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Decir que Harry estaba tranquilo no era más que una vil mentira. Temía que en cualquier momento Ron asomara su cabezota y escuchara a Hermione opinar sobre sus sentimientos por el capitán de Hufflepuff. No sabía como lograría zafarse de ello si sucediera.

—Ron no se enterará de nada, Harry. —Había dicho Hermione para tranquilizarle—. Está ocupado soñando despierto con Viktor Krum.

Harry asintió, no tan convencido.

—Como decía: solo quiero que tengas cuidado. Hay muchas chicas en Hogwarts a las que les gusta Cedric y aunque la mayoría son muy agradables, no dudo que haya alguna que no lo sea.

—No tengo que cuidarme ni nada. De todas formas no le gusto.

—Yo vi algo diferente en la pradera.

Harry se quedó callado. No tenía idea de cómo refutar aquello sin quedar como un imbécil.

—Si te hace sentir mejor, podemos cambiar de tema —ofreció Hermione con una leve sonrisa.

—Sí, por favor. Si vuelvo a escuchar el nombre de Cedric me explotará la cabeza.

Harry sonrió al escuchar a Hermione reír. Se sentía genial poder contar con alguien como ella. Hermione solía ser bastante testaruda y cegada ante sus opiniones, por lo que había sido toda una sorpresa para Harry el que le aceptara con tanta facilidad. Creyó que al menos vería la duda en sus ojos, pero la joven se mantenía tranquila, rodando los ojos de vez en cuando él empezaba a divagar o cuando escuchaba el nombre de Viktor Krum salir de los labios de Ron.

—Sé que soy malísima en el quidditch, pero no es lo mismo al verlo —respondió ella cuando Harry le preguntó el porqué había accedido a venir al campeonato—. También quería pasar tiempo con ustedes y explorar de cerca la cultura mágica.

A Harry le hubiese gustado darle a Hermione algún cumplido sobre sus habilidades en el quidditch, pero era más creíble decir que Malfoy era una buena persona.

—Es terrible si lo piensas. Soy mala en algo y Ron no.

—Sí, qué desgracia.

—¿Qué cosa es una desgracia? —Ron había asomado su cabeza pelirroja.

Harry suspiró aliviado de que lo inevitable hubiese ocurrido en el momento correcto.

—Nada. Solo estaba hablando tonterías con Harry.

—¿Entonces por qué oí mi nombre? ¿Soy una tontería ahora?

—Ay, no seas dramático, Ron.

Después de eso, los tres salieron de la tienda para recorrer el lugar y traer el agua que el señor Weasley había pedido. El mar de tiendas de campaña se desperdigaba a lo largo del lugar. Tantos magos conviviendo, diferentes culturas convergiendo y Harry pudo ver el asombro en el rostro de Hermione. Ron, por su parte, se movilizaba observando las cosas más curiosas de los magos de otras culturas, como la marea de verde en las tiendas de los irlandeses.

Se encogieron de hombros cuando se toparon con su compañero Seamus Finnegan, quien de igual manera vestía de tonos verdosos. Se sentía como saludar una planta.

Si no fuéramos estrellas • HedricDonde viven las historias. Descúbrelo ahora