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Situaciones incómodas y recaídas


- ¿Cómo te sientes hoy? — preguntó la mujer frente a mí, su sonrisa no me tranquilizaba para nada, solo lograba aumentar mis nervios.

- Bien — me limité a contestar.

- No es un bien tan convincente — murmuró mientras notaba en su libreta.

- No han sido mis mejores días — suspiré mirando las vendas que cubrían mis muñecas.

- ¿Hay alguna razón por la cual no han sido tus mejores días? — preguntó.

Volví a suspirar y dirigí mi atención a ella, le había tomado aprecio, después de todo lleva años siendo mi psicóloga. Es alguien de confianza pero eso no cambia el hecho de que me aterra confesarle lo que ha atormentado mi mente todas estos meses.

- Puedes confiar en mí Min, conozca parte de tu historia, bueno los detalles que me has querido contar de ella — dejo la libreta a un lado — estoy para ti, mi deber como psicóloga y amiga de tu abuelos es ayudarte a sanar. Nada de lo que digas saldrá de aquí, todo esto es entre tú y yo. Así que ten toda la confianza de expresarte con libertad sabes que creeré lo que me digas.

- Recordé esa noche — susurré lo suficientemente alto como para que ella me escuchará.

- ¿Cuál de todas las noches? — inquirío.

- Está noche — respondí señalando las vendas que cubrían  mis muñecas.

- ¿Que recuerdas exactamente?

- El bote pastillas estába a mis pies, parte de lo que quedaba en ella se había regado por todo el suelo y la navaja brillaba sobre el lavabo — murmuré — ingerí más de un bote de pastillas, estoy muy segura de que lo hice — mi garganta se secó, las imágenes de esa noche empezaron a inundar cada rincón de mi mente —recuerdo haber tomado su mano junto a la navaja — toque la tela de la venda tal y como ella lo hizo con mi muñeca — me dejó sobre la bañera como el día del incidente en el bosque; se deshizo de mi vestido al mismo tiempo que dejaba que el agua limpiará la impureza que esos hombres habían dejado marcada en mi. Sentí una punzada de dolor atravezar mis muñecas al mismo tiempo que el agua de la tina se tiño de rojo — las lágrimas se acumularon en mis ojos — cuando mis ojos empezaron a pesar, sentí su mano acariciando mi cabello, la escuché susurrando sobre mi oído mi canción de cuna preferida — mi corazón empezó a latir con fuerza.

- Miderna — me llamó alguien.

No le preste atención quería terminar la historia, debía contarlo antes de que los detalles de ese día se esfumaran de mi mente.

- Me dijo que volvería a ser su niña y que el dolor que la partida de Jasper había dejado desaparecerían — la presión en mi pecho creció — la deje hacerlo, extrañaba tanto esa canción de cuna que vino acompañada de sus caricias que la deje influenciarme, ya tenía pensando hacerlo, creí que se quedaría como un pensamiento fatalista más, pero ella me impulso a llevarlo acabo — no medí mi fuerza a la hora de quitar la venda de una de mis muñecas y me di cuenta del error cuando la sangre empezó a salir, iba a hacer lo mismo con la otra muñeca cuando alguien jalo mi brazo.

- Es suficiente — la voz autoritaria de Edel me hizo sonreír.

Él se preocupa demasiado por mí. Ha asumido el papel de padre desde que Gregori tuvo el accidente.

- Quería volver a ser su niña — confesé viendo a la sombra que estaba detrás de mi psicóloga — ella quiere que vuelva a serlo y no se rendirá hasta lograrlo — esa sombra tomó su forma y esa característica sonrisa amable que tanto odiaba se posó en sus labios — ¿Debería ir con ella? — le pregunté.

𝐈𝐜𝐞 𝐐𝐮𝐞𝐞𝐧 - 𝐉𝐚𝐬𝐩𝐞𝐫 𝐇𝐚𝐥𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora