Capítulo 10. La magia del "tal vez"

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Clerk Rubio

¿Qué se supone que haces cuando intentas levantarte, pero la vida sigue pateándote donde más te duele? Llevaba meses intentando hacer las cosas bien y de pronto, llega Javier a complicarlo aún más. No me entendía y lo único que hacía era cuestionarme. ¿No se supone que la persona que más te ama debería apoyarte en tus decisiones? Él no lo estaba haciendo, todo lo contrario

—¡Hola! —Se acercó sin más.

—¿Qué haces aquí? —Volví a preguntar—. No quiero verte, no quiero discutir contigo. —Estaba a la defensiva y con justa razón.

—Sí, sé que no quieres que hablemos, ya me lo has dejado claro, pero lo de verme ya es otra cosa, sé que me amas como yo a ti, así que dudo que en verdad no quiera que esté aquí en los momentos más duros de tu vida —hablaba haciendo gestos propios de su personalidad, levantando una de sus cejas, lamiendo sus labios y pasando la mano por su abundante cabello.

—Javier... —Quise hablar, pero me interrumpió.

—No quiero que digas nada. —Se acercó y puso sus dedos sobre mis labios, para luego limpiar mi rostro con sus suaves manos—. Yo tampoco quiero hablar, no ahora. Solo quiero que vengas conmigo a un lugar.

—¿A dónde?

—No te lo diré y aunque estés pensando en rechazarme, te advierto que no tienes otra opción que venir conmigo, me conoces y sabes que no aceptaré un no por respuesta. —Javier tenía razón, le conocía y no tenía otra opción más que acompañarle.

—Vale, iré a cambiarme.

—No hace falta que te cambies, siempre estás muy guapa. —Me detuvo por el brazo cuando intentaba irme a mi habitación, plantándome un beso en los labios.

—Me cambiaré de todas formas —hablé dejando en el aire una leve sonrisa que no pude evitar y es que cómo hacerlo queriéndole tanto.

Me puse un vestido verde a la rodilla con unas zapatillas blancas deportivas y salí con él. En el camino no habló, cumplió su promesa. Después de llevarme a comer y mirarme sonriente sin hablar más de lo necesario, condujo de nuevo conmigo como copiloto. Empezaba a desesperarme, él tenía el poder de hacerlo.

—¡Joder! ¿A dónde vamos? Llevas rato mareándome en este auto. —Lo miré furiosa.

—Tranquila —rio con encanto y me sentí perturbada, quería besarlo, pero no creía que fuera lo mejor—, ya hemos llegado. —Estacionó en frente de un lugar al que desconocía. Se bajó y yo estaba confusa.

—¿Qué es esto aquí? —pregunté cuando me abrió la puerta y me ofreció la mano para ayudarme a salir del coche.

—Es nuestro paraíso —contestó con una mirada llena de amor mostrándome la sonrisa más perfecta de todo el universo. Iba a replicar cuando puso dos dedos en mis labios—. Recuerda, no vinimos a hablar, no lo quieres, así que tú también respeta tu propia decisión. —Sonreí.

Me tomó del brazo y me condujo a un salón. Entramos y me quedé boquiabierta, todo era hermoso, estaba cubierto de flores. Una mesa decorada para varias personas me llamó la atención, el lugar estaba repleto de luces y las más hermosas eran las del sol que entraban por los ventanales, seguía confusa, pero emocionada y no pude evitar que unas lágrimas salieran de mis ojos cuando volteé a verlo y me encontré con el verdadero paraíso en su mirada y con el cielo en sus propias manos, y fue cuando me pregunté ¿Cómo puede la vida ser tan hermosa y a la vez tan cruel?

***

Chris

Llegamos a un lujoso y gigantesco hotel, y aún sin querer decirme a dónde me llevaba, me condujo por un pasillo muy largo y frío. Las paredes estaban pintadas de un azul pálido y los cuadros eran figuras incoherentes, el olor a sal emana por doquier y no tenía ni idea de porqué. Nos detuvimos en frente de una puerta enorme y me preguntó que si estaba lista para mi sorpresa, yo asentí con la cabeza. Tomó las dos manillas y la abrió de par en par, y otro mundo apareció ante mis ojos.

Más allá del amor (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora