Capítulo 1. La promesa

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«Hora de la muerte 12:52 a.m.» Se supone que como doctores deberíamos estar acostumbrados a escuchar estas palabras e incluso a decirlas, porque irremediablemente durante nuestra carrera siempre perdemos a pacientes por una u otra razón, pero ¿qué pasa cuando un día, al escucharlas, sabes que también murió una parte de ti que jamás podrás reemplazar?

Once meses atrás... 

Christine Bermont

—Buenos días, mundo —gritó Clerk en medio de la sala de emergencias, mientras los demás la mirábamos.

Ya todo el mundo conocía su especial forma de ser, pero a veces era bastante inoportuna, sobre todo cuando había pacientes muy delicados de salud.

—¡Dios mío! ¿Cuántas tazas de café te has tomado para tener esa energía luego de casi treinta horas sin dormir? —pregunté apartándola del resto.

Eran las nueve de la mañana y ninguna de las dos había dormido más de tres horas fragmentadas.

—Doctora Bermont, es usted una aburrida, aquí todos somos superhéroes. Estamos salvando la vida de todas estas personas, así que debemos actuar como tal —contestó con una sonrisa—. Ah y sí, he tomado cinco cafés en lo que va del día, pero también me he follado a Javier, eso ayuda un montón. Deberías intentarlo, siempre estás tensa. —La vi enarcar una de sus cejas y supe que aún faltaban palabras en la oración—. ¿Por qué no vuelves enamorarte? Hay más tíos guapos después de Líam, que te enteres —concluyó con un guiño de ojos cuando un paciente con paro cardíaco atravesó la puerta y ella fue a asistirlo.

Obvié sus comentarios, no quería siquiera pensar en él y Clerk lo sabía, pero no le importaba. Sí, así siempre ha sido ella, dice lo que le apetece sin importar nada y ve las cosas de una forma distinta al mundo que la rodea. Siempre busca lo mejor en medio de las peores situaciones, todo lo contrario a mí, que a veces me derrumbo cuando la vida me sobrepasa.

Yo soy la doctora Christine Bermont y ambas éramos residentes de cirugía de tercer año. ¿Imaginas sentir que te miras al espejo, pero poder tocarte y sentirte? Pues eso somos, el reflejo de la otra, porque vinimos al mundo con el mismo rostro, somos eso que llaman hermanas gemelas. Clerk y yo fuimos adoptadas cuando teníamos apenas cinco años de edad y fue lo mejor que nos pasó en la vida, bueno, luego de tenernos la una a la otra.

Siempre hemos sido tan diferentes, creo que lo único que tenemos en común es nuestro físico y claro, el hecho de habernos quedado huérfanas a muy temprana edad. Teníamos diecinueve cuando nuestros padres adoptivos murieron; nuestra madre murió de cáncer y nuestro padre se suicidó dos semanas después, luego de no soportar el dolor de la pérdida.

«Clerk y Chris contra el mundo» ese era nuestro lema y a pesar de nuestras diferencias, siempre fuimos una.

Treinta minutos después, escuché los gritos de la esposa del hombre que había ingresado a emergencias, luego de que Clerk le dijese que lo sentía, que no hubo nada que hacer, que había fallecido. Un nudo se atravesó en mi garganta, el mismo que también tenía mi hermana al mirarme. Por suerte ese era su último paciente del día, nunca era fácil seguir la jordana cuando perdíamos a alguien. Era el final de nuestro turno o más bien el de los compañeros que habíamos cubierto en emergencias, no era el lugar en el que querían estar dos cirujanas de tercer año, pero nunca nos quejábamos si podíamos ayudar.

—Joder, que mañana más pesada. —La escuché decir al acercarse.

—Lo sé. Siento lo de tu paciente.

—Sí, siempre es duro, pero ya habrá más vidas que salvar. Somos superhéroes, pero no somos dioses, no podemos salvar a todos —dijo Clerk en medio de una leve sonrisa, que como siempre, me calmaba.

Más allá del amor (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora