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᳃ 𝖫𝖾𝖾 𝖩𝖾𝗇𝗈 ᴥ 이제 노
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Te dolió verlo así, los latidos de tu corazón disminuyeron, el conocido nudo en la garganta, hizo presencia. Tus ojos pedían a gritos soltar todo lo que ya habían contenido por años.
La fuerza de tus manos se agoto, el pequeño adorno de margaritas, fue a dar al piso, los petalos se desvanecieron, como tus piernas, caíste de rodillas, rindiendote ante la escena.
Y al fin, el agua salada salió, agachaste la cabeza, intentado esconder tu rostro y todas las sensaciones que tenías. La manga de tu sueter, fue de utilidad, limpiaste cualquier rastro de tristeza de tu rostro.
Levantaste la mirada, sacando fuerza de no se donde, para levantarte y acercarte a la camilla. "Hola, Jeno. Llegue, ¿listo para tu baño?". Besaste el dorso de su mano, sonriendote a ti misma, ocultando el dolor que crecía en tu pecho.
La esponja azul, paso por su brazo, dejando un par de burbujas, que limpiaste con una pequeña toalla que a juzgar por el color, se veía desgastada. "Ayer fue mi graduación, Jeno". Decir su nombre, te costaba unos segundos, no sabías porque, quizá la razón era porque nunca tendrías respuesta. Nunca más.
"Todos estaban felices, yo lo estaba. Solo, me faltaste tú". Tocaste su mejilla, tocando el pequeño lunar debajo de su ojo. "¿Cuándo volveras a abrir esos ojos, eh?". Preguntaste, peinando su largo cabello negro hacia atrás, para tener una mejor visión de su rostro. "Extraño tus ojos". Soltaste en un susurro, apretando tus labios, para contener los sollozos.
Tus dedos bailaron por su rostro, recordando cada momento que vivierón juntos, la pequeña cicatriz en su frente, producto de una pelea que tuvo, para salvarte de un ladrón, el día que se conocieron y nunca más se separaron.
Más a la izquierda, estaba un casi invisible rayon en su piel, la marca de su primera cita, así lo llamo él. Estaba tan nervioso, que no vio por donde iba, termino en el suelo, por pisar una patineta, abriendose la frente.
Siempre reían juntos, al recordar aquello, pero está vez, en la fría habitación blanca, solo rezono tu risa, que en pocos segundo se convirtió en llanto, uno suave, uno que intentabas ocultar.
"Jeno, el doctor dice que te desconecte, no hay esperanza, pero yo se que tu lograrás despertar y el día que lo hagas, me sonreíras, te iras caminando de este maldito hospital, yo lo sé, ¿verdad, Jeno? Jeno, por favor. Dime algo...". Tu voz se quebro junto con tu corazón.
Tus labios se acercaron de a poco a los de él, juntandolos. Imaginando que iba a despertar, como en los cuentos de hadas, solo un beso y todo sería normal nuevamente. Pero pareciera que tus besos no tenían ese efecto. Jeno, no desperto.
Al terminar de limpiar su cuerpo, recogiste las margaritas, dejandoles un espacio en la pequeña mesita al lado del sillón, no se veían tan mal. Sacaste el libro de poemas, recitando sus favoritos.
Tomaste la decisión, no serías egoísta, lo dejarías ir, Jeno también merecía ser feliz.
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