Capítulo 22. Dra. Christine Bermont, nuestra heroína.

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Tiempo después...

Clerk

Han pasado tres meses desde que leímos las cartas de Chris, esas que nos arrancaron el corazón y al mismo tiempo le devolvieron un poco de vida a nuestras almas. Javier y yo volvimos a casa, Líam se quedó en su hogar atendiendo a su restaurante y nos mantenemos en contacto.

Hablamos ayer y lo noté más animado, aunque no deja de quebrarse su voz cada vez que hablamos de Chris, la sigue amando. Ha sido todo un proceso y seguimos aprendiendo. Anoche soñé con ella, la vi correr en la playa como le gustaba, también vi a nuestros padres intentando seguirle el ritmo, pero no podían y eso le sacaba una carcajada a mi hermana.

Por cierto, si te preguntas cómo fue que no me rendí sintiendo morir día por día, tengo un par de respuestas anidadas en mi vientre. Sí, estoy embarazada, la verdad lo estaba cuando ella partió, pero no lo sabía. Lo supe un mes después y fue cuando entendí que la vida no nos quita nada, porque nada nos pertenece. En cambio nos da quizás más de lo que merecemos. Llevo dentro mí dos vidas, un príncipe que se llamará Christofer y una princesa que llevará por nombre Christine, igual que ella.

Hoy, después de muchas lágrimas, de intentar no quedarme en el piso, he vuelto a trabajar, he vuelto para salvar vidas y estoy aquí caminando por el pasillo del hospital, el mismo que solía recorrer con ella. Javier me sonríe en la puerta del quirófano. El pasillo sigue pareciendo igual de largo que siempre, pero por alguna razón sigo sintiendo a mi hermana caminar junto a mí.

Estoy a punto de llegar cuando veo a algunos doctores aparecer por la espalda de Javier, mientras gritan ¡Sorpresa! Me siento confusa y los aplausos no se hacen esperar. Javier nota que no entiendo nada, entonces levanta una de sus manos y con una sonrisa en los labios señala sobre la puerta de cristal: «Quirófano Dra. Christine Bermont, nuestra heroína». Tiemblo, mi corazón galopa y las lágrimas empiezan a salir, pero por primera vez desde que ella no está, no es por tristeza. Una alegría me invade al darme cuenta de que mi hermana dejó semillas de amor por doquier, que cumplió su propósito de ser luz en la vida de las personas.

Logro recuperar el aliento para decir algo, pero Javier me interrumpe diciendo que no tenemos cirugía hoy, que querían darme esta sorpresa. Logro decir «gracias», pero un segundo después mi esposo me indica que camine de nuevo por aquel pasillo, mientras él lo hace a mi lado y algunos de los que están allí también nos siguen. Caminamos por más de cinco minutos, en los que interrogo al hombre a mi lado sobre dónde me lleva y él me tortura con su silencio.

Llegamos a la sala de descanso y al abrir, están casi una docena de titulares, que al verme se abalanzan sobre mí con sutileza para darme la bienvenida y decirme lo grandiosa que era mi hermana, y cada vez que uno lo hace va saliendo de la sala, hasta que la despejan por completo. Mi rostro está humedecido y mis ojos nublados, no puedo evitarlo.

De pronto, veo del otro lado un montón de regalos, carteles y cartas. No puedo creerlo, todo lleva el rostro de Chris. Voy a preguntar de dónde ha salido tantas cosas, cuando Javier me interrumpe diciendo que han sido sus pacientes, en especial aquellos a los que ella atendía cubriendo sus gastos. Duele y a la vez me da tanta felicidad. Al fin soy consciente de que los ángeles existen en la tierra y que fui bendecida por haber tenido uno a mi lado y poder llamarla hermana por veintinueve años.

Está siendo un día lleno de emociones muy fuertes, Javier sigue a mi lado y no me deja sola a menos que tenga una emergencia. Veo en los rostros de mis colegas a mi hermana y su bondad, me siento orgullosa de ella y su legado. Acabo de sentir patear muy fuerte a mis bebes y hace cinco minutos he llamado a Líam para contarle todo lo que ha pasado y también para proponerle que sea el padrino de mis pequeños; ha acepado y al igual que yo, está alegre por todo lo que representa mi hermana en este hospital y en la vida de muchas personas.

No voy a mentir, sigue doliendo su ausencia y hay noches en las que no duermo buscándola en las estrellas. Hay días en los que no quiero levantarme de la cama y tardes en las que me aferro con uñas y dientes a sus fotografías, mientras lloro sin consuelo. No sé si algún día dejaré de sentir este vacío tan profundo, y es que no es cualquier persona, era esa que estuvo a mi lado desde antes de nacer y que llevaba un rostro igual al mío. La realidad es que solo sé que seguiré adelante haciendo su legado el mío, sin dejar atrás mis propios sueños, así me enseñó ella a vivir, a no rendirme y a seguir luchando hasta el último día de mi vida.

—Doctora Rubio, la solicitan en urgencias —dice una residente de primer año.

Son las diez de la mañana y la adrenalina empieza a correr por mi cuerpo, al fin. Tengo que estar bien, mis pacientes me necesitan. Camino con rapidez, no corro, no puedo poner en riesgo a mis bebes. Llego y una niña de algunos cinco años se ha caído de una bici, la miro con ternura, reviso una herida abierta que lleva en la frente, ella me mira con ojos inquietos color esmeralda, de esos que pueden traspasar cualquier tristeza. La atiendo y puedo ver que le duele, pero unos minutos después logro que se sienta mejor, tengo que hacerle un estudio, pero me alivia verla activa.

Todo empieza a acomodarme, aunque me sigue faltando una pieza, sin embargo consigo concentrarme en las vidas que el destino pone en mis manos. Dicen que todos tenemos un propósito, Chris también lo decía y la verdad no sé con exactitud cuál es el mío, pero si de algo estoy segura es de que ella sigue siendo parte de mi propósito, de mi vida y de las ganas que tengo de hacer el mundo un lugar mejor. Ella siempre será mi lugar favorito y mi eternidad más breve, pero la más bonita del mundo y la amaré por siempre. La amaré más allá de esta vida, más allá de la muerte e incluso más allá del amor que siento y que jamás se extinguirá...

Más allá del amor (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora