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— ¡Annie, necesito los discursos!

Se separaron tan rápido que Anahí dudaba que hubiesen estado a punto de besarse. Desde luego no había rastro de eso en su rostro, y seguramente no podría decir lo mismo del suyo porque estaba segura que estaba roja y tenía la respiración agitada, como si hubiese corrido durante la última media hora.

Se alejó de Alfonso lo antes posible sin despedirse y fue hasta la mesa principal en la que tenía todo organizado. Se pasó el resto de la noche esquivándole, aunque tampoco supo si él trataba de acercarse a ella, porque siempre que lo miraba estaba hablando con una mujer nueva, sonriente y provocador, agh... odiaba sentirse así.

Ya lo había hecho cuando era más joven y no había salido nada bien, por no decir que estuvieron años sin hablarse hasta que prácticamente tuvo que ir con él hasta el altar en la boda de Sophie.

— Poncho, —Tessa llegó sonriente a su lado cuando estaba a punto de irse—¿podrías ayudar a Annie a recoger? Normalmente la ayudo yo, pero como mañana es mi boda no me deja hacerlo y no quiero que esté sola tan tarde en un sitio tan grande y desierto.
— Claro —asintió, demasiado sonriente— será un placer ayudar a Annie.
— ¡Gracias! —besó su mejilla— no lleguéis tarde mañana y no metas en líos a David antes de la boda.

Alfonso soltó una pequeña carcajada.

— No prometo nada —guiñó su ojo— nos vemos mañana.

El salón estaba completamente vacío. Anahí estaba revisando todas las mesas por si algún invitado había olvidado algo y después de eso las distribuiría para el día siguiente, dejándoselo fácil a los camareros que las prepararían. También debía cambiar las fotos que había en la pared con amigos y familiares por las instantáneas que se habían sacado hoy.

Estaba mirando una foto que les habían hecho a Alfonso y a ella, sonrientes, como si no hubiese pasado nada entre ellos. Alfonso tenía su brazo alrededor de su cintura y la estrechaba contra su cuerpo como si no quisiese soltarla nunca. Anahí estaba más bien roja, los ojos medio cerrados y la boca abierta con una gran sonrisa. Hacían buena pareja...

— Bonita foto —dijo una voz cerca de su oreja, haciéndola saltar en el sitio.
— ¡Alfonso! —contestó llevándose la mano al pecho— me has dado un susto de muerte, ¿qué haces aquí?
— Tessa me pidió que te ayudase.
— ¿Ah, si?

Alfonso asintió inocente.

— Por supuesto, y ya sabes que me encanta rescatar a damiselas en apuros.
— Resulta que no estoy en apuros —se cruzó de brazos.
— Ya lo veo —sonrió él llevando la mirada a su escote.

Anahí chistó y separó sus brazos dándose la vuelta.

— ¿Puedes ordenar las mesas? Estoy ocupada con las fotos.
— Salimos muy bien en esa —señaló la foto que aún tenía en la mano— me gusta.

Anahí volvió a mirar el trozo de papel de su mano. No salían muy bien, salían perfectos. Parecían una pareja enamorada y feliz que se divertía con sus amigos. Suspiró.

— Toma, colócalas tú. Iré a ver las mesas.

Alfonso se quedó con la foto de la mano y la miró alejarse. Era tan difícil resistirse a ella... Había intentado no pensar en ella durante la cena pero cada vez que levantaba la vista la veía con ese vestido verde que la quedaba de infarto y estilizaba su figura. Los suaves y largos rizos dorados que caían sobre su espalda como una cascada le estaban volviendo loco y no podía dejar de imaginarse su boca, carnosa y sensual, sonriendo. Cuando les habían sacado la foto había disfrutado. Estaban hablando con sus amigos sobre anécdotas de los futuros novios y cuando había visto que el fotógrafo se acercaba a ellos había estrechado a Anahí contra su cuerpo en un afán de inmortalizarlo, y parecía que le había salido bien.

El padrinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora