Consuelo

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Estoy en posición fetal, sobre uno de los pasillos tratando de esconderme de cualquiera que pretenda buscarme aunque eso no sea cierto. Tengo la mano abierta, donde hacia unos segundos, tenía la carta de Henry. Me había aferrado a ella como si fuera mi vida, y ahora ha desaparecido.
El profesor de Mecanografía me había encontrado y me vio con la carta en las manos.
Va contra las reglas, llevarse una carta de los chicos de Casa. Las queman después de leerlas; así, se convertirán sólo en malos recuerdos.
Chillé y lo golpeé con mi única mano pero fue en vano. Era una lucha que no podía ganar y me la arrebató. Me avisó y sin explicaciones, que por hoy, había sido expulsado de la clase de Mecanografía. No sé si fue por la muñeca rota o por romper una regla del orfanato
- ¿Henry?
Volteo y suspiro un poco frustrado al ver a Dseda. Este no era un momento en el que quisiera hablar con alguien. Le doy la espalda y observo hacia otro lado tratando de ignorarlo
- Vete -Digo seco- Quiero estar solo
Por un momento, mis palabras me recuerdan cuando días atrás, se lo dije a Henry. Eso hace que me ensombrezca y apriete los puños con fuerza.
Por una parte, veo de reojo y agradezco que Dseda se haya quedado inmóvil, al lado mío, desobedeciéndome
- He estado pensando en nuestra promesa. Quiero irme a casa lo más pronto posible, así que quiero ayudarte en lo que pueda -Dseda hizo una pausa antes de continuar- Fui a la sala de maestros
Olvidando absolutamente mis problemas, observo a Dseda que sigue con la misma postura de hace rato. Quiero creer que no ha espiado sus conversaciones, pero no hay otra opción por la que Dseda haya ido a la sala de maestros
- Tendrán una reunión en la noche. Creo que tienen problemas con Shepherd, aunque no sé de qué tipo. Estoy seguro de que ella está a salvo
Quiero decirle que es demasiado arriesgado hacer aquél tipo de tonterías; que un solo error, y ellos se darán cuenta. Que lo torturarán hasta que haya pagado su castigo y lo volverán a... "reprogramar".
Pero Dseda es el único capaz de hacer estas cosas. Ha logrado, tal vez sin hacerlo apropósito, retener ciertas palabras de los maestros, que cambiarán la historia del orfanato. Así que cuando me lo dice, aún cuando trato de evitarlo, las palabras salen muy naturales en mi boca
- Eso no me dice nada -Digo, pero no puedo controlarme y exploto- ¡Eso no sirve de nada!, ¿Te das cuenta?; ¿Crees que me ayuda el saber que habrá una reunión por la noche?, ¡No sólo es eso!, ¡Quiero saber los planes de los maestros!; ¿Crees que me sirve saber que aquélla chica está a salvo?, ¡Yo lo único que deseo, es saber que ella es Miranda y saber que está feliz!
Dseda no responde, y al ver sus ojos a punto de estallar, regresa la culpa; pero una vergüenza me inunda, y me es imposible disculparme
- La próxima vez lo haré mejor Henry. Lo prometo
Me obligo a callarme y lo logro. Es lo único que puedo hacer para compensar mis gritos a Dseda. Veo a este último. Llora en silencio. Si no fuera porque es el más emocional y nuevo en el orfanato, no tendría compasión por él. Tenemos que salir de aquí antes de que cualquier indicio de ser humano lo borren por completo y Dseda desaparezca.
Tengo que volver a hablar con el chico de la puerta prohibida, ¿pero a estas horas? Será imposible ya que aún hay demasiada luz; así que tendremos que esperar hasta la noche. Oh claro, pero hay una reunión. ¿Entonces qué tengo que hacer? No sé si el destino quiere que vaya ahora, antes de que se compliquen las cosas, o si trata de advertirme de que algo sucederá si pienso en ir ahora. Ambas opciones parecen posibles
- Henry, llevas desde un rato viéndome -Dice Dseda sacándome de mis pensamientos aún con la voz rota- Si querías que me fuera, sólo tenías que decírmelo una vez más
Él malinterpreta mi mirada y sin decir más, echa a correr soltando un sollozo que no dejo de escuchar hasta unos cuantos segundos después.
Tengo una capacidad impresionante de echarlo todo a la basura.
Me levanto y me dirijo hacia la misma dirección que tomó Dseda; sin embargo, es casi inútil seguirle la pista; el orfanato es un laberinto de pasillos. Aún así, sin tener ninguna opción, tomó pasillos al azar y agudizo el oído por si de casualidad, logro escuchar sus sollozos.

Mis oídos y pies me llevan hasta la puerta prohibida, el lugar donde menos esperé encontrarlo. Pienso, que mis oídos me han traicionado hasta que vuelvo a escuchar un sollozo. Sin duda es él.
Me acerco lentamente hacia la puerta mientras me fijo que no haya nadie alrededor. El sollozo ahora se escucha más cerca. Abro la puerta y agradezco que ésta no rechine
- ¿Dseda? -Susurro tras cerrar la puerta detrás de mí y mientras avanzo en la obscuridad-
De repente, el sollozo desaparece como si lo hubieran cortado de un solo jalón. Siento un escalofrío en la espalda.
El silencio me abruma y los susurros de mi cabeza comienzan. Ahora, aumentan más rápido de volumen que siempre. Sin poder lograr callarlos, no puedo evitar reconocer una de sus palabras
Temer.
Siento el descontrol en todo mi cuerpo. ¿A qué o quién debo temer?
La usual chispa del fósforo prendido me trae de regreso. Entrecierro los ojos para ver al chico. Tiene una expresión dura en el rostro
- ¿Que es lo que pasa? -Me pregunta antes de que la flama se consuma- ¿Es seguro que vengas ahora?
- En realidad no. Pero estoy buscando a alguien. Es importante
El chico hace una pausa. Pensé que volvería a encender otro fósforo pero no fue así
- Él está bien, chico -Me dice- Está conmigo. Al parecer quería estar solo en un lugar y vino para acá. No pensó que alguien estuviera aquí. Me encontró y no tuvo otra opción más que desahogarse conmigo. Él está bien
Me permito dar un suspiro
- Bueno, en realidad ese niño es a quien quería presentarte -Le digo al chico aún sin poder verlo-
- Sin apuros. Lo conozco también desde hace unos días. Si no mal recuerdo, nos encontraste en la cocina hace unos días atrás
Su respuesta me toma por sorpresa. No recordaba ese día hasta ahora.
Antes de que yo pueda preguntarle lo que ambos teníamos en mente, me responde
- Fue similar a ahora. Un hombre lo dejó en la cocina y le dijo que regresaría en unos minutos. De por sí, él ya estaba muy asustado. Después de que se fuera, comenzó a llorar; eso despertó mi interés y salí. Se espantó, pero finalmente me abrazó sin motivo. Supongo que le di el consuelo que necesitaba justo antes de que llegaran los demás chicos, el profesor y tú -Él hace una pausa- En fin. Puedo ayudarle, sólo tráelo más seguido si es posible
- Es imposible. Tal vez si te escondes en mi cuarto, podemos hacer esto más rápido
- No. Tu plan es el imposible. Si resulta que alguien me descubre...
- ¿Acaso no yo lo he hecho? Además, sólo debemos cuidarnos de los profesores. Ellos normalmente patrullan los pasillos más peligrosos y cercanos a las salidas, pero no por eso no se cruzan. Los demás chicos no te dirán nada si te ven porque no les importará, y a lo mucho, se lo preguntarán a ellos mismos
El chico titubea un par de segundos. Es demasiado débil para seguir firme con sus palabras.

El orfanato de los sin nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora