Capítulo II

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Capítulo 2 

Había pasado una década entera en la tierra, desde que había muerto, 

aquellos de los que me tenía que vengar habían muerto según las criptas 

en las que me había fijado. 

Cualquier persona, sin nadie de quien vengarse, simplemente se irán de 

aquel lugar y vivirá la vida que le habían arrebatado. Pero ese no iba a 

ser mi caso, me vengaría de la sangre que quedara de aquellas personas, 

pues mi corta vida me había arrebatado, yo no tenía nada que hacer en la 

tierra, luego de vengarme, simplemente volvería al infierno. 

Yo ya no tenía vida que vivir más que la que el infierno me ofrecía. 

Sentí­ la pesada respiración de Nebiros sobre mi delgado cuello desnudo, 

había terminado de cerrar las puertas y aun así­ podía percibir el pútrido 

aroma que el infierno desprendía, un aroma a carne quemada y a dolor y 

maldad, aquellos aromas penetraban mis pequeñas fosas nasales. 

- Vámonos de aquí­ Nebiros, por favor. Dije, andando  hacia el oeste del 

cementerio, donde a lo lejos se alcanzaba a ver la majestuosa casa de mi 

familia. 

- ¿Y qué hará después de todo? ¿Se vengara de ellos? ¿Y si ya no hay 

nadie dentro de la línea de sangre? ¿Qué es lo que hará entonces Mlle.? -

La voz de Nebiros, desde que lo había conocido siempre me había 

parecido de lo más tranquila y un tanto aburrida. Pero tenía razón que 

haría entonces si no había de quien vengarme. 

Yo iba delante de Nebiros y por un momento me detuve a pensar en 

aquello, escuche cada uno de los sonidos que me rodeaban, en aquel 

momento yo era más demonio que 

humana, así­ que pude percibir a cada una de las criaturas que me 

rodeaban, pronto me encontré frente a frente con Nebiros. 

- Todavía queda alguien de quien vengarme, lo siento, está en la casa, y 

al parecer es un crio también. - Dije girando sobre mis talones y 

avanzando rápido por entre el bosque que divida la enorme casa del 

cementerio. 

- Entonces, ¿Qué esperamos? - Preguntó Nebiros. En mi rostro se dibujo 

una sonrisa amplia, llena de felicidad, tome la mano de Nebiros y los dos 

juntos comenzamos a andar entre el bosque.

Sueños de una nigromanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora