Prólogo

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Todos los empleados de la mansión Lombardo se encontraban ansiosos ante la llegada de la señorita Lombardo, la nueva jefa de la familia. Unas horas atrás, don Jorge se había encargado de llamar a Pablo para que tuviera todo listo para la llegada de Lucía; le darían la bienvenida como máxima autoridad en la familia.

La camioneta en la que Lucía iba, llegó a la entrada de la mansión. Su velocidad disminuyó notablemente; siguiendo hasta quedar en frente de la entrada principal al interior de la gran mansión.

— ¿Estas lista? —Le preguntó don Jorge a la joven—. Ahora tú estarás al frente de la familia, y te encargaras de cada uno de los integrantes de esta, iniciando desde los empleados de la mansión. Sé que aún te faltan cosas que aprender sobre esta clase de vida, pero por el momento lo más importante es la llegada a la mansión, debes infundir respeto desde el primer momento, nada de miedo, solo respeto, eso es mucho más efectivo. ¿Entendiste?

—Si... Los empleados de la mansión no son los que me preocupan.

—Por el momento céntrate en la llegada a la mansión con jefa de la familia. Vamos de apoco, luego nos iremos encargando del resto. La primera parte y más difícil ya pasó, nadie de las otras seis familias se opuso en la reunión Capital, así que vamos bien, muy bien. Solo confía en ti misma.

Lucía miró finalmente a su abuelo, a aquel anciano que hasta hace un mes podía decir que no tenía interés en ella. Aquel hombre que le acababa de confiar un gran poder; el poder que sería de su padre si aún estuviera vivo.

—Lo sé abuelo, soy una Lombardo, sabré portarme como tal. Ya no soy la bastarda que vivía en la mansión, esperando alejarse de esta. Vamos.

Daichi, que hasta el momento había permanecido en silencio, se levantó del asiento y salió de la camioneta. La rodeó y llegó a la puerta por la que saldrían abuelo y nieta. La abrió y dio paso para que salieran.

Don Jorge se sujetó con una mano del borde de la puerta y bajó. Los empleados, que se encontraban divididos en dos filas ordenadas por Pablo, estaban atentos, aún no creían que David no fuese el jefe de la familia. El anuncio se hizo a un lado y dio paso para la salida de su nieta.

Daichi extendió su mano, y unos largos y delgados dedos se aferraron a esta. De la oscuridad del interior de la camioneta, una mujer vestida muy elegante, salió. Con la ayuda del joven, puso sus pies al suelo. Los empleados no quitaban su vista de la joven, se veía distinta a la última vez que la habían visto, hasta Pablo lo notó.

Don Jorge, que veía como todos mantenían la mirada en Lucía, aclaró su garganta para llamar la atención de Pablo. El mayordomo se percató y viendo la seña que le hizo con la mano, dio un paso adelante de los empleados de la mansión y habló.

—Todos —se dirigió a los empleados—, demuestren su respeto y lealtad ante la nueva dirigente de la familia Lombardo, la señorita Lucía Lombardo Montes. Una reverencia.

Cada una de las personas que estaban en alguna de las dos filas, hicieron una leve reverencia ante la joven, y en un perfecto coro dijeron:

— ¡Bienvenida, señorita Lombardo! ¡Estamos a su total disposición!

Lucía dio unos pasos a delante. Dejó que su abuelo y Daichi se acomodaran uno a cada lado. Tomó un respiro profundo y empezó a hablar.

—Como todos sabrán, ahora soy la jefa de la familia, ustedes estarán a mi cargo, así que espero poder confiar en ustedes para que las cosas en la mansión sigan funcionando como lo han venido haciendo. Mientras ustedes obedezcan cada una de las órdenes que se les den, no habar ningún problema.

— ¡Si, señorita! —respondieron.

—Muy bien. Por último, recuerden, ustedes no están trabajando para cualquier familia, están trabajando para los Lombardo, aquí no nos andamos por las ramas, si algo sucede y, merece algún castigo, no duden que se dará.

ADN Lazos inquebrantables (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora