Capitulo I

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Me encontraba a lado de la que fuera mi tumba. Sentí el frí­o aire sobre mi 

rostro, habí­a vuelto y ahora nadie se escaparí­a de mí­. Aquella noche de mí­ 

se había deshecho, como si de un muñeco se tratara. Me habí­an matado 

con tanta hazaña que ahora era mi turno de hacerles pagar. 

Detrás de mí­ se encontraba Nebiros el guardián de las puertas del 

infierno.

Aquel momento era sin duda el mejor para mí­, pues habí­a salido 

del infierno, no sabí­a exactamente cuánto habí­a estado realmente muerta, 

para mi habí­a sido apenas unos cuantos dí­as, pero en la tierra no sabí­a 

cuento realmente habí­a pasado desde que mi propia familia me habí­a 

matado. 

Cuando habí­a muerto se había confinado a mi alma al infierno, yo apenas 

tení­a diez años, se preguntaran ¿Cómo es que un crio es enviado al 

infierno? Pues mi querida familia hace tantas lunas atrás, antes incluso de 

mi propia era habí­an torturado y robado la magia negra de un demonio. 

Este demonio juro que todos los descendientes de mi familia, sus almas al 

infierno confinadas estaban.

Mi familia tení­a el poder de la nigromancia (Revivir y poder controlar a los muertos).

Claro que solo lo tení­an ninguno hasta que yo nací­ habí­a podido realmente controlar la magia,

así­ que mi familia por miedo habí­a decidido matarme,

y ahora era el turno de ellos de morir, de sufrir lo que yo habí­a sufrido en aquel lugar. 

Nebiros cuando me vio en el infierno se apiado de mí­ y me habí­a ayudado 

a escapar del infierno para poder cumplir con mi venganza.

Nebiros se habí­a convertido para mí­ en ese padre que yo no había tenido,

me habí­a protegido contra todo y todas las cosas que en el infierno habitaban, mi 

alma era pura, claro sin contar el sello de la nigromancia en mis ojos, pero 

de ahí en má¡s mi alma como bien decía Nebiros, en el infierno no tení­a 

que estar. 

Nebiros se encontraba detrás de mí­, cerrando las puertas del infierno por 

donde ambos habí­amos salido. En sus manos sostení­a un cráneo 

ensangrentado y lanzaba un conjuro en latí­n, mientras las puertas se 

cerraban yo daba pequeños cí­rculos alrededor de aquel cementerio 

familiar.

Sueños de una nigromanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora