Capítulo 3

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-Oh, eso ya no...

-Shhh- callé a Binn

Tiré del brazo de Elizabeth y por instinto Binn nos siguió hasta el estacionamiento.

-Te estaba violando con la mirada, amiga- comentó Binn

-Pero es muy guapo.

-No Elizabeth, no lo es- le interrumpí...

Y ahí quedó el asunto... Hasta el tercer día de invierno.

Estaba en la cafetería, leyendo, cuando un chico de cabellos lacios y negros se sentó, sin previo aviso, junto a mí. Era demasiado alto, su cabello se cortaba ante sus hombros, y aquel día llevaba un gorrito rojo, una playera sin mangas negra, sobre ésta, una camisa de cuadros rojos y negros desabotonada, unos pantalones negros y unos tenis rojos.

-Hola- no lo reconocí hasta tener frente a mi sus ojos verdes

-Hola- dije cerrando mi libro- ¿disfrutaste ayer violarme con tu nada seductora mirada?- mentía, su mirada fue demasiado seductora, al punto de ser incómoda- porque yo no.

-Ay sí claro- puso los ojos en blanco antes de continuar- ¿te gusta la música?- el silencio le respondió- ¿qué tipo de música?

-Pufff, ¿si te digo me dejarás en paz e iras con tu novia rubia?

-Quizá

-Rock

-¿Por qué no vas a mi casa a escuchar mi melodiosa voz?

-Porque mientras más distancia exista ente nosotros mejor- respondí con una leve sonrisa.

-Mmmmm ya... ¿Segura?

-LARGO

-Terminarás aceptando-Reí a modo, en parte de burla, y en parte de respuesta- para que conste te lo advertí- con un movimiento demasiado rápido se levantó de la silla- Y la rubia no es mi novia, la conocí ayer- me giño un ojo, el izquierdo, y se perdió ente la multitud.

No era aquel tipo exisivamente musculoso, de ojos azules y con el cabello rubio; era algo más simple, ser demasiado musculoso trae torpeza, pero él sólo estaba marcado, no musculoso, lo que le permitía agilidad y rapidez, sus ojos no eran azules, simplemente eran verdes, y su cabello no era extravagante, solo era negro y estaba a la altura de sus hombros, quizá un poco más corto.

Tomé mi bebida y corrí a buscar a Elizabeth, lo recién ocurrido lo tenía que saber mi mejor amiga.

La encontré en una esquina de la biblioteca con Binn por acompañante, los saqué del lugar y los obligué a escuchar aquella penosa situación en la cafetería.

-Aires de superioridad- comentó Elizabeth.

-Ay, si no te lo quedas tú, yo me lo llevó- dijo Binn cruzandose de brazos- Y... ¿Te gusta?- sonrió

-Quizá- le devolví la sonrisita ridícula- pero no iré a su...

El resto de la frase se perdió ante el sonido del micrófono de avisos.

-Hay una chica- comenzó una voz por el micrófono- su nombre, no es que me molestara en averiguarlo, es

Hailey.

-¡Que romántico!- gritó Binn

-Tragame tierra- susurré

-Y...- continuo- diré que está loca, parece que no es consciente de lo guapo que soy porque me negó una cita ¡ja! A mí.

-Aires de superioridad- repitió Elizabeth

- Así que...- Continuo el sonido del micrófono llamando mucho la atención. Miré hacia el techo de los salones del último piso, y ahí estaba él, micrófono en mano- simplemente me niego a aceptarlo- dio un paso más hacia la nada- ups- se sentó en el borde del techo, preparado para saltar. El pánico se hizo presente entre la multitud- ¿tu respuesta cambia?

-¡Estás loco!- le grité

Dejó el micrófono a un lado y saltó del techo. El pánico recorrió mi cuerpo en segundos y me sentí terriblemente culpable. Lo único que pude hacer fue dar un grito ahogado, cerrar los ojos y esconder mis boca y nariz tras mis manos. Después de unos segundos, preparada para ver a aquel demente chico en un charco de sangre que se extendía a mis pies, abrí mis ojos.Aún seguía vivo, estaba agarrado tan solo por sus brazos.

-¿¡Cambia ahora!?- gritó ya sin el micrófono

-¡sí!- acepté victima del pánico- ¡sí! ¡Quiero salir contigo!

Subió, con notorio esfuerzo, al techo, tomó el micrófono y dijo:

-Perfecto

-¡Vete al diablo!- le grité furiosa

-Iré si me acompañas

Después de unos segundos bajo, dejando atrás aquella locura, y se dirigió a mí. Sentí como mi respiración se aceleraba, mi corazón latía dentro de mi pecho como si fuese a explotar y mi cuerpo se tensaba.

-Alec Brown- susurró a mi oído. Acto seguido besó suavemente mi mejilla- es un placer.

Segundos después los guardias de seguridad lo atraparon, y ente esfuerzos por liberarse de ellos me gritó con la respiración acelerada:

-Pasó por ti a las siete...

Cien Días de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora