Su agonía

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¿Se puede enfermar de tristeza? 



Se pregunta el Manuel postrado en su cama, que ya ni capaz es de seguir suspirando.

El apetito se le ha ido. No siente ganas de seguir vivo.



Mira su mano entonces, ella sigue delgada y sus dedos, frágiles como pequeños bajo la tela de su abrigo se sienten helados.



Se ve tan desgraciado. No quiere imaginar cómo se verán esas invasoras ojeras.

De seguro deben estar más remarcadas así como la tristeza en su pálido semblante.



 La fiebre consume cada gramo de su cansina persona. Un ligero llanto acompaña su soledad. Lo extraña tanto, ¿por qué tenía qué agonizar sin verlo?. 



Sebastián te odio. Pero a la vez no he dejado de pensar en ti. 

Siento que el rencor es sólo un cruel disfraz sobre el cual se halla muy bien oculto el amor... 

Siento que te quiero. 

Y eso me produce más jaqueca de la que puedo soportar.

 Maldito, maldito Artigas. Te necesito, necesito; Tus brazos, tu calor, tu protección... Tu dulzura que hace mucho me hiciste presente en tiernos gestos como sostener mi mano y sonreír para que yo calmase mis angustias. 

Me siento solo. Tan solo en esta cama de dos plazas. 

Sostengo las sábanas como si estas fuesen tus suaves y frías manos. Extraño calentar esas frías palmas tuyas. 

Añoro derretir esa gélida mirada que tenías para con todos. 



 Si tan sólo hubiese sido más valiente y no un estúpido niño mimado... Tú me mimaste demasiado, es prácticamente tu culpa. Me hiciste sentir tan apreciado que los humos se me  bajaron. 

Y sí, si me domaste, Sebastián. Tenías a un rebelde omega a punto de querer ser tomado por ti. 

Sin embargo tú ya hablaste. Y sólo me ves como a un hermano... Un chiquillo que necesita ayuda. 

Así me ves Sebastián. Siempre me viste así y yo sólo me armé escenarios que jamás sucederían. Fui un tonto. Exploté y te di esa cachetada... 

Tu hermoso rostro yacía lastimado. Y cuanto lo siento. Jamás debí dejarme llevar por la furia. 

Pero bajo estas capas de rabia contenida hacia ti, también se hallaba la tristeza como una raíz maligna y bien incrustada en este desesperado corazón que tengo. 



Te quería tanto Sebastián. Tanto tanto, que no fui capaz de contener las lágrimas en cuanto rugiste tus declaraciones hacia mi. 



"Yo no quiero nada con vos" 



Mi corazón se destruyó en cuanto te vi así de furioso y recitando tan horribles palabras.

 Mis dientes estaban gastándose de tanto rechinarlos por este encuentro de emociones que produjiste en mi. Y yo te di esa cachetada. Te la merecías. Me habías dado alas y me las cortaste fácilmente sin pensar en mi estabilidad emocional.

 No te importó abrazarme, darme besos en la cabeza. Alzar mi delgado cuerpo por los cielos. Tomar mi mano.... ¡¡Casi me besaste!! 

Tú, maldito uruguayo. Tú jugaste con mi herido corazón. 



Traición y Miseria º|UruChi|º OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora