°•[Capitulo IV]•°

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Eren Jaeger

— ¿Hey, Bichito, estás bien? —pregunté levantando con delicadeza su mentón.

Sus ojos brillaron mirándome fijamente, era preciosa, sus lechosas mejillas se colorearon y la canula parecía decorar perfectamente su rostro.

— No me digas bichito —regaño con una leve sonrisa, definitivamente Mikasa era única.

Reí entre dientes y acaricie su mejilla deseando ver su reacción.

Las puertas dobles se abren de golpe y un chico aparece a través de ella, Mikasa se exalta y rápidamente se pone la mascarilla sobre su boca antes de que el joven lo note.

— ¿Mikasa? —llamo el chico arqueando una ceja—. ¿Eres tú?

Deslizó su mano y las luces de las girnaldas parecían iluminar con mayor intensidad.

— ¿Hola? —musitó tontamente. Sonreí al ver que sus ojos buscaban ayuda.

— ¡Mikasa, conoces las reglas! —gruñó enojado apoyándose en el marco de la puerta.

Me percató de nuestra cercanía y me alejo un poco de ella, sentandome a una distancia considerable.

Acaricio al cachorro cuando de repente su delicada mano roza la mía. La miré de soslayo con una diminuta sonrisa, Mikasa estaba tranquila mirando al chico que parecía estar a punto de atacarla.

El joven se acerca apresurado y aleja al pequeño cachorro de nosotros, el perro ladra y lame su rostro una y otra vez. Sus ojos claros brillan y frunce el ceño, de reojo veo a Mikasa estirar sus brazos como si le hubiesen quitado su juguete favorito.

— No debes estar cerca de los perros peludos y lo sabes —reprendió una vez más—, ¿Quién te dijo está vez?

¿Este hijo de puta que se cree?, cuando me dispongo a ponerme de pie una mano en mi pecho me detiene.

— Lo siento Porco —susurra desviando la mirada, reí al ver que claramente no le importaba las palabras del chico.

El joven suelta un largo suspiro y pasa su mano por su cabello rubio, se gira y sus ojos se ensanchan al verme.

— ¿Y tú, qué crees que estás haciendo aquí arriba? —pregunta aún más enojado.

— Pues... —miro a Mikasa y sonrió con picardía—, estaba verificando si a Mikasa le hacía falta amor.

Ella ladea la cabeza y frunce el ceño sin entender del todo.

— Para que me dijera y con mucho gusto se lo hacía —sonrió al sentir temblar su pequeña mano en mi pecho.

Al chico claramente no le divierte mi respuesta.

— Vuelve a tu habitación Mikasa, y llévate a Jean —gruñe enojado, pasa por un lado y empuja una de las puertas de la veterinaria.

Su pequeña mano se aleja de mi pecho, y está vez un incómodo silencio se cierne sobre nosotros, ¿Quién era ese tal Jean?, ¿Un amigo o quizás su... novio?.

— ¿Quién es? —solté sin rodeos.

Intento ignorar los celos que penetran en mi pecho, ¡Maldita sea!.

— Porco Galliard, cuida y entrena a los perros de terapia —dice jugando con un mechón de su despeinado cabello.

— Sabes perfectamente que no me refería a él.

Mikasa guardó silencio y desvió la mirada. Dios, esta chica si que era un reto.

— ¿Nos vamos? —pregunto al levantarme.

•°★Donuts★°• [EreMika]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora