Llegamos a su casa: desierta. No había nadie.
-Quítate la ropa- dijo giñando el ojo izquierdo.
-¡Por quién me tomas!
-Bien- dijo con una leve sonrisa-. Muere de hipotermia.
Se quitó la camisa negra y la dejó sobre una pequeña mesa, aún quedaba la playera blanca que se pegaba a él como las fundas para celulares hechas por globos.
-De acuerdo- jamás hubiera aceptado, pero ya comenzaba a temblar y no sentía en absoluto mi nariz, aunque sabía que aún estaba ahí.
-¡Hey!- me detuvo con una sonrisa traviesa- en el garage.
Puse los ojos en blanco, realmente estaba furiosa, estaba saliendo con un completo imbécil, aunque astuto, y con una pizca de arrogancia en él.
Bajé al garage y me quité los tenis, después los calcetines, y para cuando él entró ya sólo tenía ropa interior y mis pantalones de mezclilla.
-Bueno- dijo sacándose lo playera blanca y los pantalones- supongo que quieres un fuerte resfriado.
-No me quitaré los pantalones- dije negando lentamente con la cabeza- ni siquiera lo pienses.
Suspiró profundamente y me miró como queriendo decir «realmente no pienso hacerte nada» Y fue verdad, después de despojárme, de mala gana, de mis pantalones, Alec tan sólo me miró un segundo, una de aquellas miradas de un lector a un libro nuevo, de adoración, algo a lo que te aferras desde el primer momento en que lo miras. Yo llevaba unas simples calzoncillos de algodón negros y un brasier del mismo color, pero Alec me miraba como si fuera aquel tesoro del que se perdió el mapa, como la última perla en existencia, como si fuera algo que realmente no era. Pero fue sólo un segundo, incluso dude de haberlo imaginado.
-El escenario es tuyo- dijo señalando el micrófono con un leve movimiento de cabeza.
-No sé cantar.
-No pregunté si sabías cantar, te dije que el escenario es tuyo- noté una leve súplica en su voz.
Así que me acerqué lentamente, en ropa interior, al micrófono y comencé a cantar la primera canción que llegó a mi mente: Heart by Heart, una canción que alguna vez escuché en una película. Y lo entendí, entendí lo que era estar tras el micrófono, perderse en mi propia voz, escurrirme a otro universo, entendí la necesidad de cerrar los ojos, el impulso de incarse, apretar los puños, de amar al micrófono, de jugar con los tonos de mi voz, de mover los brazos, de desaparecer entre el ritmo, el movimiento y la pasión. Sentía mi voz vibrar, mis brazos liberarse como si pintara algo, sentí tenderme en un mundo abstracto. Un arranque de ira, de amor, de pasión, de tristeza, de dolor, de felicidad, todo en el mismo segundo. ¡Una explosión liberal! Todo igual pero diferente, como si pudiera arrinconarme en los brazos de la música.
Abrí los ojos lentamente mientras mi voz se apagaba igual que el fuego, volví al momento real, en el aburrido garage de un chico con el que estaba saliendo pero aún no era oficialmente mi novio. Estaba incada, con la mano derecha cerrada fuertemente sobre el micrófono y la mano izquierda formando un puño sobre mi pecho. Alec me miraba simplemente inexpresivo.
-Y...- dije con la respiración agitada- ¿qué tal?
-Pues- torció la boca tensándola hacia la izquierda- el negro te va bien, resalta el color rojo de tu cabello y hace que tu piel se vea ligeramente más blanca. Y en ropa interior te ves preciosa.
-Bueno ¿y cómo canté?
-Me gusta-dijo después de un momento- lo admito, fue sorprendente PERO, puede mejorar- me giñó el ojo izquierdo.
-Tu turno- dije evidentemente satisfecha con su respuesta- te toca cantar en ropa interior.
-Linda, yo vivo aquí, tengo ropa.
Estiró el brazo a una pequeña mesita que tenía dos cajones, sacó unos pantalones de mezclilla negros y se vestió sólo de la cintura para arriba.
-Voy a secar tu ropa ¿vienes?
Asentí con la cabeza y con una enorme sonrisa salí del garage tras él.
-¡En la ma...!
-¡Alec!- gritó una voz familiar... ¿Binn?
-¡Qué diablos!- grité a ver la penosa escena.
-¿Hailey?
-Binn ¿qué haces aquí?
-SOY GAY- confesó Will apareciendo por la cocina.
-Valgame Dios- exclamé
-Tranquila preciosa- Alec recuperaba su seguridad y superioridad- tú estás en ropa interior.