CAPÍTULO 10

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La agente Evans ya había dado por finalizada su búsqueda. Si McField no le iba a contar el secreto, no iba a insistir en preguntar. Las consecuencias por saber la verdad podían pagarse con la vida, así que tenía que aceptar lo que ya había averiguado hasta ese momento como su verdad absoluta. Sin embargo, aún quedaba un cabo suelto sin resolver.

Antes de que llegara la orden de archivar el caso, Jeremy logró entrar a la cuenta de la joven. Esa información se quedó entre los dos y luego McField, pero ninguno volvió a comentar del tema hasta el último encuentro con el soldado Cosgrove. Decidieron eliminar la cuenta y guardaron un mensaje que había enviado la joven al soldado antes de morir.

Estaban al tanto que el soldado todavía seguía en el país, por lo que la agente Evans pidió ir personalmente a dejarle el mensaje, como su última tarea. Sabía dónde encontrarlo, debido a un aviso que llegó a la estación diciendo que iban a velar el cuerpo de la joven por un día para que sus amigos tuvieran la oportunidad de despedirse de ella. La presencia del soldado era inevitable, porque, al día siguiente, se encargarían de eliminar cualquier rastro de la joven.

El velatorio iba a empezar por la tarde en una pequeña capilla que estaba a media hora de la ciudad, así que se dirigió por última vez a la antigua casa de los Verner. Su arma la dejó dentro de su auto, al igual que un ramo de flores blancas, y salió simplemente con la hoja que tenía impreso el mensaje.

Al menos, esa vez no la recibió con un arma apuntando su cabeza. Iba vestido de ropa oscura, ya estaba listo para salir, pero necesito unos minutos más cuando le entregó la hoja. Ella se sentía culpable de haber leído el contenido, pero no pudo resistirse. Lo releyó tantas veces que ya se lo había aprendido de memoria.

Sábado xx, 2:25pm

Sé que fui yo quien te dijo que fueras a ese lugar, pero ya ha pasado mucho tiempo desde que perdimos contacto. No lo digo con la intención de preocuparte o pedirte que regreses de inmediato, estoy perfectamente bien y tengo al señor Lewis... pero he aprendido que no me gusta estar sola. Entiendo que es por mi seguridad, pero ahora tengo amigos con los que disfruto pasar mi tiempo, pero no se siente correcto mentirles y alejarlos de mi vida. Los cuidó de esa manera, pero es demasiado solitario.

Y tal vez te estás preguntando porque te escribo por aquí y no a través del señor Lewis. Uno, porque no quiero que ese hombre lea lo que te escribo, aún si es un protocolo de seguridad. Dos, porque en esta cuenta al menos puedo decir que eres mi hermano sin desencadenar algún tipo de caos mediático o conspiración política. Y con eso quiero llegar a la razón de este mensaje.

Hace un tiempo fui a hacerle una visita a tu habitación. Como te dije, no es divertido vivir en una casa enorme, si todas las habitaciones están vacías. No fue mi intención revisar tus cosas, simplemente me encontré con algo por casualidad. Algo sobre mí. Mi verdadero yo y no el personaje de Tamara Verner. Antes quería respuestas del porqué me ocultaban tanto y, en especial, sobre mis padres, pero ahora entiendo porqué fueron tan silenciosos como una piedra.

Creo que me excedí un poco con el contenido, así que hasta aquí dejaré el mensaje. Seguiré esperando tu retorno, y por mientras seguiré yendo al bosque. No es necesario que me digas nada, porque ya lo conozco como la palma de mi mano y sé cómo defenderme muy bien. Pero tú, por favor, mantente con vida. Eres la única familia que tengo.

PS. Cuando regreses quiero que vayas al jardín y busques algo que he enterrado. Es una pequeña sorpresa. No creo que se te haga complicado.

Cuando el soldado terminó de leer ese mensaje, se dirigió al jardín a desenterrar lo que había mencionado Tamara. La agente prefirió no ver el contenido, pero notó que se trataba de una pequeña caja de metal. Ella mantuvo su distancia, porque comprendía que era un momento personal. Ese hombre, aunque era su guardián designado, era lo más cercano que ella tenía a una familia y quizá era lo mismo para él. Quizá era la persona que le hacía recordar que era una persona con emociones y no una máquina asesina.

—Gracias —dijo el soldado después de unos minutos—. Y lamento haberte apuntado con mi arma.

—Sin rencores. —Evans comenzó a acercarse—. ¿Puedo saber cuál era su verdadero nombre?

Pensó que no se lo diría, pero lo hizo. Era un bonito nombre que le quedaba a la perfección, a pesar de que nunca tuvo la oportunidad de usarlo.

—¿Qué vas a hacer después de todo esto? —le preguntó.

—Regresaré al mismo lugar hasta que me asignen otra tarea —contestó el soldado con una media sonrisa—. Aunque no lo creas, no me queda otro lugar para ir.

—Entonces, no hay que perder más tiempo para despedirnos de ella. Cada segundo es valioso.

***

Al otro lado de la ciudad, McField tenía un último encuentro. Era el lugar menos esperado para tener una conversación, pero estaba sentado en la banca de un parque con alguien más. Ambos pretendiendo estar ahí para alimentar a las palomas mientras conversaban de temas confidenciales.

—Te dije que no investigues más —dijo Lewis, quizá ya advertido de su encuentro con el soldado Cosgrove.

—Eso me quedó claro, incluso el caso ya se archivó gracias a su influencia —contestó McField lanzando un poco más de pan a las palomas que se habían agrupado delante de ellos—. Es solo que no entiendo, cómo una joven podía desatar un caos político, o quieras llamarlo.

—¿Aún no te das cuenta?

—Si pudiera aclararlo por mí...

—Te lo voy a poner sencillo. Hay dos grandes ejemplares de dos especies distintas que tiene lo mejor de sí; sin embargo, no pueden convivir en un mismo lugar. Se reproducen con su misma especie, su sangre se mantiene intacta, al igual que sus características hasta que sucede algo inusual. De todas las probabilidades, dos se reproducen entre sí, creando algo que jamás has visto, algo demasiado bueno, fuerte y sin control ¿Qué harías en esa situación? Dejarlo solo por ahí y que se ponga en tu contra o quedártelo y enseñarle.

—En pocas palabras, quieres decirme que a esa niña le lavaron el cerebro.

—Tampoco hay que exagerar —Lewis decidió encender un cigarro.

—Entonces, ¿qué tenía de peligroso?

—Tiene —reafirmó el señor—. Su muerte no afecta el impacto de su existencia al mundo.

—Pero ustedes la tenían bajo su control ¿No son ustedes los buenos? ¿Por qué preocuparse?

—Aunque estuviera bajo nuestro control, cómo dices, no significa que fuera del todo obediente. Eso lo pudimos observar cuando la enviamos aquí.

—Pero, sisabían del poder que tenían entre sus manos. Me arriesgo a decir que el gobierno no está solo en esto... Deben haber iluminatis, masones, y otras sectas desconocidas. Usted seguro es uno de ellos.

—¿Por qué dice eso? —El señor Lewis parecía entretenido por lo que acababa de decir.

—Ha sido presidente de la CIA por mucho tiempo, alguien de un buen rango y roce social.

—Y le hago recordar que usted también fue presidente y tuvo su momento. Entonces, ¿es uno de ellos?

—Aun así, ¿por qué la mantuvieron libre, a vista de todo sabiendo lo que podía ocurrir?

—Los mejores secretos se encuentran a la vista de todo el mundo, pero nadie se da cuenta. —Michael se levantó de su asiento.

—¿Eso aplica en todo?

—Todo país tiene algo que ocultar a su pueblo. Mi único consejo es que tenga cuidado con lo que investiga ... .porque algunos se llevan el secreto a la muerte. —Entonces, el sujeto se marchó mientras dejaba salir el humo de su cigarro a cada paso que daba.

McField permaneció sentado, mientras miraba el cielo a la espera de hallar alguna que otra respuesta, porque no paraban de llegar las incógnitas. La última noticia que llegó a sus oídos fue que solo los dos sujetos regresaron con vida a su país.

¿Por qué ella?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora