Lan Huan, de nombre de cortesía, XiChen, es un hombre bastante afable, calmado y muy organizado, la viva cara de la calma, Lan WangJi siempre ha pensado que su hermano antes de nacer ha visto el rostro de Buda y por eso nunca se molesta o es engreído, pero, que esa cara amable suya no engañe a nadie, por dentro es una máquina de pensamientos veloces, capaces de leer a todas las personas con una sencilla mirada, una técnica que fue perfeccionando con el tiempo, a medida que su hermano menor iba creciendo. Así que, no le es difícil intuir el repentino interés de Lan WangJi en ese singular personaje.
Con una sonrisa baja el pincel y el papel por completo, demostrando su comprensión.
—Lleva trabajando cinco años aquí, así que no creo que lo hayas visto antes —Lan XiChen sonríe ante el brillo de curiosidad que se escapa de los ojos de su hermano, quien no se había movido de dónde estaba, tan tieso como una estatua —, vivía en una parte retirada de la ciudad, nadie sabe de dónde salió, solo un día llegó aquí pidiéndome trabajo y no me pude negar, es un pobre desquiciado...
XiChen le comentó a Lan WangJi la historia del joven Wei Ying, conocido como el loco de Caiyi.
No era más que un niño cuando llegó a la ciudad, con la mirada perdida, mordido por los animales salvajes, la ropa hecha jirones. No llevaba nada más que una cinta roja entre las manos, probablemente de la madre que tuvo que sacarlo de casa por la pobreza, era ya algo muy común entre las familias pobres con muchas bocas para dar de comer. Nadie esperaba que una mujer de los barrios rojos fuese a acogerlo hasta que tuvo la edad suficiente para trabajar en los campos de arroz del Clan Lan y fue expulsado del lugar, pero, incluso en esos entonces, el chico ya daba los síntomas de la locura, bailando como una joven cortesana mientras hacia sus deberes de limpieza, mientras hacia los recados de la dueña del pabellón de entretenimiento más conocido, en fin, en todos lados bailaba y cantaba tan espantoso como un cuervo anunciando la muerte.
Sin embargo, ese joven niño gozaba de una belleza que bien podía competir contra la de hombres y mujeres por igual, aunque claro, cuando muchos hombres de dinero quisieron robarlo, siempre terminaban en los basureros o con marcas de látigos, quemaduras o golpeas y una costilla quebrada y un niño de enormes ojos grises saltando sobre sus torsos.
Por supuesto, que la dueña de dicho establecimiento cuidaba bien de sus empleados, y procuraba mucho a este niño, hasta que un día simplemente se hartó y lo lanzó a las puertas de la familia Lan para que le otorgaran un trabajo en los arrozales, se consiguió una choza en algún lugar del bosque, sacó dos niños de la nada, un burro y una carreta que ya no servía y la arregló. Cinco años después continúa laborando como el mejor empleado de su sector, cargando mucho peso en la espalda, aun bailando y actuando como un lunático de vez en cuando. Por ser tan él, con la carga de cuidar dos niños huérfanos, Lan XiChen le pasaba cuando se llevaba dos puñados de arroz en los bolsillos de su ropa.
—Pero, a pesar de que fue criado en una casa de entretenimiento, al parecer nunca hizo más que la limpieza. —Lan XiChen finaliza, observando el brillo de pánico dentro de las cavilaciones de su hermano, pero era comprensible, el hombre, Wei Ying, mentalmente era inestable, demasiado inofensivo hasta cierto punto, que fácilmente cualquier casa de placer pudo haber tomado desde chiquillo y ver la belleza bajo la cara sucia y perdida, para venderlo como una prostituta sin voz ni voto. —Vivió bajo la tutela de Madame Yu, la dueña del Pabellón del Loto, así que era difícil que alguien le hiciera algo a un pobre chiflado.
Lan WangJi ya no dice nada, se levanta y se despide de su hermano, con algunos papeles para comprender su nuevo rol como capataz de la finca y con premura sale de la oficina de su hermano, quedándose con muchos pensamientos dentro de su mente.
Era más que obvia la situación financiera de Wei Ying, pero aquello ni su supuesta locura le quitaban lo guapo, ni la bonita sonrisa, ni tampoco aquella voz que ocasionaba terribles tormentas en su interior con una sola palabra, con el batir de sus delgadas pestañas. Caray, debería de darse un premio por haber caído por un chico tan rápido, se lo merece.
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Limpiaré las lágrimas que caen de tu corazón
Fiksi PenggemarHanGuang-Jun es el Según Maestro del Clan Lan, los principales productores de arroz en las Llanuras Centrales, así como nobles pertenecientes a la lejana monarquía que gobernaba todo detrás de la amurallada y fortificada Ciudad Prohibida. Lan Zhan...