrando de un portazo la puerta de mi casillero. 

-¿Angie?.- Escuché que alguien susurró a mi lado.

Arrugué el trozo de papel entre mis dedos y giré mi cabeza hacia la voz. Una sonrisa tímida me recibió en el rostro de Martina, pero sus cejas estaban fruncidas. 

-Hola. Yo... yo...- Tartamudeó un buen rato ella, y se encogió de hombros. -¿Estás bien?.- Preguntó al final, torciendo sus labios.

-Sí.- Mentí, apretando los puños. 

Por unos segundos, Marti retorció un mechón de cabello entre sus dedos, y entonces abrió la boca otra vez. 

-Entonces nos vemos mañana, adiós.- Saludó no muy segura, y se fue por el pasillo.

Cuando vi su cuerpo alejándose, y el cabello rubio balanceándose por su espalda, me insulté a mí misma. Marti no tenía la culpa de que mi humor estuviera por el piso, mucho menos, que yo estuviese enamorada de Brisa. Al pensar en su nombre, vino a mi cabeza la nota que había encontrado en mi casillero segundos antes. 

"Creí que diciéndote sabelotodo me odiarías, pero al parecer sigues enamorada de mí. Pobre de ti, ilusa niña lloróna". 

Caminé por el mismo corredor por donde se había ido Martina, y antes de salir al patio, arrojé el papel que tenía en mi mano a un cesto de basura. Y mientras buscaba con la mirada a la pelirrubia que había querido entablar conversación conmigo y yo había ignorado con mi indiferencia, me juré olvidar a Brisa. Olvidar sus ojos chocolatosos, su sonrisa amplia, y también los lunares que se encontraban distribuidos por su cuerpo.
Suspiré consternada.

                                          -

Dos días han pasado desde que solté el último suspiro por Brisa. Y déjenme decirlo, es todo un récord de mi parte, además de un total y completo sacrificio. Odio tener que admitirlo, pero es difícil no mirarla... sobre todo cuando me lo he prohibido yo misma. 

-Aquí, Angie.- Me llamó Marti, agitando su mano encima de la cabeza, desde el otro extremo de la cafetería. 

¿Qué puedo decir? La pelirrubia es una de las causas por las que he soportado tanto tiempo sin mirar hacia Brisa. Martina es mi nueva "amiga", si es que se le puede llamar así a una chica que apenas conozco y que se sienta desde hace dos días junto a mí en la cafetería. 

Le sonreí, al verla, y caminé hasta estar a su lado. 

-Hola, rubia.- Le dije, dejando mi bandeja con la especialidad del día sobre la mesa. 

-Hola, azul.- Me dijo de vuelta.

Con Marti todo era fácil. Reír. Pensar. Hablar. Estudiar. Era una chica con la que tenía muchas cosas en común, sobre todo, la parte donde las dos éramos nerds. Y a las dos nos gustaba apodarnos según el color del cabello.

-¿Comida misteriosa?.- Indagó, arrugando la nariz hacia mi bandeja con unos raros trozos de verdura o vaya a saber qué.

-Eso parece.- Asentí no muy segura.

El resto del almuerzo fue bastante entretenido, y no sólo porque con ella podía hablar de mis series preferidas, los libros más profundos que había leído, los mejores profesores de matemáticas o los últimos descubrimientos científicos, sino también porque Marti era sumamente divertida... y sabía hablar al revés, entonces cada vez que perdía en el jueguito de su celular, puteaba al revés, lo cual me causaba mucha gracia.

Estúpida AngieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora