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Alfonso se levantó de la cama lo más rápido que pudo. Su timbre sonaba con insistencia a las tres de la mañana y a él solo se le podía ocurrir una persona que fuese capaz de hacer algo así, Victoria Herrera, su hermana pequeña.

Cuando llegó a la puerta solo había podido ponerse unos pantalones, pero abrió la puerta igual y guiñó un ojo al ver la luz del pasillo.

— ¡Se puede saber qué te pasa! Son las tres de la mañana, Vico.
— Lo siento, es que yo...

Alfonso se hizo a un lado aunque Victoria no hubiese terminado la frase. Cerró la puerta cuando vio a su hermana dirigirse hacia la cocina y después la siguió restregándose los ojos para poder abrirlos mejor. Se sentaron en la isla y Alfonso sacó zumo del frigorífico, junto con algún bollo que tenía para cuando su hermana venía.

Tenía veintidós años, pero se alimentaba como una cría de doce. Solo comía comida basura, refrescos y golosinas. Y Alfonso la mimaba hasta más no poder desde que habían muerto sus padres, cuando él tenía casi veinte y su hermana apenas era una cría. Él la había criado, sin ayuda de nadie, y habían conseguido salir adelante. Se había tenido que hacer cargo de la empresa y, aunque al principio se había visto ayudado por los empleados de su padre, en cuanto se hubo formado tomó el control completo. Y parecía que no le iba mal del todo, en los últimos cinco años la empresa había subido casi un cincuenta por ciento más de lo que lo había hecho con su padre al mando, y él miraba la última foto familiar que se habían sacado los cuatro antes del accidente con orgullo.

Su hermana terminó el zumo y mordisqueó el bollo sin entusiasmo, Alfonso suspiró y se cruzó de brazos, apoyándose en la encimera. Su hermana no tenía horarios, si lo necesitaba, no importaba lo que estuviese haciendo Alfonso, lo buscaba y se refugiaba en él.

— ¿Y bien?
— Te juro que no es una tontería.
— Nadie ha dicho lo contrario.
— Matteo se ha enfadado conmigo porque no voy a pasar las navidades con él y su familia.

Alfonso abrió mucho los ojos. ¿Le había despertado a las tres de la mañana porque había discutido con su novio por las navidades? Alfonso colocó dos dedos sobre el puente de su nariz.

— Dice que ya llevamos suficientemente tiempo saliendo para pasar las navidades juntos. Pero yo quiero pasarlas contigo, como siempre.
— Vico...
— Sé que no hacemos nada especial, pero no quiero dejarte solo en esas fechas...
— No tienes que preocuparte por mi, tengo veintiocho años, creo que sabré apañármelas.

Victoria se quedó unos segundos mirando a su hermano. Sus padres habían muerto en un accidente aéreo hace ocho años la víspera de año nuevo y desde entonces habían pasado las navidades solos pero juntos. No habían vuelto a ser las mismas, no había regalos, no había decoración, no sonaban villancicos ni olía a las galletas de su madre... Pero habían estado uno al lado del otro, y eso era lo importante.

— Creo que es momento de que empieces a celebrar las navidades con Matteo.

Victoria abrió la boca sorprendida. Llevaba cinco años con Matteo y él siempre había dejado que estuviese con su hermano en navidades, pero la familia lejana de él quería conocerla y Matteo había insistido en que fuese a pasar con él las vacaciones. Ella quería ir, pero habían terminado discutiendo porque no quería dejar a su hermano solo, y si iba con Matteo y su familia, no estaría en la ciudad para su hermano.

— ¿Por qué no vienes con nosotros? Seguro que a Matteo no le importa, y creo que tiene primas muy guapas y divertidas...

Alfonso negó con la cabeza. No quería primas guapas y divertidas, quería volver a sentir a Anahí como la había sentido días atrás. Sintió que cierta parte de su anatomía se endurecía y masculló algo entre dientes que Victoria no entendió.

El padrinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora