Durante el resto de la madrugada Sebastián esperó y esperó.
En sus manos reposaba una flor. Que con pesar arrancó de su hogar (un frondoso arbusto) porque la imagen de los opacos orbes de Manuel brillando por atesorar una pequeña florecilla del parque al que fueron se le repetía una y otra vez en su subconsciente.
Manuel no tiene tanto contacto con el mundo exterior. Eso apena al rubio, que no pudo dejar la oportunidad de pedirle una salida a solas y así enseñarle de todo lo que se perdía.
Al menos un parque sería buena forma de iniciar.
Era tranquilo, así como relajante ver todo mientras estabas sentado.
Y aunque Manuel no se haya esforzado por formar plática alguna. Su compañía seguía resultándole encantadora a Sebastián.
— Mira, Sebastián. Allá hay una que esta desocupada.— dice señalando una de las pocas bancas sin personas sentadas en ella.
El parque al que le llevó era más o menos concurrido, y para desgracia suya, hoy era un día en el que la mayoría de las personas tuvieron ganas de venir.
— Perdoná si te he traído en mal momento. Enserio creí que no iba a haber mucha gente.— expresa avergonzado mientras toma asiento.
— No, no te preocupes. Necesitaba tomar aire.
La pequeña sonrisa dedicada por el menor hace que su corazón empiece a latir más rápido.
Por primera vez en su vida, Sebastián corresponde a una sonrisa con otra más embobada y tímida.
En cuanto reacciona ya es demasiado tarde, Manuel estornuda un poco y se cubre con la bufanda aflojada que rodeaba su cuello.
— Perdón...
— Te compraré una bebida .— ofrece rápidamente y estaba dispuesto a pararse, sin embargo el castaño le agarra de la mano.
— No lo hagas, esto.. no es nada, solo fue un estornudo ...
— Te daré mi abrigo entonces.
Sebastián ya no sabe porqué hace todo esto. Jamás en su vida había experimentado ese nivel de preocupación por alguien.
Definitivamente se volvía loco cada día que pasase junto a ese omega.
Tal vez es... ¿solidaridad?
— N-no.— réplica demasiado tarde. Ese testarudo hombre ya se encuentra abotonándole el cálido abrigo que ahora le envuelve.
— Vos tranquilo Manuel, yo no lo necesito. Vos sí... Además, Martín se enojaría conmigo si por mi culpa te enfermás.— argumenta sonriéndole.
Manuel dentro de sí refuta a Sebastián, puesto que a Martín ni le importaría que muera en uno de estos días. Es más, el argentino espera con ansias el día de su muerte para asistir al funeral.
— Ya está, ¿Estás cómodo?...
— Sí.... — responde sonrojado.
El olor de Artigas se le impregna y realmente quisiera desmayarse por tan delicioso delirio fragante.
Era como si Sebastián lo abrazara eternamente.
Ese maldito abrigo además de suave y cálido, era un pedazo de tela con mucha esencia ajena.
— Me alegro. Ahora me esperás a mí, yo sí quiero comprarme algo. Tengo hambre .— le dice en tono gracioso y mostrando esos aconejados dientes que tanto enternecían al de ojos marrones.
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Traición y Miseria º|UruChi|º Omegaverse
FanfictionEl vacío de un propósito no habido y un joven sin futuro son bendecidos por la llegada de un costurero en un trágico efecto dominó por el calor del primer amor.