Capitulo 13

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-¿Y ya? Te vas después de lo que te dijo como si nada hubiera pasado.

Después de la respuesta de Alexander Brown, salí del garage, me vestí aunque mi ropa estuviese aún húmeda y cuando me disponía a irme apareció Binn exigiendo hasta el más mínimo detalle del por qué me retiraba tan... Rara.

-Binn, quítate, déjame salir.

-¡No!

-¿Binn?- la voz de Will lo llamó desde una habitación.

-¡Ya voy!- respondió éste- dame tu teléfono.

Suspiré.

-554...

-¡No!- me interrumpió- la máquina, el aparato, el artefacto.

-¿Para qué?

-Le diré a tu madre que tenemos tarea, ella me adora, estará de acuerdo con que llegues tarde.

-Binn, quítate de mi camino.

-No, tienes que hablar con él, su respuesta fue tan...

-Hablaré con él después- le interrumpí.

Metió rápidamente la mano en el bolsillo del pantalón, sacó su pequeño celular y marcó algún número.

-¿Señora Layns? Habla Binn- hubo un gran silencio, tan largo que en mi cabeza resurgió cuatro veces la respuesta de Alec- sí, bueno- continuó Binn después de un momento- no me alegro que su pastel explotara, mis condolencias señora Layns. El punto es que Hailey y yo tenemos tarea de sociología- otro incómodo silencio, esta vez más corto- ¡Perfecto! Muchas gracias señora Layns. Adiós.- un segundo después colgó.

-¿Por qué?- pregunté alzando los brazos al cielo.

-Porque no puedes irte después de... Eso.

-¿Después de qué?- era Alec, que aparecía en el marco de la puerta que daba a las escaleras del garage abrochandose los últimos botones de una camisa negra- Hailey- me miró sorprendido- pensé...

-¿Que ya me había ido?

-Sí, después de que me prohibieras acompañarte...

Binn cubrió su boca con una mano para ocultar su ridícula sonrisita.

Alec se acercó lentamente a mí y apretó mi pantalón.

-Aún mojado- confirmó- no debiste...

Alguien tocó la puerta interrumpiendo la frase. Alec se acercó a mí y besó suavemente mi mejilla antes de abrir la puerta.

-Ah- dijo al hombre que había tocado- ahí-señaló el garage- puede llevarse todo, Henry.

Se apartó de la puerta y el hombre entró.

-Gracias señor Brown- dijo.

Era alto, le pasaba a Alec por casi una cabeza, lo que significaba que a mí me pasaría por casi dos cabezas. Alec se apresuró a presentarnos.

-Henry- dijo- La señorita Layns, oficialmente,desde hace un momento, mi novia y algo más.

«Y algo más» recordé la dulce e inesperada respuesta suya: «tú y yo somos, lo que creo por lo menos que somos, es una bonita pareja ¿no crees? Y si no es suficiente me arrodillaré y te lo pediré- se arrodilló y un brillo destello en sus ojos verdes- señorita Hailey Layns, ¿me haría usted el honorable favor de ser mi novia? y si no accede me veré en la penosa necesidad de subir a un techo y...

-Sí- le interrumpí- sí Alec, sí quiero ser tu novia.

Suspiró evidentemente aliviado, se aclaró la vos y continuó diciendo:

-Hailey...»

-Un placer- respondí a aquel hombre saliendo rápidamente de mis pensamientos.

-Y un amigo- dijo Alec refiriéndose a Binn.

-Binn Govss- respondió éste- un placer.

-Todo está en el garage, Henry- informó Alec- ¿traes lo que te pedí?

-Hasta la pintura, señor Brown.

-Perfecto, entonces puedes dejar vacío el garage y deja lo que te he pedido allí mismo.

-Sí, señor Brown.

-Voy a salir Henry, pero la casa no está vacía.

-¿Sus padres?

Alec palideció rápidamente.

-¿Crees que algún día me harían el honor?- preguntó Alec con irritación- claro que no.

-Oh, lo lamento señor Brown, no pretendía...

-Está bien Henry, sólo has lo que viniste a hacer- se volteó hacia mí-. ¿Te llevó a algún lugar?

-No, Binn me excusó con mi madre.

Henry se dirigió al garage.

-¡Perfecto!- repuso Alec sonriente- ¿hasta qué hora?

-Sin límite de tiempo- respondió Binn.

-Bueno, ¿qué hacemos?- preguntó Alec.

-Tu casa es enorme Alec, nosotros en una habitación, Binn y Will en otra.

-Claro- se giró hacia Binn- no salgan de la habitación hasta que yo les diga.

Binn asintió y se fue casi al instante.

-Y tú- dijo con una leve sonrisa- me acompañarás a otra habitación.

Me tomó de la mano y me arrastró a una habitación que quedaba al final de un pasillo con fotografías de Alec y su familia en las paredes. Cada segundo era más intrigante saber sobre su familia ¿dónde estaban? ¿Por qué palideció cuando Henry se refirió a ellos? ¿Por qué le pareció molesto que lo hiciera? Un gran misterio se escondía tras aquellos ojos verdes.

Al llegar a la habitación me quedé perpleja, parecía algo tan... Resultaba como... El estar allí era... En cuanto llegué fue tan... Tranquilizador, un ambiente de paz, un lugar tan agradable: las paredes eran blancas y sin ninguna mancha de suciedad en ellas, había una cama con una cobija azul cielo en ella, y a un lado un buró color madera con una lámpara en forma de alas de ángel y una fotografía de una chica con el cabello negro, de piel blanca, ojos oscuros y una gran sonrisa, y junto a ella estaba Alec sonriente. Unas cortinas se agitaba por el aire que manaba de una pequeña ventana abierta, un escritorio, con miles de libros apilados, en un rincón; y un librero enorme abarcaba la pared a mi derecha, lleno con miles de títulos: cazadores de sombras, orgullo prejuicio y zombis, un mundo feliz, soy leyenda, historia de dos ciudades, una mañana de marzo, entre miles de títulos más. Un suelo de tablillas de imitación de madera se extendía por la habitación, lo que daba un aspecto de que fuera la habitación de un ángel, la combinación de colores creaba ese efecto: blanco, azul, café, crema. Todos en tonos claros.

-Pequeña, ¿no?

-¿Es tu habitación?

-Sí- detuve el impulso de preguntar sobre la chica de la fotografía con demasiado trabajo- Y se pone mejor.

Se acercó al ropero y lo abrió. Lo dividía una gruesa madera a la mitad. La primera mitad, le derecha, tenía ropa, la ropa de Alec. Sentí el impulso de correr y ahogarme en el aroma que seguramente emanaba de la ropa, pero me detuve. El lado izquierdo era... ¿Una puerta?

Cien Días de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora