El Pozo de Gea

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   Dio un par de pasos con determinación entrando a lo que parecía una cueva. Para su desgracia, era un gran pozo y mientras caía en él veía a sus lados, agua de tono turquesa circulado en la roca.

   Tocando el fondo y llevándose unos leves golpes, el niño siguió su aventura por lo que parecía un desagüe. El agua era limpia y cristalina, le llegaba por los tobillos. Mientras caminaba, miró una gran puerta que tenía una leyenda grabada que decía "karfi" el cual se traducía como Pitón. En la enorme puerta se reflejaba una cerradura en forma de una estrella, parecía una reliquia que portaba Gea, la madre tierra.

   El niño observó a su izquierda y derecha, en ambos lados había un camino, pero ¿Cuál debía tomar? Itheus, hizo una dinámica para decidirse que camino debía tomar; "Uno, dos, tres..." contaba las rocas que yacían a su alrededor, Tras unas cuentas paró en "35"

- ¡Bien! Izquierda, pares, derecha, impares. – Decía en voz alta mientras se dirigía a su diestra.

   Al final del camino que había tomado, el niño, se encontró con unos barrotes de oro que estaban quebrantados, como si alguien los hubiese arrancado con fuerza; no se detuvo y entre más avanzaba más se le generaba un hedor putrefacto; Al fondo del lugar se encontraba enroscada una criatura enorme de color blanco y negro, con una cola gruesa y esponjada.

- ¿Quién osa a despertarme de mi sueño? – Decía la bestia mientras se levantaba en dos patas.

-... - sin palabras nuestro pequeño protagonista se quedaba boquiabierto al ver a tal animalejo.

- Que no te engañe mi aspecto a zorrillo, soy un dios, aunque no lo parezca.

- ¿Un dios?

- Así es, mi padre, Tanatos, me ha desterrado de las tinieblas. En este mundo no han de querer mi forma, ni mi olor.

   Itheus, curioso, miró lo que le colgaba en el cuello, era una llave y la mitad de la estrella. 

– Necesito lo que tienes colgando. - Dijo el joven con valor.

- ¿Y has de pensar que te lo concederé así no más? ¡Jaja! No me hagas reír.

- ¿Qué quieres a cambio?

- Sácame de aquí y te lo daré.

- Lo necesito para sacarte. Atrás, hay una enorme puerta...

- ¡La gran puerta de Gea! Niño, estas en un lugar muy importante, aquí fue donde ella ocultó y ayudó a crecer al mismo Zeus. Al pasar los años, este lugar fue utilizado para encerrarme; mi padre, tomó prestado este lugar con el consentimiento de la madre tierra para castigarme sin razón, por eso, este lugar tiene esta llave en forma de estrella, porque yo no tengo manos como tú para utilizarlas y salir.

- ¡Vaya! Estoy en la cuna de Zeus. ¡Bien! Te ayudaré y vendrás conmigo.

- Mil gracias ¿joven...?

- Me llamo, Itheus.

- Vaya nombre tan peculiar.

- Si, es la combinación de "Ithali" y "Matheus"

- ¿Son tus padres?

- Eran mis padres...

- Lo lamento. ¿Cómo llegaste aquí?

- Es una larga historia... ¿Cuál es tu nombre?

- Me llamo Laros, el pestilente.

   Mientras el niño hablaba con Laros, este le contó todo, partiendo desde que conoció a Deimos. Se acercaban al otro camino, que tenía otros barrotes de oro, pero estos estaban intactos.

- ¿Por qué, donde te encontrabas los barrotes se encontraban rotos?

- Pitón, los destruyó para liberarme, pero fue encerrado en lo más alto de la montaña por mi padre.

- ¿Pitón?

- Es el oráculo de aquí, no es muy amable.

- Yo necesito llegar a él.

- Es peligroso, que la etiqueta "Oráculo" no te engañe.

- No importa, haré lo que sea para que me de respuestas.

   Itheus, debía idear alguna forma para romperlos barrotes o al menos hacerse espacio para pasar.

- Toma esta cadena con tu hocico.

- ¿Qué pretendes? – Decía Laros. Mientras el joven enrollaba la cadena en una barra de oro.

- Solo piensa en un momento donde sentías mucha ira y jala con fuerza. 

   Le puso la cadena en sus dientes. Juntos halaron las cadenas a lados contrarios, y la cadena que portaba la bestia se tornó verde brillante.

   Cuando terminaron de doblar los barrotes, se notaba con gran diferencia que la barra encomendada para el zorrillo, estaba más forcejeada que la de Itheus.

- Esa reacción nunca la había visto.

- Desconozco de lo que me hablas. Se mostraba ignorante, el pestilente.

- Las cadenas toman un color dependiendo de la intensidad de la ira o cualquier sentimiento.

Nuestro joven, se encamino al fondo del camino, ahí se hallaba un cofre de metal con una cerradura.

- Dame la llave, por favor.

    Con prisas, abrió el cofre y para sorpresa del niño allí se encontraba la otra parte de la estrella de Gea y también algo que parecía una pócima de color verde azulado. Guardándoselas pertenecías encontradas, volvió a ver al zorrillo.

- Ahora podemos irnos. - Decía con entusiasmo el gran zorro.

- Si, Laros, salgamos de este lugar.

   Insertaron la llave en forma de estrella en la puerta principal, y esta misma comenzó a abrirse hacia arriba; al fondo se podía ver una pared de roca y no parecía haber salida.

- ¿Esto es una broma?

- ¿No creías que sería muy fácil o sí?

- ¿Qué hacemos ahora?

- Fácil. Esa pared tiene grietas de las rocas unidas, solo debemos escalarlas.

    La bestia empezó a subir con una rapidez inmensa. Itheus, lo dudaba, se veía resbaloso y nada estable.

- No creo poder subir.

- Si puedes, solo no mires hacia abajo. – Decía desde la cima, Laros.

   Con mucha duda el pequeño inicio la subida, iba lento y no muy seguro de lo que hacía; A la mitad de su trayecto, tuvo un percance, antes de que colocara su mano derecha en la grieta que sostenía su siniestra, la roca que mantenía sus pies. Cayó frágil hasta el fondo. El niño, en una acción desesperada le lanzó la cadena a Laros y le dijo "ya sabes que hacer". La tomó y la mitad de la cadena del zorrillo, se tornó verde y la mitad de Itheus, blanca. Laros, lo haló con fuerza, y ambos ya se encontraban en la cima.

Itheus: El Hijo de EspartaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora