Capítulo 6: El bar Coyote (segunda parte)

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-Raúl, me meo. Acompáñame al baño -le pido a mi amigo.

Raúl está bailando como un descosido a ritmo de Mónica Naranjo mientras a mi me duele la vejiga.

-¿También quieres que te baje las bragas para que hagas pipí?

Le miro con odio.

-Tienes que empezar a dar pasos tú sola. Empieza por los que van de aquí al baño.

-Pero... ¿y si me habla alguna chica?

-¡Pues le hablas tú también! No tengas miedo, no te van a violar.

Cojo aire hasta que llena mis carrillos y lo expulso con violencia. Qué manta de hostias le metería a Raúl alguna vez.

Pongo el cuerpo en tensión y cruzo el local tratando de no rozar a nadie ni que nadie me roce para que no me malinterpreten y entonces, antes de llegar al baño, la veo: la chica del metro. Está de espaldas y baila junto a su grupo de amigas, que cantan muy motivadas la canción de Malú que acaba de pinchar la DJ.

-Joder, joder, joder -me quedo paralizada y cuando al final logro moverme sólo me sale ir hacia atrás.

-Raúl, es ella, es la chica del metro.

¿Quién?

-Esa, la del pelo moreno y largo que lleva un petate a la espalda.

-Estupendo, Nico, acabas de describir al 75% de las presentes.

Le cojo del antebrazo y extiendo la mano para señalar.

-¡Esa!

Raúl afina la vista. Nunca reconocerá que debería llevar gafas.

-¿Estás segura? Está de espaldas.

En realidad, pocas veces he visto a la chica del metro de espaldas pero estoy segura de que es ella. Bueno, casi segura.

-¿Y qué haces aquí? ¡Ve a hablar con ella!

-¡No!

-¿Estás tonta o qué te pasa? -Raúl me agarra de los hombros y se acerca para asegurarse de que le oigo por encima de la música. -Tu viaje ya ha comenzado. No será sencillo, no será corto, pero ahora no puedes echarte atrás. Disfruta de los momentos buenos y traga con los malos. Este es uno de los buenos. Así que ve hacia esa chica y preséntate. Sin más, como tú eres. Le encantarás.
-¡Ese es mi miedo! Que le guste, que me pida una cita o que le de por besarme o por querer hacer el amor conmigo. Me aterra esa idea...
-Nico, no adelantes acontecimientos. Ve ahí y preséntate.
-No... -digo con un hilillo de voz y agachando la cabeza.
Sin verlo venir, Raúl me empuja de manera delicada pero con firmeza hacia el grupo y choco con la chica del metro. Cuando levanto la cara, la chica ya se ha girado.

No es ella. No es la chica del metro. Es otra chica que irradia belleza por todos los poros de su piel. Siento un gran alivio al comprobar que no es la mujer que estaba buscando.
-Disculpa, pensaba que eras una conocida...
Me dispongo a marcharme, pero la chica me agarra de la cadera y me obliga a volver hacia ella. Su grupo de amigas se sonríen cómplices y me hacen un rápido examen visual.
-Me llamo Mamen -se presenta y me planta dos besos en las mejillas. -Ahora ya lo soy -me mira sonriente.
No reacciono.
-¿Y tú cómo te llamas? -me pregunta.
Trago saliva.
-Nico... -respondo.
-¿Cómo? -Mamen se me acerca con la excusa de que no me oye. Más adelante me confesaría que me escuchó a la primera, pero que quería saber cómo olía.
-Nico -digo un poco más alto.
-Encantada, Nico. ¿Has venido sola?
-No, he venido con... -me giro para señalar a Raúl pero no le localizo entre la gente.
-Creo que se ha ido -me dice una de sus amigas. -El chico, digo...
Le miro con cara de estúpida. Las chicas parecen simpáticas pero no puedo evitar sentirme como una cebra entre hienas.
-Nico, vamos a la barra, te invito a una cerveza.
Tengo a un ángel y a un demonio en cada uno de mis hombros. Tienen la cara de Raúl y los dos me dicen que acepte.
-Vale.

Mamen se dirige con seguridad a la barra. Hay hueco por la derecha pero prefiere ir por otro lado, donde más gente hay. Estoy tan lenta que tardo en captar que es otra estrategia: quiere cogerme de la mano.
Comienza a hablarme. Me cuenta que trabaja en una aseguradora o en un bufete, no me ha quedado claro, y que comparte piso. Yo le cuento que estudio, que vivo con mis padres, que he venido con Raúl.
Es guapa a rabiar. Es segura de sí misma, divertida, sexy... Bebo un trago largo de cerveza y enseguida se me sube a la cabeza.
-Es tu primera vez, ¿verdad?
Un poco de espuma se me cuela por la nariz. Asiento con la cabeza.
-Recuerdo mi primera vez en un bar de lesbianas.
-¿También lo pasaste mal?
-¡Qué va! -se ríe. -Tenía tantas ganas de mujeres que me encantó. Lo que no había hecho nunca, lo hice aquella noche. Quiero decir... -rectifica ante mi cara de asombro -que estaba confiada, me presentaba a las chicas que me gustaban, no tenía miedo al rechazo... ¿Sabes?
-Ese no es mi miedo, precisamente -le confieso no sé muy bien por qué.
-¿Y cuál es tu miedo, Nico?
Cojo aire, miro a mi alrededor y niego con la cabeza. Dejo la cerveza en la barra.
-Mamen, muchas gracias por todo, de verdad, pero creo que voy a irme, ¿vale?
Mamen tuerce la cabeza y me mira como si fuera un animal del zoo.
-No te vayas, porfi.
-Sí... Tengo que encontrar a mi amigo Raúl.
Sonríe.
-Nico, tu amigo se ha ido a casa o a otro bar. Te ha dejado sola para que espabiles. Me juego lo que quieras a que tienes un mensaje suyo en el móvil en el que te dice que me comas la boca.
Doy un respingo cuando oigo esa expresión. ¿De qué va esta tía? Saco el móvil y ahí está. El puto mensaje de Raúl diciéndole que le coma la boca a la chica que acabo de conocer.
-¿Estáis compinchados o qué?
Mamen se ríe con ganas.
-No, no... Pero no eres la única que ha pasado por esto, ¿sabes? -me mira con cierta ternura. -Todas nos hemos tenido que enfrentar solas a esto -hace un gesto con la mano para señalar a todas las chicas del bar. -Todas estas chicas han tenido o tienen miedo, ilusión, curiosidad, inseguridades... Y las seguirán teniendo porque esto es una carrera de fondo. Más vale que hayas reservado fuerzas.

No puedo dejar de mirar el lunar que tiene sobre el labio. Creo que le estoy mirando demasiado la boca, pero es que no para de hablar y apenas la oigo por encima de la música. Asiento con cada cosa que dice pero no aporto nada. Me siento pequeña.
-Tienes miedo a que te guste una chica y a todo lo que conllevará después: el rechazo, los comentarios por la calle cuando vayas con ella de la mano, o el no poder ir siquiera de la mano... Pero si te dejas llevar por el miedo, te perderás lo bueno: los besos suaves y dulces de una chica, el tacto de su piel, su olor, su pelo largo haciéndote cosquillas en la nariz cuando hundas tu cara en su cuello, la delicadeza con la que te tocará los pechos o el... o el... -busca una palabra delicada para decir "coño" pero no le sale. -Bueno, ya sabes.
Quiero eso que ha dicho. Estoy un poco aturdida por el alcohol, la música y el calor del local. Quizá no es el local lo que me de calor. A lo mejor es su presencia, sus palabras. Estoy sudando y temblando a la vez.
-¿Quieres que salgamos a tomar el aire?
Niego con la cabeza y mantengo la boca cerrada. Puede que esté un poco ruborizada. Ella tiene color en las mejillas. Le miro los pechos con un movimiento rápido de los ojos. Dios. Son preciosos. Subo y pillo su lengua paseándose por los labios para echar un trago de cerveza. Le paro la mano que sostiene el botellín. Me mira con extrañeza pero ya sabe lo que voy a hacer. Lo sabe antes que yo. Entreabre los labios y me lanzo a por ellos.
Tenía razón. Cuando mi boca entra en contacto con la suya la noto suave y dulce. Apresa mis labios con los suyos para liberarlos al instante siguiente. Así tres o cuatro veces. Antes de que meta lengua, me separo de ella.
Por alguna razón, siento que debo darle las gracias, pero sé que sonaría estúpido y me reprimo.
Me sonríe. Sonríe sin parar y me mira con una extraña mezcla de ternura y deseo. Como nunca antes me había mirado nadie.
-¿Qué tal estás?
-No lo sé.
Pensaba que sería liberador pero creo que me he puesto un peso encima.
-Me ha gustado -le digo sabiendo que estoy sonando como una cría de doce años.
-A mi también. Mucho. Y eso es un problema para ti.
-¿Por qué?
-Porque ahora no te puedo dejar escapar.
Ella vuelve a sonreír y a mi se me pone un nudo en el estómago.

Nico, por favorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora