Lucas

23 5 0
                                    

Llueve lo suficiente y miro mi reloj de pulsera con detenimiento y tranquilidad pese a que las gotas de lluvia me empapan de cabo a rabo. Son las ocho de la noche en el lugar del mundo en el que me encuentro y no hace mucho arribé frente a este centro de adoración denominado como el Liberador de la Humanidad, el edificio de forma exuberante cuyo nombre angelical guarda más de un secreto. LISANDRA es el lugar donde se guardan todos los cuerpos puros y divinos de los santos soñadores, soñadores a los que escasas millones de personas adoran sin medida. Estoy allí y voy a estar cerca de mi soñador por primera vez. El soñador de las pesadillas, el soñador de la guerra. Azariel.

Atravieso la entrada principal y reflexiono. ¿Realmente estoy aquí? Me pellizco para ver si despierto de un sueño al que se me está prohibido accesar, y cuando me percato que no sueño, me torno un poco pálido. O así lo veo a través de los ventanales que reflejan mi figura. Se me indicó que fuera lo más discreto posible con mi selección pues los hacedores de la facción cazadora son elegidos con mucho cuidado y yo disto de cumplir con los estándares que requieren para llevar a cabo todas las faenas que comprometen la paz del mundo. No soy un guerrero y mi cuerpo no es el más preparado, sin embargo, mi cerebro compensa mucho esa falta de otras cosas que acreditan una buena compañía con la que podrías pasar el resto de tus días. Ni siquiera era seleccionado para participar en los juegos que aprendimos de nuestros santos y reprodujimos a la perfección en su nombre. Soy un enclenque y sin embargo, estoy aquí, en el centro de adoración donde mi soñador espera conocerme. O eso me dijeron por medio de la carta que me fue arrojada en las manos, por medio de un estricto protocolo, hará unas horas atrás.

Crecí viendo las estrategias de guerra de Azariel. Estrategias que muchas veces reproduje, así como todos sus ataques más cruentos y una y otra vez, por medio del viejo ordenador que mi familia había conseguido abrigarse con los pocos fondos que nos sostenían a flote. Jugué casi toda mi infancia y juventud con ese ordenador, pero puedo decir que no todo el tiempo pues a veces las pesadillas que reproducían los escenarios a los que me enfrentaba, con esos juegos en los que me sumergía hasta muy noche, me visitaban en el mundo real. Me entusiasmaba de igual modo saberme acreedor de una oportunidad en la que podía enfrentarme al soñador de la guerra. Ese soñador que era peligroso según decían los mismos que le servían. Sabiendo esto, crecí adorándolo y amándolo por sobre todas las cosas, pues llegó a hacerme creer en mí mismo. Y admito, sin vergüenza alguna, que llegué a rezarle cuando mi vida se convirtió en una total oscuridad. Dicen que Azariel es peligroso, pero yo no lo consideré nunca así, hasta que fui testigo presencial del monstruoso poder que le recubría.

Me muevo haciendo algo de ruido y veo a alguno de los Maestros que operan en LISANDRA. Los Maestros son todas mujeres, mujeres que portan hábitos de un matiz quemado y que llevan también postrada en sus cabezas una corona de velo abierto que la recubre toda hasta formar una especie de halo. Varias de ellas caminan a mis dos lados y me flanquean el paso, hasta que me topo con una vestida de blanco impoluto que me saluda con una reverencia noble y firme. La respondo con la misma nobleza que se me da y ajusto mis lentes haciendo presión sólo por el área que corresponde al puente de mi nariz. Poco después se llevan mi abrigo empapado y mi sombrero y quedo en pie con la que parece la Honorada Maestra de LISANDRA.

"Se unirá a las demás Maestras y a su soñador en lo que comprobamos que todo está en orden con su real persona" me dice la Honorada Maestra conforme avanzamos a una amplia urna donde se me explorará.

Llegamos. Entonces me veo pronto completamente desnudado y estudiado. Me asean de punta a punta y luego me enfundan con un traje similar al de las Maestras que operan y ejecutan sus funciones en ese centro de adoración; salvo que mi indumentaria consiste sólo en una especie de disfraz oficiado para la guerra a un grado humilde. Es sólo una simple túnica de matiz quemado que me queda algo suelta pero no protesto por esto. Veo como las Maestras de LISANDRA queman mi ropa, y como los otros objetos que he traído conmigo son empaquetados en bolsas plásticas de un color chistoso que se me figuran a un montón de caramelos.

El Refugio de los Santos SoñadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora