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— Estás enfadada.
— No.
— Sí.
— No.
— Claro que sí, deja de negarlo.
— Está bien, sí. Estoy enfadada, ¿y a ti qué?
— ¿Te has enfadado por lo que dije antes? Solo estaba jugando, lo sabes. Además, tú también dijiste que no sabías porqué me elegían como padrino.
— Lo sé —suspiró— lo siento.

Alfonso asintió, pero lejos de soltarla la atrajo hasta su pecho y la abrazó.

— Annie, Annie... ¿qué voy a hacer contigo?

No respondió, pero se abrazó a él con fuerza y recordó las veces que se habían abrazado así diez años antes.

— ¡Eres una basura, Annie! Jamás pensé que serías capaz de algo así... ¡Eres despreciable!

Las palabras no dejaban de retumbar en sus oídos y los recuerdos no hacían más que amontonarse en sus pensamientos y en sus sueños. Se separó de Alfonso, con una mirada de dolor en la cara, y salió corriendo al patio trasero que estaba cubierto de nieve. No le molestó el frío, ni las capas de hielo que había por el suelo. Llegó hasta la balaustrada y se apoyó en ella para dejar salir las lágrimas.

Y se encontró de nuevo con diecisiete años, en la sala de espera de un hospital a las tres de la mañana. Alfonso estaba hecho una furia y la miraba con asco desde el otro lado de la sala.

— Estarás contenta.
— ¿Yo?
— Roger está así por tu culpa.

Anahí abrió los ojos sorprendida, ¿por su culpa? Roger era su primer novio y al principio todo había sido maravilloso. Pero al cabo de un tiempo todo había cambiado. Roger se había vuelto agresivo, controlador y celoso. Sobretodo de Alfonso. Lo había conocido gracias a Roger y poco a poco se había ido enamorando de él. Y, aunque sabía que jamás podría pasar nada, porque era su mejor amigo, se había dado cuenta de que él también sentía algo por ella. Pero se había quedado al lado de Roger incluso cuando empezó a tomar drogas y a engañarla.

— Lo hago todo por tu culpa, nena. Cuando me follo a otra lo hago por tu culpa, cundo me drogo, lo hago por tu culpa. Tú eres la culpable, tú tienes que pagar por lo que me haces.

Pero oírlo de Alfonso no había sido lo mismo que oírlo de Roger y, aunque sabía que la odiaría, cuando lo había encontrado en el suelo inconsciente y con espuma en la boca, al primero que había llamado había sido a Alfonso. Le había esperado en la sala de espera y le había dicho que entrase a ver a Roger.

Pero cuando había salido, había sido un chico totalmente distinto al que conocía, la había insultado y la había dicho de todo. Anahí había salido corriendo de allí y no había vuelto a ver a ninguno de los dos, hasta que Sophie se casó con Matt y lo encontró frente a ella en el altar, con los ojos sorprendidos y fijos en ella.

— ¿Anahí?

Sintió una mano en su hombro y se giró asustada, intentando limpiarse las lágrimas que no dejaban de salir.

— ¿Estás bien?
— Si.
— Estabas llorando.
— No es nada —negó con la cabeza.

Alfonso la miró unos segundos, inmóvil frente a ella. Habían pasado diez años y sus palabras le dolían como si las hubiese dicho esa misma mañana.

— ¡Aquí estás! —Izzy les sonrió y después hizo un gesto a Anahí— Tessa está como loca con no sé qué cosa que solo tú sabes...
— ¡La sorpresa para David! —recordó ella— se me había olvidado por completo, ¡vamos, vamos!

Corrió al encuentro de Izzy sin ver la placa de hielo que había frente a ella. Lo siguiente que vio fue el cielo oscuro y después todo se volvió negro.

El padrinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora