2. Un bello futuro; un futuro feliz.

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Había pasado mas de un año desde la muerte de Aniela. Desde entonces, Ilya se había dedicado a cuidar a su hijo con cuerpo y alma. El niño estaba ahora sano y fuerte, y su risa llenaba la soledad de aquella cabaña. Su padre lo amaba mucho, sus ojos azules le recordaban tanto los de ella, también el tono de su piel, tan blanca, aunque su cabello era del mismo color que el de él, un tono rubio tan claro que a veces parecía azul cielo.


Lo llevaba a todas partes con él, ahora que era verano y el clima era tan agradable, el bebé era feliz observando las flores, los pájaros y las mariposas mientras su padre cosechaba legumbres en el prado, pero sin quitarle un ojo de encima. Lo llevaba también con él a pescar o a cazar, no tenía mucha opción; no podía dejarlo solo en la cabaña todo el día, y al niño, que ya comenzaba a decir sus primeras palabras le encantaba pasear a espaldas de su padre.

Eros era un niño risueño y encantador, parecía tan maduro para su edad y era precioso. Cuando lo llevaba al pueblo todas las señoras se volvían locas con él, y él se dejaba querer, iba de brazo en brazo sonriendo feliz. Todos en la aldea apreciaban a Ilya, había logrado sacar adelante a su hijo el sólo tras la muerte de su esposa y a pesar de todo se esforzaba por sonreír y ser amable con todos, y además todos admiraban el cariño con el que trataba a su hijo. Muchos hombres en su situación hubieran preferido dejar el niño al cuidado de alguien mas en lugar de cuidarlos ellos mismos, después de todo, esa era una labor para mujeres. Pero no él, a pesar de que se lo habían ofrecido en varias ocasiones. 


Eros era la razón que Ilya tenía para seguir adelante y toda su esperanza estaba puesta en esas pequeñas manitas que se estiraban para que lo alzara en brazos y en esos hermosos ojos grandes y azules que sonreían cuando oían su voz.

Ilya se asombraba de la ayuda y apoyo que en esa aldea le brindaban. Cómo contrastaba con la indiferencia que recibía de su familia y de la de ella, ni si quiera habían querido conocer a su hijo, tampoco fueron al funeral de ella. Su padre era un hombre muy estricto que tenía que trabajar mucho para sostener a su madre y sus 3 hermanos. Él no quería que Ilya se casara con una muchacha tan rica y delicada como Aniela, pensaba que solo lo haría sufrir y que nunca podría satisfacer sus necesidades y caprichos. Cuán equivocado había estado su padre con respecto a ella, y ahora que no estaba, le había dicho que él no se haría cargo de él y su hijo, que ya bastante tenía con su propia familia.


Enfrentar a la familia de ella había sido aún peor. Le habían culpado de la muerte de su hija y el padre había estado a punto de matarlo. Afortunadamente habían intervenido algunas de las personas del pueblo que sabían que Ilya había hecho todo lo posible por salvar a su esposa. Después de aquel día, se hizo la promesa de nunca más volver a verlos, no lo merecían. Además, temía que le quisieran quitar a su hijo, que era lo único que le quedaba en la vida. Su suegra así se lo había sugerido, diciéndole que él no podría cuidar al pequeño y que correría la misma suerte que Aniela si no se los entregaba. Pero primero tendrían que matarlo antes de que permitiera que se lo quitaran.


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Ahora Ilya vivía tranquilo. Dedicado a su hijo, el tiempo pasaba rápido y el bebé crecía cada vez mas y ayudaba a llenar el vacío que su querida Aniela había dejado en su vida. Pero esa paz no duraría mucho.Al final del verano, recibió una carta de los padres de ella. En ésta le informaban que su hijo mayor, el heredero de toda su fortuna, había muerto en un accidente de caza. No había dejado descendientes. Eso significaba que el único heredero de toda la fortuna de la familia era su pequeño Eros.


Sus temores no habían sido infundados. En la carta le pedía que les entregara al niño, que junto a ellos tendría una vida privilegiada, llena de lujos y comodidades; que tendría la mejor educación y un futuro prometedor. Algo que un simple campesino como él nunca le podría dar. Además tendría el amor de una madre y un padre.


Cuando terminó de leer la carta la destrozó y la aventó lejos. Recargó los codos sobre la mesa frente a la que estaba sentado y se sujetó su cabeza con las manos. ¿Qué es lo que debería hacer? Amaba a su hijo, era todo lo que le quedaba en la vida, si se lo quitaban se moriría; pero era muy egoísta negarle una vida plena sólo por tenerlo cerca. Sus abuelos tenían razón, él lo único que podía ofrecerle era una vida sencilla, de campo, sin ninguna aspiración.


Volteó a observar a la criatura que jugaba feliz dentro de su cuna, mientras reía, esa risa inocente lo opacaba todo. Sus enormes ojos entrecerrados eran una poesía. "¿Cómo puedo negarte algo, a ti que lo mereces todo? Verás como con tus abuelos serás muy feliz y llegarás a ser alguien muy importante."El niño miraba atentamente a su padre, como si lo entendiera y le dedico una amplia sonrisa antes de proseguir con sus juegos.


El se mordió los labios para no llorar. Sintió una gran angustia al pensar que pronto no lo tendría mas junto a él. Se había prometido que no le quitarían a su hijo, y nunca pensó que consideraría siquiera la posibilidad. Pero ellos sabían exactamente que cuerdas tocar. El futuro del pequeño era lo más importante para él. Todo lo que él quería es que su hijo fuera feliz. Pasó una mano sobre el suave cabello del niño, "ojalá que yo pudiera darte todo lo que te mereces, ojalá pudiera permanecer a tu lado por siempre"

La belleza perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora