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La contestación de Cedric tardó, mucho más de lo que a Harry le hubiese gustado. Tanto así, que cuando los Weasley pasaron a recogerlo y volaron su estufa eléctrica y la mitad de su cocina, no había ni rastro de alguna lechuza mensajera con una carta de Cedric. Eso, definitivamente era peor que su tío Vernon ardiendo porque los Weasley invadieron su casa.

La madriguera era uno de sus lugares favoritos en el mundo, y el hecho de que los Weasley fueran unas personas bastante activas, facilitó que pudiera distraerse y olvidar por completo que Cedric no parecía haber respondido a su carta. Aunque los Weasley no notaran que estuvo las primeras horas esperando por una respuesta, Hermione sí que lo hizo.

—Harry, ¿está todo bien? —inquirió con esa voz preocupada que la caracterizaba—. Estás con la cabeza en las nubes.

—Sí, solo estoy algo cansado.

La noche dificultaba la visión, pero Harry podía distinguir algunos rasgos de Hermione gracias a un haz de luz de luna. Estaban los dos en el cuarto de Ron, conversando sobre la vida ya que ninguno de los dos había podido dormir en la hora que la señora Weasley había estimado, por lo que llevaban un par de horas envueltos en una conversación. Al principio también estaba Ron, pero después de alardear sobre Viktor Krum como si fuera un dios griego, terminó quedándose dormido con el nombre de Krum en sus labios.

Y aunque Hermione no pareció contenta con aquella respuesta, se decidió por no preguntar acerca del tema. Mientras, Ron dormía tan profundo que parecía que nada podría despertarlo.

—Parece que iremos con alguien más al partido de Quidditch.

—Uh, ¿con quién? —preguntó Harry.

—No lo sé. Escuché al sr. Weasley comentarlo, pero no escuché ningún nombre.

Harry asintió, dándole a entender que le había escuchado. En ese momento, mientras la gata de Hermione se acercaba a restregarse en la pierna de Harry, una lechuza se acercó a la ventana del cuarto de Ron. Desde el cristal, Harry distinguió la lechuza como la mensajera que le había estado trayendo las cartas de Cedric.

—¿Quién te envía cartas a altas horas de la madrugada? Debe ser un loco —suspiró Hermione, aunque agudizó la vista en un intento de distinguir algo en el papel.

—Cedric.

Hermione, quien creía haber escuchado mal, se sacudió hacia atrás, incrédula. Pero, Harry no se retractó de su respuesta ni mucho menos se percató de la reacción de su amiga, pues sus ojos no podían despegarse de su nombre escrito con la letra de Cedric.

—¿Cedric? ¿Cedric Diggory, de Hufflepuff, te envía cartas a las una de la madrugada?

—Sí.

—Y tú estás feliz por eso...

—Sí —respondió sin pensar, pero luego, levantó la vista y negó con rapidez—. Digo no. Bueno, nos hicimos amigos este verano.

—¿Qué? ¿Cómo es posible que Cedric Diggory y tú se hicieran amigos? Creí que los Dursley eran más restrictivos con eso de visitar magos.

—Lo son —afirmó Harry con desagrado, desconcertando aún más a Hermione—, pero no hubo ninguna visita. Nos encontramos por casualidad.

Hermione arqueó una ceja con escepticismo.

—¿Así sin más? Qué curioso. —Ella solo ladeó la cabeza con interés—. Oh, escuché unos rumores el año pasado sobre él y Cho Chang. Creo que medio alumnado femenino se indignó ante eso.

—¿Y tú? —gruñó Harry. En realidad no le interesaba si Hermione estaba colada también por Cedric, pero necesitaba desviar la conversación para alejarla de la supuesta parejita que recorría su cabeza.

—No me interesa —afirmó Hermione—. Bueno, él tiene pinta de ser agradable, pero no tengo interés.

Después de eso, Hermione no pudo soportar más el sueño e incluso Harry juró oírla pedir perdón a sus padres por pasarse de la hora de dormir. Se levantó de la cama y sonrió curiosa sin dejar de observar la carta.

—Buenas noches, Harry.

Cuando por fin pudo verse solo, o al menos sin nadie consciente en la habitación, sonrió como si la carta que recibió fuera de Sirius o de alguna otra persona importante para él. No había pensado hasta qué punto Cedric podía mejorar sus estados de ánimo con una simple carta, pero ahí estaba, apoyándose de la luz de la luna para intentar leer el contenido.

"Hola Harry,

¿Te molesta si soy más informal? Espero que no, pues me gusta pensar que estamos formando una genial amistad.

Gracias por comentarme sobre tu día y lamento no haberte escrito apenas me llegó tu carta. Estuve bastante ocupado estos días, pero... ¡Adivina qué!

¡Cho Chang me escribió!

Sí, sé que suena extraño, pero me escribió saludándome y para preguntar por mi verano. Fue muy dulce en la carta, en serio, realmente pude imaginarla a ella, sentada en su escritorio y escribiéndome una carta con una hermosa sonrisa.

En fin, eso no es para lo que te escribí. Solo quería decirte que espero que estés feliz ahora que ya saliste de esa horrible casa y estás con los Weasley (espero que les hayas dado mi saludo).

¡Nos vemos mañana!

Con cariño, Cedric."

Harry no prestó mucha atención, debido a que el sueño había comenzado a apoderarse de su cuerpo. Se acomodó sobre la cama y con un gesto de disgusto, dejó que la carta se deslizara por el aire hasta terminar en el suelo y decidió concentrarse en dormir igual de profundo como lo hacía Ron.

¡No podía creerlo!

No tenía ningún problema con Cho Chang (ya no), pero le parecía una mala broma que ella arruinara inconscientemente una carta que había aguardado con recelo. Él estaba esperando saber de Cedric, que se aventurara a contarle más sobre su persona, pero una mueca tristona se divisó en su rostro al pensar en que la mayoría de la carta se centró en Cho. De hecho, se sintió aún más miserable al pensar en la realidad: que Cho sí se merecía a Cedric, que de verdad era una chica dulce y que entre ella y él, no había ninguna duda de que Cho era mejor.

Y no es que Harry se estuviera menospreciando a sí mismo, solo estaba consciente de la realidad, de la verdad vista desde los ojos de Cedric.

—Viktor... ganamos... la copa... —murmuró Ron en sueños y Harry no pudo hacer más que gruñir. Genial, hasta Ron podía ser más feliz que él, incluso cuando dormía.

Se acomodó sobre la cama y no supo en qué momento se durmió, pero esa noche no corrió con la suerte de Ron de soñar con la persona que más deseaba.

Si no fuéramos estrellas • HedricDonde viven las historias. Descúbrelo ahora