Recuerdo cómo le conté a Raúl que creía estar colada por una chica. Estábamos en la biblioteca de la Facultad. Ambos cometimos la insensatez de querer convertirnos en periodistas y desde que nos conocimos durante el primer día de carrera ya no nos hemos vuelto a separar.
Estábamos sentados frente a frente, con un montón de folios y fotocopias esparcidos por la mesa, subrayábamos y hacíamos anotaciones al margen de nuestros apuntes. Cualquiera que nos hubiera visto desde fuera hubiera pensado que estábamos estudiando, pero un zoom a la mesa habría revelado que las notas al margen eran monigotes y el subrayado localizaba palabras a lo largo del texto con el que formar nuevas frases.
Raúl me pasó un folio con su subrayado especial. Leí las palabras resaltadas: "Esto es... un... sopor". Me reí y la bibliotecaria me chistó pidiendo silencio.
Nos quedamos mirando un momento y Raúl pudo ver cómo mi gesto cambiaba, me mordía el labio y le miraba con preocupación.
-¿Qué te pasa? -susurró Raúl.
La bibliotecaria volvió a chistar. Alcancé mi móvil, reflexioné durante unos segundos y le escribí un mensaje.
"Creo que me he enamorado".
Cuando Raúl lo leyó no pudo contener la sonrisa y se recolocó en el asiento.
"Vamos a la cafetería y me lo cuentas". Envió el mensaje y me miró. Negué con la cabeza.
"No podría contarte esto en voz alta".
Raúl escribió a toda velocidad.
"¿Por qué?".
Volví a morderme el labio. Los pulgares me temblaban.
Escribí lo más rápido que pude y le di a enviar sin pensarlo dos veces: "Porque es una chica".
Los ojos de Raúl se abrieron como platos. En ese momento, se le pasaron mil cosas por la cabeza, como más tarde me confesaría. Que si ya sabía que me iba el rollo bollo, que si pobre de mi, que si pobres de mis padres, que si ahora voy a vivir como yo quiero.
Tardó unos segundos en volver a escribir.
"Vale. Me lo cuentas cuando quieras :)"
Sabía que necesitaba tiempo, que primero tenía que asumirlo yo para poder contar mi historia. Pero también sabía que Raúl no iba a dejar que me lo callara mucho tiempo más.
Había abierto una rendija del armario y la luz me cegaba, pero la brisa que entraba parecía dulce y suave.
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Nico, por favor
AcakEl viaje de Nico a su verdadero yo comienza en el metro, cuando coincide con una chica de la que se enamora. Ah, esto... Nico también es chica.