Capitulo 15

2 0 0
                                    

-Alec no tienes que decirme...

-Está bien.

-En verdad no es necesario...

-Lo aré, está bien-alzó lo mirada-quiero hacerlo, quiero que sepas quién soy.

-Si es lo que quieres...

-Tienes que prometer algo primero.

Podía distinguir el nerviosismo en sus manos, en la manera tan rápida en la que movían sus largos y delgados dedos; no era fácil hablar de su familia, era evidente, él estaba temblando igual que había temblando en el callejón cuando nos habíamos besado.

¿Odiaba a su familia tan intensamente? ¿Por qué?

-Te lo prometo-respondí

-Hailey, ni siquiera sabes lo que voy a pedirte...

Me incorporé de golpe, estaba dos escalones por arriba de él, lo que hacía posible que pudiera mirarlo a los ojos sin alzar la cabeza.

-No me importa, lo prometo, tienes mi palabra.

-¿Y si mi petición es una noche de pasión descontrolada en las Vegas?- intentó sonreír.

-Pues... Prefería que fuera en París, pero ya te di mi palabra.

-¿Y si mi petición es que te alejes de mí para el resto de nuestras vidas?

«No serías capaz, Alexander Brown, no serías capaz»

-Si es lo que quieres...-tembló mi voz y mi corazón con el coro que casi era un eco dentro de mí por lo vacía que me sentí.

-No es lo que quiero-dijo alzando mi cabeza con dos fríos dedos bajo mi barbilla-Jamás podría querer eso, Hailey, escuchame, eso no va a pasar, no a menos que tú lo quieras.

-No es lo que quiero- respondí firmemente.

-Lo sé.

Había un brillo en sus ojos que desaparecía todo excepto a él y a mí, un brillo intenso, con esperanza, dolor y miles de cosas por expresar.

-Muy astuto Alexander Brown, intentas evadir el tema.

Sonrió de lado con un gesto terriblemente encantador.

-No se te pasa ni una ¿verdad?- pasó rápidamente la lengua para húmedecerse los labios. La sonrisa se borró-No sé quién es mi madre biológica, quien fue, sólo sé que mi padre dejó a mi madre en cuanto se enteró de que ella le era infiel, pero ya estaba embarazada.

«grave error preguntar sobre eso, grave error, pero...»

-¿Él sabía que tu madre estaba embarazada? Tu padre quiero decir.

-No, ni siquiera ella lo sabía.- pestañeó varias veces, como si intentara aclararse lo recuerdos-Él ni siquiera sabe que existo- frunció el seño y tragó saliva- después de dos meses que se separaran, mi madre lo supo, pero jamás se lo confesó.

-¿Cómo llegaste aquí?

-Esme, mi madre adoptiva. Mi madre biológica intento detener el embarazo, pero ya era tarde. Se suicidó. Esme la llevó al hospital en cuanto se dio cuenta.

Tenía una duda, algo que tenía que saber, pero no sería correcto preguntar...

-Se cortó la venas-respondió a la pregunta sin que yo tuviera que hacerla- Esme entró a la casa porque la escuchó gritar, la llevó al hospital y lograron salvarme.

-Debes de estar agradecido con Esme por...

-¡No!-me interrumpió- ¡de hecho, odio a esa señora!

-¿Por qué?

-¿Por qué?-había algo salvaje en su risa, algún dolor agonizante escondido en una risa que parecía suspiro- ¿¡por qué debería estarle agradecido!? ¿¡Por traerme a un mundo donde jamás me esperaron, un mundo donde mi padre no sabe que existo, un mundo donde mi madre prefirió morir antes de hacerse cargo de mí!?- escondió el rostro con su cabello y clavó la mirada en los peldaños- sí, agradezco eso ¿tú no lo arías?-preguntó con un tono sarcástico- debió...-bajó la voz hasta convertirla en un susurro-debió dejarme morir.

Volví a sentarme lentamente, todo aquello fue mi culpa, jamás debí preguntar, ¡yo y mi maldita costumbre de meterme donde no me llaman! Lo peor era que aún tenía preguntas, muchas más preguntas.

Le retiré el cabello del rostro cariñosamente y levanté un poco la cabeza para poder mirarle el rostro. Seguía temblando, tenía los puños tan apretados que sus nudillos se veían blancos, su respiración estaba agitada y había palidecido hasta parecer un fantasma, pero algo me sorprendió...

-No estás llorando.

-Olvidé cómo hacerlo hace mucho tiempo- volvió a mirarme, aquel brillo había desaparecido por completo y no se asomaba ninguna lágrima-Hey, Hailey-dijo-Debes pensar que soy un idiota, pero necesito que me escuches, no te grité a ti, soy incapaz de hacerlo; le grité al recuerdo de mi madre, me grité a mi mismo, a mi vida y a Esme; pero no te grité a ti. No podría. No me atreví a mirarte después de alzar la voz. Lo lamento. Debes pensar que soy un idiota y si no quieres volver verme por la manera en la que hablé, lo entenderé. Pero quiero que sepas, linda, soy incapaz de tratarte de ese modo.

-Está bien-lo tranquilicé-está bien, todos tenemos momentos de debilidad. Además, lo prometí.

-¿Cómo...?

-¿Cómo lo supe? Tus ojos, Alexander, dicen todo lo que no sale de tu boca. Prometí no alejarme de ti. Tienes mi palabra.

Cerró los ojos y rodeo mi cintura con sus brazos, undió su cabeza en el espacio entre mi cuello y mi hombro. Podía sentir el latido de su corazón sobre mi pecho y cómo dejaba de temblar mientras hundía mis manos en su cabello.

-Aún tienes preguntas, lo sé- dijo.

-No es necesario que las respondas.

Se separó de mí lo suficiente como para verme a la cara.

-Pero quiero hacerlo, quiero que sepas quién soy, quiero responder... A menos que tú no quieras.

-Claro que quiero.

Volvió a hundir su cabeza en el hueco entre mi cuello y mi hombro.

-Pero-continuó-Hoy no, por favor- podía sentir sus labios moverse contra mi cuello cuando hablaba. Me hizó estremecer-Dame tiempo, Hailey, responderé todas tus preguntas, pero lentamente. No quiero que la chica que...- tragó saliva, mejor dicho, tragó palabras, las palabras que estuvo a punto de decir, pero no dijo- No quiero que me veas así. Dame tiempo. Juro que responderé.

«¿la chica que qué?»

-Cuando estés listo. No hay prisa...

Cien Días de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora