CAPÍTULO 9

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Mcfield sabía que esa era la última llave a las respuestas, por lo que no podía dejarlo ir como si nada. Antes de dar por concluido el encuentro, le preguntó si podía acompañarlo durante su trayecto de regreso. El soldado era capaz de cuidarse por sí mismo, no tenía ninguna duda al respecto; pero necesitaba ganar un poco más de tiempo. Al menos, el joven terminó aceptando.

La agente Evans se marchó hacia la estación para cerrar algunos cabos sueltos, mientras ellos se dirigieron a una de las estaciones del subterráneo. Todo el camino hasta el lugar fue completo silencio, incluso cuando se sentaron a esperar el tren. Y aunque el Teniente estaba ansioso por hacer preguntas, optó por el silencio y la paciencia.

—Kennedy tuvo un hijo que murió a los dos días —El soldado soltó las palabras mientras miraba fijamente las vías del tren. Estaba claro que una parte de él sabía que no debía hablar de ello.

—Lo recuerdo, una falla en su aparato respiratorio. —McField a diferencia del soldado, lo observaba para ver sus gestos y comportamiento.

—Es lo que el mundo cree —rió en voz baja—. Unos espías rusos se hicieron pasar por doctores para ingresar a la habitación de su esposa. Ahí incubaron un virus al niño, pero fue demasiado tarde cuando interceptaron los mensajes. Cuando llegaron, el bebé ya estaba muerto en los brazos de su madre.

El soldado se calló por unos minutos cuando vio que se aproximaba un grupo de personas para tomar el siguiente tren.

—Entonces, Kennedy decidió vengarse —continuó—. Se descubrió quién había dado la orden y no tardaron en llegar las noticias del otro lado. Nikita había tenido una hija, aunque aún no había sido compartida al público por algunos problemas de salud. Kennedy vio su oportunidad para atacar.

—¿Una hija de Nikita en el 63? —repitió McField con incredulidad. Ya no tenía edad para ser padre, además ya tenía cinco hijos adultos—. No hay pruebas de eso, además un bebé no parece de la nada.

—Qué puedo decirle, yo no viví en esa época. Entiendo que así es como nacen los hijos ilegítimos, pero ese no es el punto. Kennedy no tardó en enviar un grupo encubierto a secuestrar a la recién nacida con la orden de llevarla ilesa a los Estados Unidos.

—Todo eso pasó en un rango de 4 meses...

—Sí. La respuesta de la Unión soviética fue a lo grande con el asesinato del presidente a plena luz del día. Un poco drástico, pero quedaba claro el mensaje de que nadie se podía meter con ellos sin salir ileso.

—Pero todo el mundo sabe que fue asesinado por Harry Oswald y otro sujeto más.

—Eso fue lo que el Estado quiso hacer creer a todo el mundo. No podían decir simplemente la verdad sin desatar el caos interno.

—Pero eso era más que suficiente para iniciar una guerra.

—Eso es lo más razonable, porque se lo estoy diciendo. En ese momento, no había pruebas contundentes para culpar a la URSS. Los soviéticos eran unos maestros del engaño recurriendo a otros.

—¿Pero qué tiene que ver Tamara con esto? —La expresión del soldado vaciló.

—A pesar de la muerte del presidente, la hija de Kruschev permaneció como rehén. Creció en las instalaciones de seguridad del Estado y en determinado momento conoció a uno de los hijos de Kennedy. —El soldado alzó la mirada hacia el teniente—. Tuvieron una niña en el 99.

—Él estaba casado, recuerdo ese día de la boda. Nunca tuvieron hijos.

—Lo obligaron a casarse, pero el secreto llegó a oídos soviéticos e interceptaron el vuelo donde iba. Ya sabe el resto de la historia.

—¿Qué pasó con la madre?

—Luego de ese incidente, la dieron de baja y tomaron posesión de la niña... Creo que sabe muy bien a lo que me refiero.

—No tenía sentido mantener a alguien que supuestamente nunca existió —comentó McField—. ¿Ella, Tamara, sabía algo de eso?

—Se nos prohibió decir cualquier palabra del tema, pero ya tenía edad para saberlo.

—Sin embargo, ¿por qué alguien desearía hacerle daño? Aparte de los lazos consanguíneos, no tenía ninguna relación con los problemas políticos ¿Usted tiene una idea de quién pudo haberlo hecho?

—Podría hacer una lista larga de posibilidades, pero nunca llegaríamos al fondo. Quién lo haya hecho era un profesional en su campo, porque conozco las habilidades de ella. Sabía perfectamente cómo defenderse.

—Tal vez alguien de confianza.

—O simplemente un desliz. Un simple error puede terminar con la vida de alguien —En eso, llegó el tren del soldado. Él solo se puso de pie.

—No sé si esto te vaya a servir, pero Lewis ya recogió el cuerpo de Tamara de la morgue. —El soldado solo asintió y siguió caminando hasta que desapareció por la puerta del tren.

Cuando McField regresó a la estación, solo había una persona que estaba esperando por él. Su equipo ya estaba iniciando la investigación de otro caso que la joven sin identidad quedó en sus memorias como un caso sin resolver.

—¿Qué le dijo el soldado? —preguntó la agente Evans cuando estuvieron en su oficina. Era su último día colaborando con ellos.

—Es clasificado —McField sonrió. Había hecho una promesa, pero había secretos que debían mantenerse de ese modo. 

¿Por qué ella?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora