Capítulo 15

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Marco la equis en el calendario que el bicho raro me tiró en la cara, prácticamente, hace unos días para, según él, matar el tiempo.

Perdí las esperanzas de que me encontraran, ya han pasado meses y todo sigue igual. Aún así, no me resigno por completo. Con o sin ayuda saldré de aquí. Perdí el sentido de llorar hecha un ovillo y de lamentar todo, me dí cuenta que en ese estado no lograba absolutamente nada más que sufrimiento, dejé a un lado mi lado vulnerable y me enfoqué en tratar de no volverme loca en este encierro trazando planes con el objetivo de salir.

Lo segundo que deseo más que nada en el mundo; es que mi madre no haya sufrido otra recaída, esta vez no estaré y no habrá nadie quien la ayude en su recuperación. Me fustro sólo al pensar en ello.

El bicho raro es muy astuto, descubre cada plan y he llegado a pensar que, seguramente, le vá al otro bando, puesto que tal parece que es inmune a la seducción. No les voy a mentir, hasta ha logrado bajarme un poco el autoestima porque.. ¡Vamos! Todos conocemos la naturaleza del hombre, y que uno me rechace de una forma tan directa tantas veces me hace cuestionar muchas cosas sobre mí.

¿Tan fea estoy?

Prefiero pensar que es gay.

Su actitud se ha mantenido como desde el principio; enigmática fría y distante. Es un hombre de pocos diálogos y sólo se preocupa por alimentarme y tenerme encerrada. He llegado a la conclusión que es un psicópata empedernido que disfruta jugar con la confusión y sufrimiento de sus víctimas, como justo lo estaba haciendo conmigo.

Aunque, es raro, todavía no me puedo sacar de la mente aquella vez que me desplomé llorando y vino a.. consolarme. No tiene ningún sentido secuestrarme y actuar de ese forma, claramente no lo ha hecho más, y es mucho mejor así. Por eso estoy tan segura que no me asesinará, de lo contrario, ya lo hubiese hecho.

De un momento a otro siento su presencia en mi espalda.

Volteo como de costumbre a recibir la comida que siempre me trae, sin embargo, trae las manos vacías a excepción de los guantes negros. Su presencia nunca deja de intimidarme, podría estar muy callado pero cada paso que daba eran tan seguros y rígidos como su actitud.

Desde el principio he querido quitarle la máscara o, por lo menos, tenía la esperanza que un día se apareciera sin ella. Hecho que hasta el sol de hoy no ha ocurrido. La curiosidad de conocer el rostro de aquél psicópata me carcomía por dentro.

—¿Qué hace..?

Las palabras quedaron en mi boca cuando, sin más, se dió la vuelta y empezó a caminar nuevamente hacia la puerta, fruncí el ceño ante su raro comportamiento.

¿Para que vino exactamenta?

Pero, lo que hizo después, me dejó en blanco por completo. Al darse cuenta que no lo seguía, se quedó en el umbral sin darse la vuelta.

—¿Vienes o qué?— habló por primera vez en mucho tiempo.

Una punzada se extiende en mi pecho, la mezcla de emociones me dejan paralizada por unos segundos y es que como si mis pies estuviesen pegados al suelo. No puedo hablar, no puedo si quiera pensar con claridad. Lo que tanto esperé por meses al fin está ocurriendo y no sé cómo reaccionar.

Tuve que parpadear varias veces para volver a la realidad.

Él no decía nada, sólo se quedó observándome o, al menos así lo creía, no podía ver más que negro en los agujeros de la máscara dónde se suponía que se encuentraban sus ojos. Sentía que me analizaba cual depredador a su presa, podía imaginar una expresión analítica bajo el materia que tanto lo ocultaba.

El Enmascarado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora