CAPÍTULO 6

0 0 0
                                    

Poco a poco, Joey iba pronunciando las palabras para ese ritual. Esa animación iba a pasar a otro nivel, un nivel que roza lo psicótico y macabro, manchado de sangre y tinta.

-¡AYUDENME, POR FAVOR, AYUDENME!

Los encerrados gritaban desoladamente, en busca de ayuda, siendo en vano, ya que aquel estudio era inmenso y los gritos se disolvían en el aire, como los vapores que desprenden los coches, esos que tantos problemas dan, ya que es muy contaminante, aunque hay cosas que son más contaminantes y no se tienen tan en cuenta, como la contaminación espacial, que se desacen de la basura, sobre todo radiactiva, tirándola al espacio, creyendo que así va a desaparecer, pero no, ahí sigue, flotando, navegando por el gran universo, contaminandolo.

Joey seguía pronunciando su ritual:

-¡Ven conmigo, yo te llamo!

La Ink Machine empezó a moverse, como si alguien la hubiese encendido o hubiese cobrado vida. Esa máquina, a la que tantos trabajadores que trabajaron allí había sembrado tanta inseguridad, y es normal, una máquina extraña, nunca vista y creada por un desequilibrado mental, perfectamente podía ser una máquina de torturas, para cualquier persona que le cuestione, encerrarla allí y que no pueda escapar, haciendole a esa persona barbaridades que ni el mismo Dios querría contemplar ni sería capaz, cosas que el Diablo aclamaría, disfrutaría con ello. Aunque la Ink Machine no la construyó él solo, casi toda fue construída por Thomas Connor, el reparador del estudio, cada vez que algo se estropeaba, ahí estaba él con una sonrisa en la boca para arreglarlo.

La máquina empezó a moverse más  rápido y estruendosamente, como si de un motor se tratase. Empezó a gotear tinta de un tubo que daba al exterior. Joey seguía con su conjuro, tratando de invocar al Diablo. De repente, paró de recitarlo, se acercó a un ataúd  y la empezó a desplazar dentro del pentagrama.

-¡NO, POR FAVOR!- se escuchaba dentro del ataúd, aunque era en vano por el motivo ya antes explicado. Se trataba de Mark Thomson, el que le puso la voz a Bendy en los pocos capítulos que hablaba, esa voz carismática que a todo niño y algún adulto que le gusta recordar la felicidad que es la infancia le gustaba, no, le encantaba oir cada vez que empezaba el show, aunque, como ya dije antes, no aparecía en todos los capítulos.

Procedió a abrir el ataúd. En el momento que se abrió el féretro Mark salió corriendo, preso del pánico, pero no llegó muy lejos, ya que la puerta estaba cerrada. Joey cogió una pala que tenía apoyada en la pared y se acercó a Mark. Él intentó huir, pero fue en vano. Joey asentó un golpe contra la parte trasera de la cabeza que lo dejó inconsciente, pero no muriendo. Desprendía algo de sangre de la cabeza, pero no mucho.

Joey lo arrastró hasta el centro del pentagrama que él había dibujado después de que ese gas hubiera dormido a todos lo que estaban presentes en esa sala en aquel momento. Procedió a atarlo a unas cadenas con unos grilletes que estaban en el suelo. Joey esbozó una sonrisa algo macabra. Cuando Mark despertó se encontraba en el centro del pentagrama, atado a esas cadenas acabada en unos grilletea de acero algo manchados. Esos grilletes parecen algo antiguos, ya que además de manchas tenía algo de óxido,  lo que confirmaba que tenían un tiempo de antiguedad.

Asustado, Mark intentó escapar, pero cada vez que se movía más de un metro las cadenas pegaban un tirón que lo hacían caesrse y regresar al centro de aquel pentagrama.

Joey siguió pronunciando su ritual mientras que Mark gritaba descontroladamente.

Joey procedió a terminar.

-No es personal Mark, pero quiero que Bendy tenga tu hermosa voz- terminó de decir las palabras para el ritual-. ¡Satanás, ven aquí, yo te lo ordeno!

Bendy, The Inky DemonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora