PRÓLOGO

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Otoño es una de las estaciones del año ideal para planear una visita a las tierras canadienses. La temporada perfecta en la que un pequeño grupo de turistas decidió conocer las magníficas vistas que les podía ofrecer la madre naturaleza. El grupo estaba conformado por dos hombres y una mujer de aproximadamente 30 años que estaban aprovechando sus vacaciones para escapar de la rutina.

Su travesía apenas comenzaba en el aeropuerto de la capital. Una vez pasaron el control de migraciones y recogieron sus maletas, fueron a buscar un bus hacia Toronto. El primero que saliera, ya que no tenían todo el tiempo del mundo y tampoco tenían mucho presupuesto como para alquilar un auto y preocuparse de la gasolina. Por lo que se podía decir que viajaban como mochileros para vivir una nueva experiencia.

En el tiempo en que se movilizaban hacia la ciudad, planearon los últimos detalles que necesitaban antes de llevar a cabo su caminata por los famosos bosques de la zona sin morir en el intento. Porque después de todo, solo eran simples personas con la pasión de conocer nuevos lugares. Apenas llegaron a su destino, comenzaron a caminar por la carretera principal con sus maletas en hombros.

Pudieron haberse detenido a descansar en un motel, pero no quisieron perder más tiempo. El sol todavía no se ocultaba, así que aún tenían posibilidades de llegar a un lugar relativamente cercano a su destino. Por suerte, un auto les dió un aventón hasta la ciudad donde tenían que llegar.

Había sido un largo viaje sin descanso, pero ellos no se detuvieron. Luego de agradecer al sujeto del auto, continuaron su caminata hasta el interior del bosque. El sol ya casi estaba oculto a esas horas, así que no tardaron en ubicar una zona donde cada uno pudiera armar sus tiendas para finalmente descansar. Era su primera vez acampando en la intemperie, así que pensaron que no lograrían conciliar el sueño tan fácilmente. Al menos, la mujer era un poco más sensible al ruido de las hojas y las aves, pero era algo que podía arreglarse con un par de tapones para los oídos.

Los tres estaban con grandes expectativas de su aventura dentro del bosque; sin embargo, su propia inexperiencia les iría en contra los próximos días. Aún con un mapa y una cámara grabando todo el recorrido, no lograron hallar un camino de vuelta a su campamento. Menos a una de las salidas hacia la carretera principal. Estaban completamente perdidos y apenas era el comienzo de su aventura que por el momento parecía sin retorno.

Un día era suficiente para alarmarse de la situación, pero no sería hasta el tercero cuando empezaron a sentir la incertidumbre cuando sus alimentos empezaron a escasear. Solo les quedaba lo suficiente para mínimo un día y todavía no lograban encontrar señal para pedir ayuda. Sin considerar que solo les quedaba un celular con un poco de batería.

En su intento fallido de ubicarse en el mapa, la mujer se alejó de sus compañeros. Al igual que todos estaba desorientada, pero la posición del sol le daba cierto punto de orientación para saber cuál era el sur; aunque no llegó a caminar tanto. A unos cuantos metros de distancia se encontró con algo que nunca imaginó presenciar directamente antes sus ojos. Su primera reacción, ya sumida por la ansiedad, fue gritar, histérica, y luego salir corriendo hacia sus compañeros.

Sólo encontró a uno de ellos cerca, pero él no lograba entender lo que decía entre sus sollozos y sus medias palabras provocadas por el pánico. Lo único que podía hacer era señalar hacia la zona donde había ido, y eso, al menos, sí lo comprendió su compañero. Quien no dudó ningún segundo en acercarse para comprender lo que estaba sucediendo.

El tercero del grupo no tardó en aparecer luego de oír los gritos de la mujer, así que también se unió a su compañero para descubrir que había provocado tal impacto. Sin embargo, ninguno tuvo la misma reacción cuando vieron lo mismo que ella. Permanecieron observando en silencio, aunque sus expresiones eran una mezcla de asco y pena.

Ninguno sabía qué hacer ante esa nueva situación. No estaban en condiciones para aportar algo, seguían perdidos y sin ningún tipo de contacto. Y aún así, la mujer tomó la decisión de utilizar lo poco que le quedaba de batería en su celular para lograr llamar a alguien. Ella realmente quería salir de ese lugar cuanto antes fuera posible, eso no estaba dentro de sus planes de viaje. Entonces, buscó el árbol más cercano para subir mientras la adrenalina del momento le permitía hacer cosas que no haría su yo normal. Cuando llegó a la parte más alta, mantuvo su brazo alzado hasta que su celular recibió apenas una barra de señal. Una era mejor que nada, así que no tardó en marcar el número de emergencias. La llamada ingresó con ciertas interferencias, pero el objetivo se logró. La ayuda estaba de camino.

Había sido una llamada corta, apenas unos minutos que permitió la batería del celular, así que los tres compañeros tuvieron que confiar en que la ayuda llegaría a ellos en algún momento del día. Improvisaron un pequeño refugio con las pocas cosas que le quedaban para protegerse de la lluvia que empezaba a caer sobre ellos a medida que el sol se ocultaba delante de sus ojos. Estuvieron esperando por varias horas que por la misma ansiedad terminaron todas sus raciones de comida. Incluso por un momento pensaron que jamás los encontrarían.

Sin embargo, luego de una larga espera se escucharon sonidos de un grupo de personas acercándose a ellos. Era un ruido completamente de humanos, además que los animales no tenían la capacidad de iluminar su camino. Las voces les dieron el alivio que estuvieron buscando desde el momento que se perdieron, pero estaban tan sumidos en sus propios pensamientos que todo se sentía como un sueño. Algo lejano y luminoso hasta que apareció una sombra delante de ellos, era un hombre alto, y aunque no se pudiera ver su rostro, solo bastaba con su voz para saber qué se trataba de alguien mayor que ellos.

—Soy el oficial McField, ¿usted fue quién llamó? —preguntó el señor con una voz grave a la mujer. Sin embargo, ella solo contestó asintiendo. Ya no le quedaban más fuerzas para hablar—. ¿Dónde está? —continuó el oficial, sin prestar mucha atención al resto de oficiales que llegaban detrás de él. Las tres personas señalaron el árbol sin hojas—. Quédense aquí, ya vendrán a ayudarlos. 

¿Por qué ella?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora