Capítulo 1.2

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El demonio entrecierra los ojos, suelta un suspiro y desliza su brazo fuera del cuerpo de Kyōjurō. Los ojos del cazador se abren con terror, mirando como sus entrañas palpitan, como la sangre comienza a bajar de manera vertiginosa. Humedeciendo con rapidez su ropa y extendiéndose por el suelo lleno de pasto. Rengoku jadea con desespero en busca de aire.

Akaza levanta su brazo, cortando su mano desde la muñeca. La sangre obscura comienza a derramarse por la herida. Empujando la extremidad dentro de la boca de Kyōjurō. El cazador lucha, levanta sus manos que han perdido fuerza y apretando el brazo de Akaza.

El sabor es repugnante sobre su lengua, el gusto metálico de la sangre junto a un olor a muerte y podredumbre. Rengoku intenta empujarlo, no beber la sangre, pero no es necesario que la beba. Puede sentir como su piel comienza a picar, como su carne arde como si estuviera siendo desgarrada desde el interior. Forzada a estirarse para sanar la herida.

Kyōjurō aprieta los dientes, mordiendo el brazo de Akaza en su boca. Puede sentir sus huesos siendo machacados y estirados, la piel halada hasta el extremo y el burbujear de como la carne también vuelve a cubrir ese sitio. No es solo el indescriptible dolor de su cuerpo siendo convertido. El sabor de la sangre es asqueroso, le duele la cabeza y todo a su alrededor da vueltas.

Kyōjurō cierra los ojos para dejarse caer inconsciente sobre el árbol. A diferencia de la primera vez, Rengoku no lucha cuando Akaza lo levanta sobre su hombro. Llevando a través del obscuro bosque, falta menos de una hora para que el sol salga. Tiempo suficiente para que pueda llegar a casa. A esa vieja construcción en la que ha habitado de forma errática a lo largo de los siglos.

El demonio es quien se ocupa del mantenimiento de esa casa. Deja el cuerpo dormido del cazador sobre la entrada mientras le quita los zapatos. Llevando hasta el interior para recostarlo sobre el suelo de tatami. Su ropa está empapada de su propia sangre. Será mejor cambiarlo, Akaza está seguro de que los anteriores inquilinos dejaron algo de ropa. Un viejo yukata color azul deslavado y otro color verde. Ambos son tan viejos que los colores que alguna vez fueron brillantes ahora son sombras opacas.

Con un paño húmedo, enjuga la faz de Kyōjurō. Limpiando la sangre seca sobre su boca y sus mejillas. Mirando la piel que alguna vez fue rosa y viva convertirse en un papel fino y pálido. Volviéndose mortecina, observando como de manera lenta las heridas siguen curándose. Su sangre no es tan fuerte como la de Muzan, pero le ha salvado la vida a Kyōjurō.

Akaza se sienta al lado del cazador, mirando el sol levantarse por el horizonte. El uniforme negro ha sido quemado en la hoguera mientras la capa blanca ahora limpia ondea bajo los tenues rayos de luz. Kyōjurō duerme durante un día y una noche más. Por la mañana está lloviendo, por los que la luz del sol es apenas visible. La corriente de agua es torrencial bajo la casa cuando Rengoku abre los ojos.

El demonio levanta la mirada, entrecerrando sus ojos para medir la reacción del recién transformado. Akaza gatea hasta donde Kyōjurō se encuentra. Los ojos rojizos se mueven por toda la habitación, mirando y analizando lo ocurrido. Akaza se inclina, parpadea despacio y levanta su mano intentando tocar al hombre del cabello rubio.

—Kyōjurō. —El demonio dice. La mano del cazador se mueve con velocidad tocando por el cuello a Akaza empujándolo contra el suelo de tatami. El hombre del cabello rosa suelta una carcajada y pone sus manos a cada lado de su cabeza. En señal de que no planea luchar.

—Eres un maldito. —Rengoku ladra, sus labios tiemblan presos del enojo. Apretando el agarre sobre el cuello del demonio, un fuerte gemido sale de los labios de Akaza.

—Eso es, ahora podremos pelear juntos para siempre, Kyōjurō. —El demonio se calla cuando ambas manos del cazador le comprimen el cuello. Akaza cierra su puño, lanzando un golpe directo a la cara de Rengoku. Azotando de lleno al cazador, lanzándolo al otro lado de la habitación. Kyōjurō es un nuevo demonio, aún no puede manejar del todo bien su cuerpo. Akaza se pone de pie con rapidez, corriendo hasta donde el rubio se encuentra.

Litio |RenKaza|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora