Cap 1. Planes

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Un año después

-Muy bien señores, la reunión ha terminado. Pueden marcharse.

De a uno, los hombres se fueron levantando de las sillas y salieron de la oficina. Había sido una mañana pesada, Lucía llevaba reunida con ellos un poco más de dos horas. Su trabajo como cabeza de la familia Lombardo era pesado, tenía suerte de que su abuelo estuviera a su lado y le ayudara en lo que necesitará, era su consejero.

- ¿Necesitas algo, Peter? -le preguntó Lucía, al único hombre que se había quedado.

Peter Anderson pertenecía a una de las familias con más poder después de los Lombardo. Eran una familia muy fiel y, no se quejaron cuando Lucía llegó a América para ocupar su lugar y darse a conocer como la nueva jefa del clan. Ella confiaba en ellos, pero con Peter tenía un cuidado especial, no daba lugar para que ambos se reunieran a solas. Lleva un poco más de dos meses in invitándola salir.

-Lo de siempre, quiero invitarte a almorzar, ¿aceptaras esta vez?

-Te lo he dicho muchas veces, Peter...

-Sí, ya me sé el guion -la interrumpió-. No puedes aceptar mi invitación por que el trabajo y tus responsabilidades están antes que cualquier cosa, me los has dicho un montón de veces.

-Pues si ya lo sabes, no deberías insistir. -le respondió, Lucía.

-No pierdo nada intentándolo, ya sabes, el que persevera alcanza y, yo soy muy perseverante.

Lucía no podía negar esas palabras, ella mejor que nadie lo sabía, él podía invitarla varias veces al día: la invitaba a comer, a tomar un café, ir por unas copas, lo que fuera que se le ocurriera, pero Lucía lo rechazaba. Las primeras veces, ella lo hacía con decoro, esperando no afectar su relación de trabajo, pero al ver que a él no le importaba ser rechazado cada vez, ella dejó de ser cuidadosa y lo empezó a rechazar sin importarle cómo y con qué palabras lo hacía.

-Bueno, parece que ya encontré como llamarte, "señor perseverante". Anda y vete. Puede que tengas mucho tiempo para tus chistecitos, pero nosotros tenemos mucho trabajo que hacer, si nos disculpas, puedes irte y, dejarnos trabajar. -habló Daichi, quien al no ver salir a Peter, entró de inmediato a la oficina.

-Te habías demorado en aparecer -dijo Peter con desagrado-. Mi querida Lucía, ya me marchó, tu perro ha llegado y no quiero que me muerda.

-Lárgate antes que traiga un perro de verdad y, créeme, no será una mordida en la pierna lo que recibas, está entrenado para ir por otras cosas. -lo amenazó Daichi, enojado.

Lucía hizo todo lo posible por aguantar la risa, no podía negar que se divertía cuando ese par se enfrentaba. Peter por su lado tomó sus cosas, se despidió de Lucía y salió de la oficina.

- ¿En verdad tienes un perro entrenado? -le preguntó curiosa, Lucía.

-No, pero quizá debería conseguir uno... Por cierto, ese es el peor de todos los moscarrones que he tenido que espantarte. Es tan insistente que a veces me dan ganas de practicar mi puntería con él.

-Pues tendrás que aguantarte. Peter es de los siguientes en poder de la familia, no puedes hacerle nada, además, son confiables, ¿por qué crees que lo mantengo a mi lado a pesar de su insistencia?

-Sí, sí; lo sé. Por cierto, Xin me llamó esta mañana, dijo que no podrá venir para noche buena, al parecer Hiro la hizo prometer que iría a la cena familiar que harán. Pide mil disculpas y, que después te lo compensara.

ADN Lazos inquebrantables (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora