Canciones De Cuna Para Una Mente Dormida

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¿Hemos perdido el rumbo de la realidad? A veces nos lo preguntamos, a veces lo estudiamos desde nuestros lechos, que si bien no están vacíos, distan mucho de tener el calor de un amante o de un alguien que pueda rescatarnos. ¿Pero quién nos debería salvar y por qué? Si nosotros mismos hemos elegido esta vida, vida que auxilia a otras más donde la mente no es más que un ser atrofiado lleno nada más que de aire y de ideas vacías y moribundas, de mudas palabras hechas plegarias indecisas, y esa creencia en templos hechos carne que ni siquiera puede moverse.

Desde hace tiempo hemos hecho lo posible para rescatar la poca dignidad que somete a nuestras facultades y aspiraciones; y puede decirse que se tienen los resultados esperados aunque eso no sea suficiente para algunos pocos que nos controlan.

Desde que tenemos memoria nos han controlado y nuestra existencia, la prevalencia de la misma, ha sido posible gracias a nuestro ingenio e ingenuidad. Nos entregamos ciegos, sordos y mudos haciendo caso omiso a las precauciones y a las advertencias que nos dieron en nuestras juventudes todos aquellos que nos amaron. Y ahora calmados en nuestras camas llenas de sueños lúcidos, premonitorios, vividos y con pesadillas, nos hemos visto sometidos a esta vida desde la plenitud de nuestra consciencia y presencia; creemos hacer lo correcto con el tiempo que se nos da, a partir de esos sueños en los cuáles nos sumergimos sin descanso hasta que alguien se digne a despertarnos.

Sin embargo, ya olvidamos añorar el mundo real pues olvidamos la presencia de la naturaleza que nos vio paridos desde lo silvestre, pues ya confinados a estas cuatro paredes, pensamos en sólo nuestros mundos construidos y en todas las vidas que salvamos gracias a nuestra existencia pese a que no la podemos disfrutar. Y si con eso podemos salvaguardar a nuestras naciones y la esperanza que reside que esperan todas ellas, el tenernos como sus motores presenciales aun si la vastedad de los imperios nos oprime, es su principal prioridad. Y pese a esto, somos considerados santos. Somos santos soñadores y repartimos ofrendas envenenadas de absoluta fantasía.

Mi nombre es Daniel y soy el dueño de los sueños lúcidos. Vivo recluido en mí mismo, en mi refugio de paredes pintadas de oro y plata, desde que las ideas dejaron de manar de la imaginación de las personas, desde que todo se fue al caño pues no hubo quién dirigiera el mismo mundo en el que habitamos.

Soy, por supuesto, uno de los favoritos de mis cuidadores, ellos quiénes lo controlan todo para que no desfallezcamos. Y aquí desde mi cama mullida, llena de los regalos que las personas nos pueden dar desde lo más hondo de su corazón, ellas claman por nuestro nombre aún si desconocen nuestra historia o lo que fuimos desde el principio cuando éramos unos niños y nada más.

Mis ojos no han dejado de moverse desde que me confinaron a esta vida, y la última vez que estuve consciente de todo lo que el mundo real ofrecía, pude sentirlo a él: el que me sacaría de mis ensoñaciones sólo para estar un instante conmigo, así se cayera todo el infinito por su causa.

Sabía que no me iba a dejar allí solo y aunque le agradecí el que existiera esperando seguir sumido en ese calvario de salvación, él en cambio me dio una probada de su propia virtud magnánima y colosal con la que, por unos minutos, logró conmoverme y arrancar lágrimas de felicidad a mi alma marcándome para siempre. Porque yo sueño y él es mi tacto cálido y evocador de maravillas en esta pausada realidad que no deja de avanzar.

El Refugio de los Santos SoñadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora