-¿Qué pretendes?
-Tranquila, sólo... No asistiremos a clases.
-¿Qué?
Honestamente era la primera vez que faltaría a clases, jamás lo había hecho, mi historial estaba limpio, por lo menos hasta el noveno día de invierno...
Mis Converse grises golpeaban los charcos haciendo que pequeñas gotitas volaran y mis pies se congelaran, mi pantalón de mezclilla negro combinaba con el día lluvioso y mi playera gris se peleaba con el aire gélido. Podía ver a Alec correr delante de mí, su mano demasiado fría tomando la mía, que supuse estaría igual, su cabello negro caía completamente mojado y se cortaba ante sus hombros, como si terminara una ducha, sus labios estaban más rojos de lo normal, lo que crea un efecto de que su sonrisa fuera aún más blanca, su camisa negra completamente abierta sobre una playera blanca era víctima del arrasador aire de la penumbra del cielo, aquella playera blanca se pegaba completamente a él gracias a la lluvia y su pantalón de mezclilla parecía más pesado de lo normal.
-¡Aquí!- gritó sin soltar mi mano- ven.
Era una calle demasiado pequeña, lo suficiente como para estirar los brazos y tocar ambas paredes.
Me apoyé lentamente en la pared que quedaba a mi derecha, la piedra estaba demasiado fría, casi insoportable, pero me quedé ahí. Jalé a Alec con cuidado, casi lento, hacia mí hasta que estuvimos frente a frente, aún sin tocarnos, ni el más mínimo rose, pero tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo, su aliento a menta y el olor a champú, desodorante, jabón y perfume barato. Lentamente él estiró los brazos a mi alrededor y colocó la palma de sus manos contra la fría pared, enjaulándome en un espacio del cual no quería salir, y comenzó a inclinarse lentamente, con la respiración agitada. El peso de su cuerpo contra el mío, la sensación de su piel en contacto con la mía, la misma historia de aquella sensación casi indescriptible.
-No- dijo en un susurro.
-Al carajo- dije algo irritada- ¿por qué no? Me has arrasado a un callejón, y ahora...- deje la frase para que el viento la tomara.
Las gotas de lluvia le recorrían el rostro y recurrían a sus labios. Me incliné para rozarle con mis labios la comisura de los suyos, una ligera presión como el rose de una pluma, pero él se inclinó con su peculiar rapidez y fue un beso con mucha más fuerza, mucho más fuerte, con todas aquellas palabras que alguna vez se hundieron porque algo o alguien las ahogó.
Los brazos de Alec rodeándome, el frío viento amortiguado por el calor de nuestros cuerpos que se hizó uno mismo, mis dedos hundidos en la nuca de él, sus manos apoyadas en la pared de piedra detrás de mí, su cuerpo apoyado suavemente contra el mío y apretándome ligeramente contra el muro, mis manos juguetando sobre su pecho y bajando lentamente hasta su estómago. Inconscientemente mis manos se desplazaron por debajo de su camisa acariciando su piel desnuda, por cierto, bastante suave. Él ahogó un grito y luego le sentí sonreír sobre mi boca, acarició con su lengua la comisura de mi boca y en respuesta besé su cuello, ahí donde se encuentra la yugular, y ame aquella sensación, sentir su pulso bajo la presión de mis labios.
-Hay hoteles ¿saben?
Alec se apartó rápidamente hasta chocar con la pared del otro lado.
-¡Elizabeth!- le grité
-ESTAMOS OCUPADOS- concluyó Alec
-Ya veo-respondió Elizabeth con una gran sonrisa- sólo quería asegurarme que no te pasara nada malo.
-Bueno...- respondió Alec- está conmigo.
-Por eso- hizó una pausa-.Bueno, los dejo.
Dio media vuelta y se perdió entre las sombras blancas de la lluvia. Alec tenía el rostro escondido entre los cabellos negros empapados por la lluvia.
-¿Estás riéndo?- pregunté ofendida.
-No- respondió con la mano izquierda sobre la boca.
-¡Eres un cínico!
Rió a carcajadas, con la brisa de la lluvia sobre el rostro...