El verdadero Coro... o algo así
Todos mis sistemas se detienen ante aquella acusación; no sé si es malintencionada, pero en definitiva ha logrado perforar cualquier resquicio de esperanza que pude haber albergado hasta ahora.
‹‹Esto es real. No estoy soñando. Jamás podría crear a un ser más letal que la daga más afilada del mundo, que con pocas palabras y voz fría es capaz de herir de muerte››.
No obstante, pasado el golpe de la impresión, algo recta desde las profundidades de mi ser; defensivo, corrosivo, hambriento.
—¿Cuál es tu maldito problema?—inquiero entre dientes. Mis palmas vuelven a cerrarse en puños sobre el regazo. Dalkiel se mantiene impávido—Si te molesta estar aquí y no haciendo lo que sea que se supone que haces, no es mi jodido problema. No creo que deba ser el objetivo de tu frustración, así que deja la mierda condescendiente conmigo.
Sé que he llegado a mi límite porque he soltado más de una palabra soez en menos de un minuto. En general trato de no ser grosera con nadie. Pero éste ya ha colmado mi paciencia, o quizás solo es la gota que ha causado la destrucción de la represa.
Puedo sentir la sorpresa y la expectación burbujeando en el aire. Sin embargo, solo puedo centrarme en los ojos entornados de Dalkiel y en cómo la oscuridad de estos parece danzar de nuevo, posiblemente por la ira. No lo sé. Lo único seguro es que me importa una mierda su reacción. Le sostengo la mirada con el mentón en alto, esperando que replique. Cuando lo hace, la idea de que es un instrumento hecho para matar se vuelve más real.
—Que creas que no eres mi maldito problema solo habla de lo poco que has comprendido hasta ahora—el dolor en la mandíbula por la presión que ejerzo en mis dientes se une a las punzadas incesantes de la cabeza—. Estoy aquí por ti. He tenido que soportar todo este tiempo entre mortales por ti. He tenido que convivir con celestiales por ti—la palabra ‹‹celestiales›› le sale en un siseo desdeñoso—. Eres mi maldito problema—repite, haciendo énfasis en cada palabra, lenta y significativamente.
Una emoción que no comprendo por estar envuelta en sombras densas y danzarinas, me deja sin habla, sin aire, sin la capacidad de racionalizar. Es la palmada de Olivier la que me enfoca lo suficiente como para no parecer perpleja.
—¡El encanto de Dalkiel saliendo a flote!—aunque su tono es jocoso, el brillo en sus ojos indica reproche y una emoción más oscura.
—No tiene que ver contigo, chao meum—se excusa Raamiel antes de lanzarle a Dalkiel una mirada mucho más oscura que le da Olivier—. Es mi culpa; sé lo que le hace estar alejado de sus mascotas y aun así lo traje conmigo.
Todos tienen los ojos en él, en Dalkiel, pero éste parece completamente ajeno al escrutinio, a la amenaza en la mirada de los demás. No aparta los ojos de mí, yo tampoco puedo apartar los míos de él, como si me hubiese encallado en esa oscuridad que se transforma con cada parpadeo que doy.
Por fortuna. Nath llega a mi rescate y me saca de aquel trance.
—Creo que ahora sí debes ir a dormir, Galadriel. Es demasiado tarde para que estés fuera de la cama y seguro que te hemos dado más información de la que puedes procesar en pocas horas. Lo último que necesitas es enfermarte.
—Nunca lo he hecho—mientras sale de mis labios en un hilo de voz, comprendo la magnitud de ese hecho.
‹‹Nunca me he enfermado. Ni el más mínimo resfriado. Nada››.
—¿Esa cosa volverá?—pregunto, dejando que Nath vea el miedo en mis ojos. No tiene sentido ocultarlo ahora.
—Los spectrum no son más que sombras; materializan anhelos, culpas, dolores... Una vez que los descubres ya no tienen poder. Además, estaremos aquí. Nada volverá a llegar a ti.
ESTÁS LEYENDO
Empíreo. ✔.
FantasyHa llegado el momento. Se están desvaneciendo. Ella cumplirá dieciocho años y todo comenzará. Pero primero debe conocerlos, ellos deben entrar en su vida como lo planeé. Todo debe ir según el plan. Ella se resiste; lo que no sabe es que nadie puede...