CAPÍTULO 1

1.5K 56 2
                                    

El señor McField, con ayuda de una linterna, se acercó al árbol que le habían indicado. Habían llegado demasiado tarde al lugar, no tanto por los turistas, sino por la razón principal de la llamada. Él no era parte del equipo de rescatistas que ahora estaba atendiendo al grupo de amigos, su rama de trabajo era distinta, por lo que su presencia era requerida por lo que había en ese árbol. Se quedó observando con detenimiento cada detalle que pudiera encontrar para hacer su propio análisis antes que el resto de su equipo llegara al punto de encuentro.

Era un imponente árbol a comparación del resto que había alrededor. Era el único sin hojas, aunque el principal diferencial era que entre sus gruesas ramas colgaba un cuerpo aparentemente femenino. McField supuso que se trataría de una adolescente entre los quince o dieciséis años al echarle un vistazo más de cerca. Su ropa no mostraba ningún signo de haber sufrido algún tipo de daño y por alguna extraña razón estaba descalza. La distancia entre el suelo y sus pies era mínima, por lo que existía la posibilidad de salvarse. Sin embargo, había detalles que no concordaban para hacer una rápida conclusión sobre su muerte. Era imposible que sus pies y ropa se encontrarán sin rastros de tierra, hacía unos días atrás había llovido y el lugar estaba lodoso —Eso lo pudo verificar con los turistas—. Además, no se podía decir si su muerte se debió a un suicidio o un asesinato. No tenía indicios de haber sido atacada, aunque no se podía descartar la idea de que habían otros métodos para acabar con la vida de alguien.

—Teniente, ya tenemos orden para bajar el cuerpo —habló el médico forense al pararse al lado de McField. Miró el cuerpo de la joven y luego a su jefe esperando su respuesta.

—¿Y la doctora Diagon? Pensé que la habían llamado a la escena.

—Escuché que hubo una situación urgente en el laboratorio, por eso me enviaron a mí —contestó Zimmer. Él también era parte del equipo, pero apenas acababa de integrarse. McField prefería rodearse de personas con experiencia, pero entendía el proceso de cómo obtenerla.

—Entonces, haz lo que tengas que hacer —dijo McField—. ¿A simple vista, puedes saber el tiempo que lleva muerta?

—El cuerpo está casi intacto que podría decir un día, pero solo serían conjeturas hasta poder revisar con detenimiento... ya sabe, el clima y el ambiente son un factor clave...

—Usted es el experto, así que se lo dejó en sus manos. —Fue inevitable interrumpir al médico, pero necesitaba hallar más pistas antes de que el clima se volviera en su contra.

Se alejó de la escena para acercarse a una de las camionetas donde había llegado una parte de su equipo. Ahí encontró al oficial Jones preparando la cámara con la que tomaría fotos a todas las pruebas que se cruzaran en su camino. Al sentir la presencia del señor McField, alzó la mirada y esperó con atención a las palabras de su superior.

—Necesito que investigues a los turistas, por ahora son los principales sospechosos —dijo McField—. Y averigua algo de esta chica con el resto del equipo. —Jones asintió, y se marchó hacia dónde se habían reunido los turistas tras ser revisados por los paramédicos.

—¡Encontramos algo, Teniente! —Se acercó otro de los oficiales—. Una bicicleta y una mochila.

El Teniente, así era llamado McField por su antiguo rango en la milicia, se adentró en el bosque acompañado del mismo oficial que dió el aviso. La bicicleta seguía en el mismo lugar que fue encontrada, y sin lugar a dudas se podría decir que le pertenecía a una adolescente por todas los stickers que cubrían gran parte de la pintura original. También tenía una canastilla en la que estaba resguardada una mochila que era imposible pasar desapercibida por los colores.

Primero tomaron las respectivas fotos como evidencia, y luego procedieron a abrir la mochila como si se tratara de una posible bomba. Uno no podía tener demasiada confianza en lo que podría o no suceder.

¿Por qué ella?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora