Por los dioses y la magia

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Todos permanecían desconcertados por la reciente perdía de Mealia, se podían aún escuchar los sollozos de todos en el recinto, Adrilar no se había levantado de su posición abrazando la lira de su amada, mientras que Lindrel seguía consolando a la ladrona.

Aline se mantenía a lado de Dilah Du, quien continuaba con el ritual de purificación, "Se estaba tardando más de lo previsto, en cualquier momento podríamos ser atacados, la explosión debió haber alertado a más de uno de los diablos de aquí" pensaba la maga mientras escaneaba con su mirada todo el lugar, y sus ojos caían sobre la melancólica figura del paladín, estaba destrozado por los acontecimientos, sabía que si a ella le había dolido perder a su mejor amiga. Para el esto sería algo muy duro, pareciese que en sus ojos ya no había vida.

En esos momentos había una luz blanca segadora proviniendo de Dilah Du y en un fugaz destello que deslumbraba a la maga, quien después de recuperar su vista veía que el portal estaba completamente sellado y Dilah Du parecía muy cansado, estaba sentado en piso, sudando y respirando profundamente.

—Este hecho...el portal ha sido destruido y bloqueado—jadeaba lentamente, veía a la elfa y después a los demás quienes tenían sus visajes bañados de tristeza —Qué sucedió? —cuestionaba y no veía a Mealia —¿Dónde está la barda? —

—Ya no está con nosotros amigo mío...— respondía Lindrel quien era el más calmado en ese momento a pesar de estar sumamente triste.

El color abandonaba el rostro de Dilah Du, quien sentía cierta pesadumbre en su corazón al escuchar las funestas noticias.

—Fuimos atacados por una cuadrilla de diablos, dos sabuesos infernales, dos ekiletnores y un diablo del negro abismo, todo marchaba bien hasta que este último decidió unirse al combate, lastimo a Adrilar y para poderlo derrotar Mealia se sacrificó...Este planeaba explotar para matarnos, pero ella lo encerró con la magia de su música—decía Aline recuperándose un poco.

El clérigo bajaba la cabeza, se sentía desfallecer, esto era precisamente lo que no quería que pasara, habían ahora perdido a una amiga todo por los caprichos de su iglesia.

—Lo lamento—ponía su cara en sus manos y lloraba repitiendo una y otra vez esa frase.

Era Adrilar el que comenzaba a incorporarse y ponía el orden.

—No dejemos que el sacrificio de ella haya sido en vano, logramos cerrar el pórtico, es hora de irnos—todos veían el semblante del paladín, a pesar de ser acongojado por su perdida, buscaba hacer reaccionar a sus amigos, como el paladín que eran.

—Vamos, Adrilar tiene razón—decía firmemente Lindrel y comenzaba a guiar a Leira hacia la salida a la par de que Dilah Du se incorporaba y tomaba su martillo de guerra y escudo, siguiéndolos con Aline atrás de él y hasta el último el paladín.

Salían al mismo lugar de antes, pero esta vez los estaban esperando un grupo de demonios alrededor de cincuenta, iguales a los ciempiés humanoides todos con armadura y espadas en sus cuatro manos.

—Vaya, tendremos que abrirnos camino entre estas basuras—decía furioso Adrilar tomando su flamberge y sin esperar a que dijeran algo sus compañeros se lanzaban contra la horda de demonios, golpeando de un lado al otro cortándolos por la mitad, estaba sediento de venganza, sus movimientos eran fluidos, los demonios no se daban cuenta de donde los golpeaban.

—Por Mealia—susurraba Dilah Du y corría contra los demonios entrando en la trifulca también, golpeando a diestra y siniestra con su martillo de guerra y protegiéndose con el escudo.

—Si...Por Mealia—Leira decía y se desplazaba ágilmente –¡Ayúdame Adrilar, ya sabes que hacer!—exclamaba y con ello, el paladín se agachaba y la ladrona se apoyaba sobre su espalda, saltando y dando una salto mortal en pleno vuelo cayendo en medio de la horda comenzando a lanzar tajadas de un lado a otro cortando a los demonios, sus manos parecían relámpagos, apenas perceptibles para los ojos demoniacos quienes caían sin poder hacer algo y era seguida por Lindrel quien de igual manera de un salto en el aire comenzaba a disparar todo tipo de flechas golpeando a los demonios certeramente en sus cabezas o en los pectorales que eran sus puntos débiles, caía a lado de Leira permanecían espalda a espalda protegiéndose el uno al otro.

Una historia antes de dormirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora